Capítulo 7Chapter 7

  A la mañana siguiente Kare se sobresaltó cuando sonó el despertador. No sabía qué pasaba, ni dónde estaba. Cuando fue recuperando la consciencia, poco a poco, seguía confuso. “Qué sueño tan extraño”, se dijo, pero enseguida se dio cuenta que estaba vestido encima de la cama y que no había sido un sueño en absoluto. Seguía sin poder creer en el embrollo en el que estaba metido. Le extrañó mucho que hubiera sido capaz de dormir tan profundamente en una situación tan extraña y molesta como la que se encontraba, pero intentó racionalizarlo diciéndose que llevaba varios días durmiendo mal y que la tensión de los últimos días le había pasado factura y lo había dejado fuera de combate. Fuera como fuese, las horas de sueño, aunque no muchas, le habían sentado bien. Y no sabía cómo ni por qué, pero tenía una extraña sensación de confianza y optimismo. El sentido común le decía que todo aquello era absurdo y que tenía que olvidarse por completo del asunto pero, acto seguido, se encogió de hombros y se preparó para salir a la calle sin pensar en nada en concreto. Se acercó a una cafetería y, contra su costumbre, se tomó un desayuno regio. Esperó, leyendo un periódico sin prestarle demasiada atención, a que llegara la hora en la que abría la empresa. Entonces, llamó por teléfono y dijo que se iba a tomar, no una, sino dos semanas libres y colgó sin dar tiempo a que le pidiesen explicaciones. Siguió leyendo el periódico dejando vagar su mente y, al cabo de unos diez minutos, sonó el móvil. Vio que era el número de Hoka Kuher, su jefe, y dejó que sonara sin descolgar. No pudo evitar sonreír pensando lo confuso que estaría Hoka en ese momento, teniendo en cuenta que nunca faltaba a trabajar, ni siquiera por enfermedad, y además se cogía dos semanas libres, sin dar ningún tipo de explicaciones… Decidió que se iba a tomar lo que ocurriese en adelante con mucha calma y dibujó en su cara una sonrisa de confianza y autosuficiencia.

  En ese mismo momento volvió a sonar el teléfono. Creyó que sería de nuevo del trabajo pero al mirar, y ver que era Kanja, se puso tan nervioso que el teléfono se le escapó de las manos haciendo una complicada pirueta en el aire. Por fin, descolgó casi sin aliento y escuchó la voz calmada de ella:

–Dentro de media hora me paso por tu casa a recogerte. No me hagas esperar.

  Kare se quedó atónito con el tono inusualmente imperativo y no fue capaz de responder. Cuando quiso reaccionar, Kanja ya había colgado. Se sintió muy molesto, consigo mismo por bloquearse de esa manera tan tonta cuando ella le hablaba, pero también con ella por manipularlo con tanta facilidad. Tenía una sensación muy extraña de no poder controlar su destino y eso lo frustraba. Montones de preguntas se acumulaban en su cabeza. No sabía cómo podía  saber ella que él había decidido hacerle caso y no haber ido a trabajar. Tampoco comprendía cómo podía saber dónde vivía él, si nunca le había dado esa información. Pero esa cuestión le pareció absurda; él también había averiguado dónde vivía ella, a pesar de que se suponía que no debería haber podido saberlo. Estaba tan despistado con todas esas dudas que, cuando volvió a sonar el teléfono, ni se fijó en quién llamaba, dando por sentado que se volvía a tratar de Kanja.

–Escúchame bien, no me gusta nada que me vengan dando órdenes absurdas. No soy un puñetero esclavo a tu servicio.

  Al otro lado se hizo un silencio momentáneo y Kare pensó que había estado bien haberla puesto en su sitio. Si ella pensaba que él era una marioneta que podía manejar a su antojo, estaba muy equivocada. Pero la voz que sonó a continuación no fue la de Kanja, como había esperado, sino la de su jefe.

–¡Osjin! ¿Estás borracho, drogado, o te has vuelto ya del todo gilipollas? ¿Qué coño es eso de que no eres mi esclavo? ¿Cuándo te he tratado así, mamarracho?

–¡Ah, Hoka! Yo… Estooo… No, yo… No estaba diciéndotelo a ti, ni mucho menos…

–¿Y a quién cojones se lo estabas diciendo?

–No, yo no… A nadie.

–Vamos a ver, cretino, a ver si nos centramos. Te he llamado porque me han dicho desde Personal no sé qué de que te quieres coger dos semanas libres, sin haber dado ningún tipo de explicación; y encima me sales con estas chorradas. Ya estás perdiendo el culo y te vienes para aquí, que estamos saturados de trabajo y no podemos andarnos con gilipolleces.

  Se sintió atrapado. Tenía que inventarse algo enseguida, pero no se le ocurría nada mínimamente creíble.

–No puedo –respondió con inseguridad.

–¿Qué no puedes, qué?

–No, que no puedo, ni ir a trabajar, ni darte una explicación de momento. Ya te lo explicaré cuando vuelva.

  Y, antes de que pudiera tener una réplica cortó la comunicación, dejando a Hoka con la palabra en la boca. 

  ¿Dónde había quedado su supuesta autoconfianza de hacía un rato? Y de pronto se dio cuenta de que tenía que darse prisa o no llegaría a tiempo a la cita con Kanja.

 

  Más que correr, voló hacia su casa. Súbitamente tuvo un miedo irracional a que Kanja se enfadase si él no estaba allí cuando ella apareciera. Le había dicho claramente que no la hiciese esperar… “Un momento”, se dijo parándose repentinamente cuando estaba casi llegando a la esquina de su calle. “¿Qué es esto?, ¡Que se va a enfadar si yo…!”. No le dio tiempo a terminar la reflexión cuando sintió que un coche se detenía a su altura, mientras hacía sonar la bocina.

–¿Y a ti qué te pasa?, ¡Gilipollas! –dijo sin fijarse en quién era.

  Entonces cayó en la cuenta de que era Kanja, que le hacía gestos para que se subiese rápido al coche. Él dudó unos segundos y ella lo apremió con las manos. Por fin reaccionó y se subió al coche, que partió velozmente.

–¿Dónde te has metido? –criticó ella–. He tenido que dar dos vueltas a la manzana.

  Kare, una vez más, estaba boquiabierto, contemplando un aspecto de Kanja que no se había imaginado antes. Iba vestida como si fuera a un safari, o algo parecido. El pelo, que habitualmente llevaba suelto, aparecía recogido en una cola y llevaba unas gafas de sol que tampoco llevaba nunca. Le extrañó esa faceta nueva de mujer de acción, que tampoco había mostrado anteriormente pero que, de alguna manera, le pareció atractiva y francamente divertida.

–¿Dónde vamos? –preguntó Kare tímidamente.

–De momento, al aeródromo de Kwerig.

–¿Kwerig? ¿Qué se nos ha perdido allí?

–Un avión, que nos espera. Y no debemos hacerlo esperar.

–¿Pero Kwerig no es una instalación militar?

–Sí, y no me preguntes si tengo algo que ver con los militares. No, no hay nada de eso. Solo son un medio para lograr lo que queremos…

  La confusión de Kare era soberana. Pero lo que más le inquietaba era que, desde hacía dos días, Kanja siempre se adelantaba a sus pensamientos y daba la impresión que siempre tenía que llevarle la contraria. Le parecía que lo trataba como si fuera un niño y eso lo molestaba. Pero se guardó para sí su irritación y pensó que lo que de verdad importaba era que estaba de nuevo junto a ella, aunque no tuviera la menor idea de lo que le depararían las próximas horas, los próximos días,… Vete a saber. Y justo en el momento que él reflexionaba sobre todo esto, Kanja lo miró y le dedicó una de sus maravillosas e hipnóticas sonrisas. “Ya está otra vez”, pensó él para sí, “¿sabe lo que pienso, o me estoy volviendo paranoico?”.

  De pronto, Kare se acordó de un aspecto inquietante:

–No tengo equipaje; no sabía dónde, cómo o cuánto tiempo íbamos a estar fuera y…

–No te preocupes, ya me he encargado yo. Te he preparado todo lo necesario.

–Pero…  Yo no había confirmado que te iba a hacer caso en esta locura…

–No me ha hecho falta. Sabía que lo harías.

–¿Cómo?

–Llámalo intuición femenina…

  Ya no era la primera vez que ella recurría a una disculpa, tan manida como poco creíble, pero lo dejó correr.

  Después de una conducción agresiva por la ciudad en hora punta, que Kare no hubiese esperado de ella, llegaron al control de entrada del aeródromo de Kwerig. Él se esperaba que allí los pararían, pidiéndoles papeles, autorizaciones, o lo que fuera. Pero se sorprendió enormemente cuando les franquearon el paso sin una sola pregunta y sin hacer que siquiera redujesen la velocidad.

–Pero, ¿cómo…? –preguntó, sin darse cuenta que lo hacía en voz alta.

  Kanja no respondió; simplemente sonrió con expresión irónica sin quitar la vista de la carretera. Se dirigieron hacia una pista donde había un avión militar de medianas dimensiones con los motores en marcha. Ella detuvo el vehículo y, sin parar el motor, se bajó indicándole que hiciese lo mismo con un escueto “¡Vamos!”. Kare no reaccionó, se encontraba petrificado. Y de pronto algo, como un súbito sentimiento de autoprotección, hizo que se resistiera a seguir adelante. Kanja, desde fuera del coche, se volvió bruscamente mirándolo fijamente y le hizo un gesto imperativo para que se bajase. Él, aterrorizado como un niño, negó con la cabeza y se agarró al salpicadero. Ella se dirigió hacia la puerta de Kare y, a través de la ventanilla cerrada, le gritó por encima del ruido de los motores del avión:

–Y ahora, ¿qué coño te pasa?

–No puedo –dijo Kare, presa del pánico–. Si no me dices dónde vamos y a qué, me niego a seguirte.

–Ya te dije que nos íbamos de viaje –dijo ella abriendo la puerta.

–Sí, pero exijo saber dónde, y para qué.

–Ya te lo explicaré luego, dentro del avión.

–¡Ni hablar! De aquí no me muevo sin una respuesta.

  Kanja miró al suelo con los brazos en jarras, tomando aire, intentando hacer acopio de paciencia, pero parecía que ya se le había agotado. E inesperadamente aproximó la mano derecha hacia la cara de él, mientras murmuraba “Lo siento…”. En ese momento, Kare sintió que el mundo a su alrededor se desvanecía.

***

  Se despertó y, antes de ser capaz de abrir los ojos, solo sintió un leve zumbido. No recordaba qué había pasado; tampoco sabía dónde estaba. De pronto, abrió los ojos desmesuradamente al darse cuenta de que se encontraba en un avión. Recordó el enojoso asunto que lo había llevado allí y buscó con la mirada dónde podía estar Kanja. No tuvo que buscar mucho, porque estaba sentada en el asiento de al lado, mirándolo. Ella le sonrió, pero sin demostrar demasiado entusiasmo.

–¿Esto es un secuestro? –preguntó él, con voz todavía somnolienta.

  La sonrisa de Kanja se intensificó, mientras negaba con la cabeza. Luego, su rostro se puso serio.

–Siento mucho haber tenido que dejarte fuera de combate. No me quedaba otro remedio.

  Él recordó vagamente que, antes de aparecer en el avión, ella le había acercado la mano a la cara y luego fue incapaz de rememorar nada más.

–¡Cómo te pasas en nuestro primer viaje juntos! Menos mal que esto no es un viaje de novios, me daría mucho miedo…

  Kanja sonrió tristemente la broma. Él se dio cuenta que, en el fondo, ella se arrepentía de verdad de haber tenido que hacerlo, pero eso ya no tenía remedio. A Kare le asaltó una duda más:

–¿Cómo lo has hecho? ¿Ondas cerebrales? Pero solo me acercaste la mano. No te vi llevar ningún aparato...

–De momento, llámalo magia.

–¿Magia? Esa contestación no me convence.

–Te aseguro que, en el nivel de información en el que te encuentras, la magia es la respuesta que puedes encontrar más razonable.

–¿Información? ¿Me hablas de información? Sería un detalle por tu parte explicarme de una maldita vez en qué embrollo me has metido y por qué.

  Kanja tardó un rato en hablar, como si estuviera poniendo en orden sus ideas. Entonces, mirándolo fijamente, le dijo:

–Por ahora no vas a ser capaz de entenderlo y, muy probablemente, no creas nada de la realidad que te tengo que mostrar. Además, es demasiado largo de explicar. Te contaré hasta donde me sea posible, pero hay cuestiones que solo es posible que entiendas cuando llegue el momento oportuno y, al final, verás cómo todo va a ir encajando en su sitio.

  Hizo una pequeña pausa y Kare aprovechó la oportunidad para introducir un comentario.

–Bueno, por la pinta que tiene este avión, parece que el viaje va a ser bastante largo. Imagino que tendrás tiempo de sobra para ponerme al tanto. Otra cosa es la credibilidad de lo que me cuentes. No te creas que, por el simple hecho de que seas tú quien lo cuentas, te voy a creer a ciegas.

–Gracias. Ya tengo experiencia con tu incredulidad acerca de lo que te cuento. Sin embargo, te entiendo. No tiene que ser nada fácil aceptar algo tan radicalmente distinto a lo que siempre has creído; pero te aseguro que no te estoy diciendo nada que no sea completamente real.

–Por cierto, ¿me puedes adelantar adónde nos dirigimos?

–Vertula.

–¿Vertula? ¡Pero si está en el culo del mundo! Además está en una zona prohibida por su gobierno, o mejor llamarlo su dictadura… ¿Eres una espía de ellos?

–No. No lo soy. No pienses que vamos allí por un tema político. Es solo una cuestión geológica. Cuando lleguemos lo entenderás.

–¿Geología? Cada vez me entero de menos. ¿Podrías ser menos críptica y contarme algo medianamente coherente?

  Kanja suspiró y continuó:

–He intentado explicarte en anteriores ocasiones parte de lo que está sucediendo y tú te has cerrado en banda en todo momento a creer lo que te decía, sin darme oportunidad a explicarme…

  Kare intentó replicar, pero ella levantó el dedo índice a modo de advertencia para que no la interrumpiera.

–¿Ves? –prosiguió Kanja–. A esto me refiero.

  Él asintió con la cabeza y la dejó continuar.

–Es absolutamente necesario que accedas a colaborar con nosotros en el proyecto de la máquina del tiempo y necesito enseñarte que todo lo que te he dicho no es ninguna mentira ni ninguna fantasía. Acerca de los detalles, no tardarás en enterarte. Por el momento, por favor, tienes que procurar no hacer demasiadas preguntas, que en este instante solo pueden causar más confusión y además me pondrían en un aprieto. Te puedo asegurar que, cuando lleguemos a nuestro destino, todas las dudas se irán despejando. Solo necesito que confíes en mí y todo saldrá bien.

  Aunque seguía siendo incapaz de creer nada de lo que estaba sucediendo, Kare reflexionó que, tal como estaban las cosas, no podía hacer gran cosa y que era inútil intentar ir en contra de cómo se estaban desarrollando los sucesos. Tenía la clara sensación de que ella no tenía ninguna intención de causarle ningún perjuicio y, después de todo, estaba viviendo una aventura extraordinaria, aunque fuera tan extraña, con una mujer de la que estaba perdidamente enamorado. Tal vez lo mejor era dejar ver dónde acababa ese tema endiablado y, aunque lo más probable era que al final del asunto tuviera que convencerla que todo el tinglado que se había montado era solo una fantasía, ya vería cómo enfocarlo para que ella no sufriese con el inevitable desengaño. Aun así, no podía perder de vista lo extrañamente organizado que parecía todo. Un avión de largo recorrido para ellos solos, con lo tremendamente costoso que debía ser, paso franqueado sin preguntas en un aeródromo militar, y sin olvidar el incidente que le había hecho perder la consciencia.  

  A pesar de lo excitado que debería estar, en una situación tan diferente de lo que venía siendo su vida habitual, empezó a sentirse muy cansado. Le entró un sueño irresistible y comenzó a dar cabezazos. Solo pudo reflexionar, por muy poco tiempo, que no comprendía cómo podía estar tan agotado, antes de volver a quedarse profundamente dormido. Solo despertó en las contadas ocasiones en las que se servía alguna comida o cuando aterrizaban, quién sabía dónde, para repostar. Y nunca pudo mantenerse despierto más que un rato en las comidas, que se desarrollaron en un anormal silencio junto a ella, mientras lo observaba con una leve sonrisa, pero sin decir nada.

  The next morning Kare was startled when the alarm went off. He did not know what was going on, or where he was. When he regained consciousness, little by little, he was still confused. 'What a strange dream.' He said to himself, but he soon realized that he was dressed on top of the bed and that it had not been a dream at all. He still could not believe the mess he was in. He was very surprised that he had been able to sleep so soundly in such a strange and upsetting situation as the one he found himself in, but he tried to rationalize it by telling himself that he had been sleeping badly for several days and that the stress of the last few days had taken its toll on him and left him knocked out. Be that as it may, the hours of sleep, although not many, had done him good. And he did not know how or why, but he had a strange sense of confidence and optimism. Common sense told him that everything was absurd and that he had to forget about it completely, but then he shrugged his shoulders and prepared to go out into the street without thinking about anything in particular. He went to a cafeteria and, against his custom, had a regal breakfast. He waited, reading a newspaper without paying too much attention to it, for the time when the company opened. Then, he phoned and said he was going to take, not one, but two weeks off and hung up without giving time to be asked for explanations. He continued reading the newspaper letting his mind wander and, after about ten minutes, the cell phone rang. He saw that it was the number of Hoka Kuher, his boss, and let it ring without answering. He could not help but smile thinking how confused Hoka would be at that moment, considering that he never missed work, not even because of illness, and also he had taken two weeks off, without giving any kind of explanation... He decided that he was going to take everything from now on very calmly and drew on his face a smugly and confident smile.

At that very moment the phone rang again. He thought it would be again someone from the company but when he looked, and saw that it was Kanja, he got so nervous that the phone slipped out of his hands doing a complicated pirouette in the air. At last, he answered almost breathlessly and heard Kanja’s calm voice:

“In half an hour I’ll stop by your house to pick you up. Don't make me wait.”

Kare was stunned by the unusually imperative tone and was unable to reply. When he wanted to react, Kanja had already hung up. He felt very annoyed, with himself for freezing in such a silly way when she spoke to him, but also with her for manipulating him so easily. He had a very strange feeling of not being able to control his destiny and that frustrated him. Lots of questions were piling up in his head. He did not know how she could know that he had decided to listen to her and not go to work. Nor did he understand how she could know where he lived, if he had never given her that information. But that issue seemed absurd to him; he had also figured out where she lived, even though he was not supposed to. He was so confused with all those doubts that, when the phone rang again, he did not even notice who was calling, assuming that it was Kanja again.

“Listen to me, I don't like it at all when people give me absurd orders. I’m not a bloody slave to your service.”

There was a momentary silence on the other side and Kare thought it had been good to have put her in her place. If she thought he was a puppet she could handle at will, she was very wrong. But the next voice was not Kanja's, as he had expected, but that of his boss.

“Osjin! Are you drunk, stoned, or have you become a complete asshole? What the hell is this about you not being my slave? When have I treated you like this, jerk?”
“Ah, Hoka! I... Err... No, I... I wasn't telling you, far from it...”
“And who the fuck were you telling?”
“No, I don't... Nobody.”
"Let's see if we focus, asshole! I’ve called you because I’ve been told from Personnel, I don’t know what about you wanting to take two weeks off, without having given any kind of explanation; and on top of that you come out with these nonsense. You’re already working your arse off and coming here. We’re saturated with work and we can't mess around with bullshit!”

He felt fenced in. He had to invent something right away, but he could not think of anything even remotely credible.

“I can't.” He replied insecure.
“You can't, what?”
“Err… I can't go to work nor give you an explanation for the time being. I'll explain it to you when I come back.”

And, before he could have a retort he hung up, cutting Hoka off.

Where was his supposed self-confidence from a while ago? And suddenly he realized that he had to hurry or he would not make it to Kanja's appointment on time.

Rather than running, he flew home. Suddenly he had an irrational fear that Kanja would get angry if he was not there when she showed up. She had clearly told him not to make her wait... 'Wait a minute.' He told himself, stopping suddenly as he was almost reaching his street corner. 'What’s this? She’s going to get angry if I...!' He did not have time to finish the thought when he felt a car stop near him, while honking its horn.

“What's wrong with you? Asshole!” He said without looking at who it was.

Then he realized that it was Kanja, who gestured for him to quickly get into the car. He hesitated for a few seconds and she urged him, waving her hands. He finally reacted and got into the car, which departed quickly.

“Where have you been?” She criticized. “I've had to go around the block twice!”

Kare, once again, was jaw dropped, seeing a side of Kanja that he had not imagined before. She was dressed like she was going on safari, or something. Her hair, which she usually wore down, was pulled back in a ponytail and she wore sunglasses that she never wore either. He was surprised by that new facet of a woman of action, which she had not shown before either but which, in some way, he found attractive and frankly funny.

“Where are we going?” Kare asked shyly.
“To Kwerig airfield for now.”
“Kwerig? What have we lost there?”
“A plane. It’s waiting for us. And we mustn’t make it wait.”
“But isn't Kwerig a military facility?”
“Yes, and don't ask me if I have anything to do with the military. No, there's none of that. They are just a means to achieve what we want...”

Kare's confusion was supreme. But what worried him the most was that, for two days now, Kanja was always anticipating his thoughts and he was getting the impression that she always had to contradict him. It seemed to Kare that she treated him as if he were a child and that bothered him. But he kept his irritation to himself and thought that what really mattered was that he was with her again, even if he had no idea what the next few hours, the next few days, would bring,... Who knows? And just as he was pondering all this, Kanja looked at him and gave him one of her wonderful, hypnotic smiles. 'There it is again,' he thought to himself, 'does she know what I think, or am I getting paranoid?'
Suddenly, Kare remembered an unsettling aspect:

“I have no luggage; I didn't know where or how long we were going to be away and...”
“Don't worry, I've already taken care of it. I’ve prepared everything you need.”
“But... I hadn’t confirmed that I was going to listen to you in this crazy thing...”
“I didn't need it. I knew you would.”
“How?”
“Call it female intuition...”

It was not the first time she had resorted to a resource as hackneyed and unbelievable as that, but he let it go.



After some aggressive driving through the city at rush hour, which Kare would not have expected from her, they arrived at the Kwerig airfield checkpoint. He expected them to be stopped there, asking for papers, authorizations, or whatever. But he was greatly surprised when they let them through without a single question and without even slowing down.

“But how...?” He asked, not realizing that he was doing it out loud.

Kanja did not reply; she just smiled wryly without taking her eyes off the road. They headed towards a runway where there was a medium-sized military aircraft with its engines running. She stopped the vehicle and, without stopping the engine, got out telling him to do the same with a brief “Let's go!”

Kare did not react, he was petrified. And out of the blue something, like a sudden feeling of self-protection, made him reluctant to move on. Kanja, from outside the car, turned abruptly to stare at him and made an imperative gesture for him to get out. He, terrified as a child, shook his head and clung to the dashboard. She walked towards Kare's door and, through the closed window, shouted at him over the noise of the plane's engines:

“And now, what the fuck is wrong with you?”
“I can't.” Kare said, panicked. “If you don't tell me where we're going and why, I refuse to follow you.”
“I already told you that we were going on a trip.” She said, opening the door. 
“Yes, but I demand to know where, and for what.”
“I'll explain it to you later, inside the plane.”
“No way! I don't move from here without an answer.”

Kanja looked at the ground with her arms akimbo, taking a deep breath, trying to gather patience, but it seemed that she had already run out of it. And unexpectedly she brought her right hand to his face, while muttering “I'm sorry...” At that moment, Kare felt the world around him fade away.

***

Kare woke up, and before he was able to open his eyes, he only felt a faint buzz. He did not remember what had happened; he did not know where he was either. Suddenly, he widened his eyes as he realized that he was on a plane. He remembered the vexing business that had brought him there and looked around to see where Kanja might be. He did not have to look far, because she was sitting in the seat next, looking at him. She smiled at him, but without showing too much enthusiasm.

“Is this a kidnapping?” He asked, his voice still sleepy.

Kanja's smile deepened, as she shook her head. Then, her face turned serious.

“I'm so sorry I had to knock you out. I had no choice.”

He vaguely remembered that, before awakening on the plane, she had put her hand to his face and then was unable to remember anything else.

“What a nerve you’ve got on our first trip together! Luckily this isn’t a honeymoon, I’d be very afraid...”

Kanja smiled sadly at the joke. He realized that, deep down, she really regretted having to do it, but that did not matter anymore. Kare still had one more doubt:

“How did you do it? Brain waves? You only brought your hand close. I didn't see you carry any devices...”
“For now, call it magic.”
“Magic? That answer doesn’t convince me.”
“I assure you that, at the level of information you’re at, magic is the answer you can find most reasonable.”
“Information? Are you talking to me about information? It’d be nice of you to explain to me once and for all what a bloody mess you've gotten me into and why.”

Kanja took a while to speak, as if she was putting her ideas in order. Then, staring at him, she said:

“For now you won’t be able to understand it and, most likely, you won’t believe anything of the reality that I have to show you. Moreover, it’s too long to explain. I’ll tell you as far as possible, but there are issues that you can only understand when the time’s right and, in the end, you’ll see how everything will fall into place.”

She paused slightly, and Kare took the opportunity to make a comment.

“Well, from the look of this plane, it seems that the trip’s going to be quite long. I imagine you'll have plenty of time to catch up. Another thing is the credibility of what you tell me. Don’t think that, for the simple fact that you are the one who tells it, I’m going to believe you blindly.”
“Thanks. I already have experience with your disbelief about what I tell you. However, I understand you. It doesn't have to be easy to accept something so radically different from what you've always believed; but I assure you that I’m not telling you anything that isn’t completely true.”
“By the way, can you tell me where we're going?”
“Vertula.”
“Vertula? But if it's in the arse end of nowhere! It’s also in an area forbidden by their government, or better to call it their dictatorship... Are you a spy for them?”
“No. I'm not. Don't think we're going there for a political issue. It's just a geological question. When we get there you’ll understand.”
“Geology? I understand less and less. Could you be less cryptic and tell me something moderately coherent?”

Kanja sighed and continued:

“I’ve tried to explain to you on previous occasions part of what’s happening and you’ve shut down every time to believe what I was telling you, without giving me the opportunity to explain myself...”

Kare tried to reply, but she raised her index finger as a warning not to interrupt her.

“You see?” Kanja continued. “This is what I mean.”

He nodded and let her go on.

“It’s absolutely necessary that you agree to collaborate with us on the time machine project and I need to show you that everything I’ve told you isn’t a lie or a fantasy. About the details, you’ll soon find out. For now, please, you have to try not to ask too many questions, which at this moment can only cause more confusion and would also put me in a tight spot. I can assure you that, when we reach our destination, all doubts will be cleared. I just need you to trust me and everything will be fine.”

Although he was still unable to believe anything that was happening, Kare reflected that, as things were, there was little he could do and that it was futile to try to go against how events were unfolding. He had a distinct feeling that she had no intention of causing him any harm and, after all, he was living an extraordinary adventure, even if it was so strange, with a woman he was madly in love with. Perhaps the best thing was to see where that damn issue ended up and, although it was most likely that in the end he had to convince her that all the scheme that had been set up was just a fantasy, he would see how to approach it so that she did not suffer with the inevitable disappointment. Still, he could not lose sight of how strangely organized everything seemed. A long distance flight for them alone, as tremendously expensive as it must have been, entrance cleared without questions at a military airfield, and without forgetting the incident that had made him lose consciousness.


Despite how excited he should be, in a situation so different from his usual life, he began to feel very tired. An irresistible sleep came over him and he began to nod. He could only ponder, for a very short time, that he did not understand how he could be so exhausted, before falling back into a deep sleep. He only woke up on the rare occasions when a meal was served or when they landed, who knew where, to refuel. And he could never stay awake more than a while at meals, which took place in an abnormal silence with her, while she watched him with a faint smile, but without saying anything.