Capítulo 5Chapter 5

  Pasaron tres días de infierno para Kare en los que creía que se iba a volver loco. Kanja no daba señales de vida. Aunque la había llamado varias veces cada día, siempre obtenía la misma respuesta que al primer intento: el teléfono estaba desconectado. Todo era tan extraño, que un montón de locas teorías se habían ido apoderando de su imaginación. No conseguía encontrar la manera de seguir adelante, se había convertido en una auténtica obsesión. Finalmente, presa de la desesperación, decidió que la única manera de aclarar todo ese embrollo era buscarla, fuera donde fuese. Pero, ¿cómo?, si ni siquiera sabía dónde vivía. Intentó racionalizar el asunto aunque, desde que aquel estúpido beso, la razón se había tomado unas vacaciones y se dijo que la única forma de comenzar a seguir el rastro de Kanja era averiguar dónde vivía. Sabía que no podía preguntar en la empresa, porque le dirían que esos datos eran confidenciales y no podían comunicárselos a cualquiera. Entonces, la única alternativa era obtenerlos de forma ilegal, o sea, accediendo a la base de datos de la compañía sin permiso. Pero eso ya era de por sí un grave problema para Kare. Él no tenía conocimientos suficientes para hackear los ordenadores de la sección de Personal para encontrar la información deseada. Tampoco conocía a nadie con esas habilidades en quien pudiera confiar para hacerlo, ni se quería arriesgar tampoco a que nadie ajeno supiese que quería encontrar a Kanja. ¡Mierda! Lo único que se le ocurría a su torturada cabeza era intentarlo a lo bruto, o sea, encontrar un momento en el que nadie lo viera,  acceder al ordenador de Personal y buscarlo por sus medios. Pero, ¿cómo hacerlo? La perspectiva se le antojaba titánica, por no decir imposible, pero no podía echarse atrás por muy difícil que pudiera ser. Se le ocurrió la “feliz” idea de acceder a la empresa de noche, burlando la seguridad, y luego… No, no, descartado. No se veía a sí mismo como un espía de película. Si ya le resultaba inabordable hacer de hacker, mucho menos aquello. Así que solo le quedaba encontrar un momento en el que pudiese entrar en el despacho de Personal y meterse a husmear sin que lo vieran. Pero seguía sin ver la manera de hacerlo. Si llegaba muy pronto, antes de que llegaran los demás, o si salía después que el resto… No, no funcionaría. En primer lugar, lo más seguro es que los despachos estuviesen cerrados con llave y, además, era muy fácil que lo captaran con las cámaras de vigilancia y se metería en un buen lío. Por lo tanto, solo quedaba encontrar una manera de hacerlo a plena luz del día y a pecho descubierto.

  Así que se dedicó a observar a las personas que podían tener acceso a esos datos y se dio cuenta rápido de que Silma Tend, la directora, era la única que tenía un despacho donde trabajaba sola. El resto estaban todos juntos en el mismo espacio y siempre habría alguien que le impediría llegar a su objetivo. De acuerdo, ya sabía quién, pero no sabía cómo.  Se le ocurrió que tendría que esperar a que Silma saliera de su despacho, aunque solo fuese unos minutos, y él aprovechase la oportunidad para entrar y rematar la faena. Lo bueno del asunto era que el despacho tenía una puerta que lo unía con el resto del departamento, pero también tenía otra a un pasillo que permitía salir y entrar independientemente, sin necesidad de que los demás la vieran. Esto le podía venir muy bien a Kare. Observó que esta mujer, siempre que salía al descanso, lo hacía por el pasillo. Pero su alegría se vino abajo cuando vio que al salir cerraba la puerta con llave. Frustrado una vez más, puso su calenturienta imaginación a trabajar y se le ocurrió lo que a priori parecía una estupidez, pero en esos momentos él era un estúpido desesperado. Pensó que, si alguien la llamaba, contándole cualquier barbaridad que la hiciera salir precipitadamente de su despacho, a lo mejor podría salir sin pararse a cerrar la puerta con llave. Pero había dos problemas. Por un lado, si él hacía la llamada desde un sitio que luego no pudiesen rastrear, no tendría oportunidad de llegar al despacho a tiempo y hacer lo que se proponía. Por otro lado, tampoco se le ocurría qué podía decirle para provocar ese estado de cosas. Sin embargo, sí conocía a la persona ideal para hacerlo… Pero eso implicaba introducir a alguien más en el asunto, cosa que desde el principio había deseado evitar, pero tal vez mereciese la pena después de todo.

  Así que se decidió. Volvió a su despacho y se encontró con Tarlo, que lo miró con expresión hosca y algo triste. Eso podría jugar a favor de Kare. A Tarlo no se le había pasado el enfado por la falta de confianza que había mostrado hacia él cuando se comportó de manera tan extraña el día que Kanja desapareció. Tal vez si lo involucraba en algo loco, peligroso, infantil y secreto, Tarlo cambiaría de actitud.

–Necesito que me hagas un favor muy importante –dijo Kare en voz baja.

–Ah, ¿sí? –respondió Tarlo, mostrándose más ofendido que lo que realmente estaba–. ¿Ahora necesitas un favor?

–Vamos, no seas crío… –Kare sabía que su amigo estaba deseando que le pidiese algo que volviera a requerir su complicidad. Por eso aprovechó para tensar algo la cuerda-. Pero si no quieres, se lo pido a otro…

–¡Ja! Seguro que no encuentras nadie más de quien fiarte –dijo Tarlo, aparentemente muy digno.

–Es posible –admitió Kare–, pero aun así, si no quieres que se te moleste…

  Tarlo hizo una pausa estudiada, pero al final cedió.

–Bueeno. A ver, cuenta.

  Ya había picado. Le contó que necesitaba que Silma, la directora de Personal, saliera unos minutos de su despacho de manera precipitada y sin que nadie pudiera relacionarlos a ninguno de los dos con el tema. Le dijo que sabía que era arriesgado y que, si creía que no debía arriesgarse, no tenía por qué hacerlo. Pero a Tarlo se le iluminaron los ojos y empezó a maquinar cómo podía hacerlo de manera efectiva y también divertida. Aquello le encantaba, era todo lo que más le gustaba: peligroso, estúpido y divertido. Y además, Silma le caía muy mal y le apetecía gastarle una broma.

  Tarlo le pidió diez minutos, luego lo llamaría en el momento que estuviese listo y entonces Kare debería estar preparado cerca de la puerta de la directora. Esperó nervioso la llamada de su amigo y, tal como le había dicho, en diez minutos lo llamó para que estuviese en posición. Fue hacia allí y, justo en el momento que llegaba, vio cómo su víctima salía con cara descompuesta de su despacho. Pero inesperadamente se dio la vuelta y él temió que se hubiera dado cuenta que había dejado la puerta abierta. “¡Mierda!”, se dijo. Pero no era lo que pensaba. Solo era que había vuelto al despacho a recoger su bolso. Al salir, ciega de los nervios, se chocó con Kare, pero, en vez de disculparse, le recriminó que fuera por ahí como un loco. En otro momento esto hubiera molestado a Kare, pero esta vez le produciría un gran placer hacerle esa jugarreta. “Así es mejor.”, pensó, “Ya no tengo motivos para tener remordimientos”.

  Se coló subrepticiamente en el despacho y de repente se empezó a preocupar por un escollo que no había tenido en cuenta. Supuso que el ordenador estaría protegido por una clave cuando saltase el salvapantallas y sería casi imposible para él averiguarla antes de que ella volviera. Pero, por suerte, la pantalla se mostraba aún abierta, aunque tendría que intentar evitar que en algún momento el protector se activase. Buscó algún archivo donde se pudiese encontrar la información que deseaba, siempre alerta y mirando de reojo, mortalmente asustado. Si cualquiera lo encontraba allí, iba a pasar, no uno, sino muchos ratos malos en un futuro muy próximo. Cuando parecía que había dado con el archivo que necesitaba, el corazón casi se le paró. El teléfono del despacho había empezado a sonar. ¿Qué podía hacer? ¡Rápido! E instintivamente descolgó y volvió a colgar antes de que nadie entrase. Si nadie se había enterado de que Silma había salido, pensarían que ella habría descolgado. Pero, antes de que pudiera concentrarse de nuevo en su objetivo, el maldito teléfono volvió a hacer de las suyas. Kare estuvo tentado de volver a hacer la misma operación y luego dejar descolgado, pero tuvo que desechar la idea al ver que en la pantalla aparecía la identidad del llamante: Mío (móvil). ¡Mierda! Silma estaba llamando a su propio despacho y si se encontraba que estaba comunicando, empezarían a surgir preguntas incómodas, como que quién estaba usando su teléfono cuando ella no estaba allí. La única posibilidad que tenía él era dejar que sonase y rezar para que nadie le hiciera caso. Pero sus súplicas no tuvieron éxito. Escuchó pasos al otro lado de la puerta, la que comunicaba con el resto del departamento. ¡Alguien iba a entrar! Kare no encontró otra solución que esconderse debajo de la mesa antes de que lo descubrieran. Había sido una suerte que fuera una mujer y que él hubiese podido escuchar claramente los tacones de los zapatos. La mujer, cuya identidad todavía desconocía al no poder verla, descolgó el teléfono. En un principio ella estaba de pie, cosa que beneficiaba a Kare. Pero no tardó mucho en sentarse en la silla de la directora. Si ella lo veía, o si sus piernas tropezaban con él, todo se habría acabado. Por suerte, la mesa era bastante amplia y se pegó como pudo al fondo y eludió el contacto, aguantando la respiración. Por la voz reconoció a la mujer que estaba a este lado de la línea. Era Verke Melin, la segunda del departamento, la mano derecha de la directora. Llevaba unos zapatos con unos tacones larguísimos y una minifalda bastante corta. Abrió las largas y atractivas piernas, dejando ante Kare un espectáculo difícil de olvidar. La mujer no llevaba bragas y le enseñó toda la documentación. “Vale”, pensó Kare mientras sentía en la entrepierna una presión creciente, “sin querer acabo de ganarle cincuenta a Tarlo”. Según pudo deducir de la conversación que estaba teniendo lugar en el teléfono, cuando Silma había recuperado mínimamente la razón, se había dado cuenta de que no había cerrado el despacho y le pedía a su ayudante que cerrase, para evitar intrusiones. Verke dijo, en tono algo más que servil, que así lo haría. Pero cometió el desliz de atreverse a preguntar por qué había llamado al despacho y no al número de ella o al de algún otro del departamento. La respuesta no debió ser muy grata, a juzgar por el silencio que siguió y el tono del murmullo que se adivinaba al otro lado de la línea. Verke se dio la vuelta en la silla giratoria mientras aguantaba el chaparrón y Kare repentinamente se acordó de que existía el peligro de que el protector de pantalla se activase. Así que sacó como pudo la mano de debajo de la mesa y buscó a tientas el ratón, cosa que le costó una contorsión que más tarde no creería posible que hubiera sido capaz de lograr; pero al final consiguió moverlo para darle algo más de tiempo. De pronto, la silla se echó para atrás bruscamente y Kare logró por poco esquivar el choque, evitando por milímetros haber sentido cómo se aplastaba su brazo. La conversación telefónica no duró mucho más y, finalmente, Verke se volvió a girar hacia delante y colgó el teléfono con un golpe brusco. Kare estaba sudando copiosamente y deseaba que este maldito episodio acabase de una vez. La mujer esperó unos segundos, y luego dijo: “¡Maldita zorra!”, seguido de una ventosidad larga y sonora, que dejó a Kare con los ojos inmensamente abiertos por la impresión. Verke rebuscó en un cajón, se levantó, cerró con llave la puerta del pasillo, volvió a dejar la llave en el cajón y abandonó el despacho, dejando detrás un aroma apestoso.

  Kare tardó unos segundos en reaccionar. No podía creer nada de lo que había oído, visto y, por desgracia, olido. Salió de su escondrijo con precaución, asegurándose de que nadie lo veía y descubrió que, por suerte, el salvapantallas todavía no se había activado. Sudando y sin una bocanada de aire que llevarse a los pulmones, abrió el archivo que había detectado antes de la interrupción, donde podía encontrar la información que deseaba y finalmente logró su objetivo. ¡Por fin tenía el domicilio de Kanja!

  Pero sus problemas no habían terminado. Ahora la puerta estaba cerrada con llave y, al salir por allí, tendría que dejarla abierta, lo que haría que luego hubiese algunas preguntas sin respuesta, aparte de una injustificada bronca de la directora a su ayudante por no haber obedecido sus instrucciones. Kare no tenía opción. Se encogió de hombros y, a su pesar, decidió que lo que pudiera ocurrir serían daños colaterales que no podía evitar.

Three days of hell went by for Kare in which he believed he was going to go crazy. Kanja showed no signs of life. Although he had called her several times each day, he always got the same answer as the first try: the phone was disconnected. Everything was so strange, that a lot of crazy theories had been taking over his imagination. He could not find a way to go on, it had become a real obsession. Finally, in despair, he decided that the only way to clear up this mess was to search for her, wherever. But how, if he did not even know where she lived. He tried to rationalize the matter although, since that stupid kiss, reason had taken a vacation and told himself that the only way to start following Kanja's trail was to find out where she lived. He knew he could not ask at the company, because they would tell him that this data was confidential and could not be shared with anyone. So, the only alternative was to obtain them illegally, that is, by accessing the company's database without permission. But that already was a serious enough problem for Kare. He did not have enough knowledge to hack the computers of the Personnel section to find the desired information. Nor did he know anyone with those skills whom he could rely on to do so, nor did he want to risk anyone else may know that he wanted to find Kanja. Shit! The only thing that occurred to his tortured head was to try it the rough way, that is, to find a moment when no one would see him, and access the Personnel computer and search for it on his own. But how to do it? The prospect seemed daunting, if not impossible, but he could not back down, no matter how difficult it might be. He came up with the 'bright' idea of accessing the company at night, circumventing security, and then... No, no, discarded. He did not see himself as a movie spy. If he did not see himself playing the role of a hacker, much less that. So all he had to do was to find a moment when he could walk into the Personnel office and snoop around without being seen. But he still did not see the way to do it. If he arrived very soon, before the others arrived, or if he left after the rest... No, it would not work. First of all, the most probable thing was that the offices were locked and, in addition, it would be very easy to be caught with the surveillance cameras and then he would get into a big trouble. Therefore, it only remained to find a way to do it in broad daylight and uncovered.

So he set about observing the people who might have access to that data and quickly realized that Silma Tend, the Personnel director, was the only one with an office where she worked alone. The rest were all together in the same space and there would always be someone who would prevent him from reaching his goal. Okay, he already knew who, but did not know how. It occurred to him that he would have to wait for Silma to leave her office, if only for a few minutes, and he would take the opportunity to enter and finish the job. The good thing about the matter was that the office had a door that linked it with the rest of the department, but it also had another to a corridor that allowed to leave and enter independently, without the need for others to see her. This could come in handy for Kare. He observed that this woman, whenever she went out to rest, did so by the corridor. But his joy fell apart when he saw that when she left, she locked the door. Frustrated once again, he put his wild imagination to work and came up with what a priori seemed foolish, but at the time he was a desperate fool. He thought that if someone called her, telling her any wild nonsense that made her to rush out of her office, maybe she could get out without stopping to lock the door. But there were two problems. On the one hand, if he made the call from a place that they could not later track, he would not have a chance to get to the office on time and do what he set out to do. On the other hand, it did not occur to him what he could say to force that kind of reaction. However, he did know the ideal person to do it... But that implied bringing someone else to the matter, something that he wanted to avoid from the beginning, but maybe it was worth it after all.
 
So he was decided. He returned to his office and met Tarlo, who looked at him with a sullen and somewhat sad expression. That could work in Kare's favor. Tarlo seemed like he had not forgotten the lack of trust Kare had shown towards him when Kare behaved so strangely the day when Kanja disappeared. Maybe if Kare involved him in something crazy, dangerous, childish and secret, Tarlo would change his attitude.

“I need you to do me a very important favor.” Kare said quietly.
“Oh, yeah?” Tarlo replied, looking more offended than he really was. “Now you need a favor?”

Kare knew that his friend was looking forward to being asked for something that would again require his complicity. That is why Kare took the opportunity to push the situation a bit further. 

“But if you don't want to, I can ask someone else...”
“Ha! I'm sure you can't find anyone else to trust.” Said Tarlo, apparently very dignified.
“It may well be.” Kare admitted, “But still, if you don't want to be bothered...”

Tarlo paused contrived, but in the end he relented.

“Okay. Let's see, tell me.”

He had taken the bait. Kare told Tarlo that he needed Silma, the Director of Personnel, to leave her office for a few minutes in a hasty manner and without anyone being able to relate either of them to the issue. He also told that he knew it was risky and that if Tarlo thought he should  not take the risk, he did not have to. But Tarlo's eyes lit up and he began to plot how he could do it effectively and also fun. He loved it, it was everything he liked the most: dangerous, stupid and fun. And besides, he did not stand Silma and he felt like playing a joke on her.

Tarlo asked him for ten minutes, then he would call Kare when he was ready and Kare should be prepared near the director's door. He waited nervously for his friend's call and, as Tarlo had told, within ten minutes called him to be in position. He went there and, just as he arrived, saw his victim leave her office with a distorted face. But unexpectedly she turned around and Kare feared that she had realized that she had left the door open. 'Shit!' Kare told himself. But it was not what he was thinking. It was just that Silma had returned to the office to pick up her purse. On the way out, blind with nerves, she bumped into Kare, but, instead of apologizing, she reproached him for going around like crazy. At another time this would have bothered Kare, but this time it would give him great pleasure to play such a trick on her. 'That's better,' he thought, 'I have no reason to be remorseful anymore.'

He sneaked into the office and suddenly began to worry about a stumbling block he had not taken into account. He assumed that the computer would be protected by a password when the screensaver started and it would be almost impossible for him to find it out before she returned. But, luckily, the screen was still active, although he would have to try to prevent the screensaver from starting at any point. He looked up some file where he could find the information he wanted, always alert and looking askance, scared to death. If anyone found him there, he was going to have, not one, but many hard times in the very near future. When it seemed that he had found the file he needed, his heart nearly stopped. The office phone started ringing. What could he do? Fast! And he instinctively picked up and hung up again before anyone came in. If no one had found out that Silma had come out, they would think she would have picked up the handset. But before he could concentrate again on his goal, the damn phone was up to its old tricks again. Kare was tempted to do the same operation again and then leave it off the hook, but he had to discard the idea when he saw that caller's identity displayed on the screen: Me (mobile). Shit! Silma was calling her own office and if she found the line to be engaged, uncomfortable questions would begin to arise, such as who was using her phone when she was not there. The only chance he had was to let it ring and pray that no one would listen to it. But his pleas were unsuccessful. He heard footsteps on the other side of the door, the one that connected with the rest of the department. Someone was going to come in! Kare found no other solution than to hide under the table before he was found. It had been good luck that it was a woman and that he could clearly hear the heels of her shoes. The woman, whose identity he still did not know as he could not see her, picked up the phone. Luckily, the desk was quite wide and he stuck as he could to the bottom and eluded contact, holding his breath. By the voice he recognized the woman who was on this side of the line. It was Verke Melin, the second in the department, the director's right hand. She was wearing with very long heels and a fairly short skirt. She spread her long and attractive legs, offering Kare a sight hard to forget. 'Okay,' Kare thought as he felt a growing pressure in his crotch, 'I unintentionally just won fifty from Tarlo.' As he could deduce from the conversation that was taking place on the phone, when Silma had minimally came to her senses, she had realized that she had not closed the office and asked her assistant to close it, to avoid intrusions. Verke said, in a more than obsequious tone, that she would do so. But she made the mistake of daring to ask why Silma had called the office and not Verke’s number or someone else’s in the department. The answer seemed not to be very pleasant, judging by the silence that followed and the tone of the murmur that was guessed on the other side of the line. Verke turned around in the swivel chair standing the rebuke and Kare suddenly remembered that there was a danger of the screen saver activating. So he took his hand out from under the table as best he could and groped for the mouse, which cost him a contortion that later he would not believe possible that he would have been able to achieve; but in the end he managed to move it to give it some more time. Suddenly, the chair jerked back and Kare narrowly managed to dodge the crash, avoiding by millimeters having felt his arm crushed. The phone conversation did not last much longer, and eventually Verke turned forward again and hung up the phone with a sharp bang. Kare was sweating copiously and wished this damn episode would end all at once. The woman waited for a few seconds, and then said, "Damn bitch!" followed by a long, loud flatulence, which left Kare with his eyes immensely open from the impression. Verke rummaged in a drawer, got up, locked the door to the hallway, put the key back in the drawer, and left the office, leaving behind a stinky odour.

Kare took a few seconds to react. He could not believe anything he had heard, seen and, unfortunately, smelled. He came out of his hiding place cautiously, making sure no one saw him and found that luckily the screensaver had not yet been activated. Sweating and without a breath of air to take to his lungs, he opened the file he had detected before the interruption, where he could find the information he wanted and finally achieved his goal. He had at last Kanja's address!

But his troubles were not over. The door was now locked and he would have to leave it open when he went out, and that would lead to some unanswered questions, besides an unjustified scolding from the director to her assistant for not having followed her instructions. Kare had no choice. He shrugged and, in spite of himself, decided that what might happen would be collateral damage he could not avoid.