Capítulo 10Chapter 10

  Lo que se suponía que era la máquina, al menos no era de color blanco, aunque antes, al verla desde el ventanal, sí que se lo había parecido. Ahora, al estar delante de ella, Kare se dio cuenta de que tenía una superficie completamente reflectante cuando vio reflejados los cuerpos desnudos de los dos, algo deformados por las superficies no planas de la máquina. Kanja fue con decisión hacia un lado de la máquina y él la siguió agarrado a su mano. Había una abertura por la que entraron a un espacio no muy grande, donde se quedaron de pie, mirándose frente a frente cogiéndose de las dos manos. Kare no tenía ni la más remota idea de lo que iba a suceder, pero vio que ella permanecía muy tranquila, casi hasta se la veía radiante, como si estuviera disfrutando intensamente de la situación.

–¿Dónde estamos ahora? –Kare no pudo evitar la pregunta.

–Ésta es la máquina, ¿qué otra cosa podía ser?

–No sé. Yo pensé que habría unas butacas, paneles de mando, supongo que algo así tendría que haber en una máquina que se precie.

   Kanja rió la ocurrencia y dijo:

–¡Qué ideas tan extrañas tienes! No hacen falta asientos, solo va a durar unos segundos. Y los mandos no son necesarios.

–Pero entonces, ¿cómo sabe la máquina a qué momento tiene que llevarte? –A Kare le parecía que el estado mental de Kanja debía estar peor de lo que había imaginado.

–No tienes que preocuparte. Yo le indico mentalmente a qué tiempo tiene que ir. Pero antes, espera un poco aquí, tengo que hacer algo.

  Soltó las manos de Kare, salió un instante de la máquina y volvió con algo parecido a un pequeño tubo de vidrio con un polvo negro en su interior. Kanja suspiró profundamente e introdujo el tubo en una abertura de la pared del lugar donde estaban.

–¿Qué era eso? –preguntó Kare intrigado.

–Un valiosísimo cargamento de Iridio 192. Es necesario para hacer el viaje. Espero que nos ayudes a que no sea necesario usarlo más, porque no hay mucho…

   Volvió a ponerse frente a él y le volvió a coger de las manos.

–¿También es un requisito indispensable cogerse de las manos? –preguntó Kare con guasa.

–No, pero me gusta que sea así –respondió ella sonriendo–. Pero si no quieres, te suelto.

–No, no, no… Así está perfecto.

   Por la mente de Kare se cruzó la idea que la sonrisa de Kanja no le parecía tan electrizante, ahora que no tenía ni un pelo, pero las cosas estaban como estaban. Y estaba pensando en esto cuando sintió una sensación extraña, como si estuviese algo mareado, pero no de la manera habitual. Era una sensación que nunca había experimentado. Miró a los ojos de Kanja, pero no detectó nada raro, por lo que pensó que ella no lo percibía. Y, justo cuando iba a comentarle lo que estaba sintiendo, dejó de sentirlo.

–Bueno, ya estamos –dijo Kanja radiante.

–Que estamos, ¿qué? ¿O dónde? –preguntó Kare muy confundido.

–Ni qué, ni dónde, sino cuándo. Hemos llegado.

–¿Cómo que hemos llegado?

–A veces pareces tonto –reprochó ella–. ¡Estamos en el 2966 de vuestra era!

–Pero si no ha pasado nada, ¿no?

–¿Tú crees? ¿No has sentido nada raro hace un rato?

–Sí, pero… Eso, ¿qué tiene que ver?

–Estábamos recorriendo el hueco del ascensor, para que lo entiendas.

–Pues no entiendo nada.

–Al avanzar más rápido que tu tiempo natural se produce esa extraña sensación que has experimentado. Pero eso no es nada. Ir hacia atrás es mucho peor. Se necesita mucha más energía para hacer el salto…

–Me tomas el pelo –dijo Kare muy confuso.

–¿Qué pelo? ¡Si no te queda ni uno! –rio ella.

–Ya, ya, pero… Me refiero a que te ríes de mí.

–Sé a qué te refieres, pero no. No es ninguna broma. ¡Salgamos y lo verás con tus propios ojos!

  Kanja le soltó de las manos y salió por donde habían entrado. Kare la siguió intrigado sin aceptar nada de lo que estaba pasando. Se dirigieron hacia la pared por donde habían accedido desde la sala de desinfección; ella se detuvo y le dijo:

–Puede parecer innecesario, pero tenemos que volver a pasar el proceso de limpieza. ¿Quieres ir tú delante?

  Kare se encogió de hombros y vio cómo aparecía una de esas misteriosas aberturas en la pared blanca y se dirigió allí, un poco como un autómata. Se volvió a repetir paso por paso lo que había ocurrido anteriormente, solo que esta vez Kare siguió las instrucciones sin dudar y casi antes de que le fueran dadas. Salió por el otro extremo de la sala y llegó al cuarto de los bancos. Pero esta vez no estaban las prendas que antes habían dejado allí depositadas. Kare estaba reflexionando acerca de dónde podrían estar sus ropas y, a ver si algún gracioso se las habría quitado y se iban a quedar allí en pelotas sin poder hacer nada, cuando se abrió el hueco por donde salió Kanja sonriente.

–Nos han quitado la ropa –dijo Kare señalando un banco con el dedo.

   Kanja soltó una carcajada.

–¿Creías que iba a estar ahí casi un milenio después?

   Kare torció el gesto, pero antes de que pudiera replicar, Kanja levantó un dedo y dijo:

–Espera, antes de ocuparnos de la ropa hay algo que supongo que te va a agradar.

  Se dirigió a una de las paredes, tomó algo de un agujero que se abrió momentáneamente y volvió hacia él tendiéndole un trozo de algo plano, algo parecido a una tirita, pero de material transparente. Al ver dudar a Kare, reconsideró el tema y dijo:

–Un momento. Como veo que no te fías, lo haré yo primero.

  Cogió una de las dos tiritas, o lo que fuesen, y se la puso en la piel del brazo izquierdo. A continuación, Kare no pudo dar crédito a sus ojos. La tirita pareció fundirse con la piel y, en cuestión de unos pocos segundos, el pelo de Kanja empezó a crecer hasta alcanzar aproximadamente la longitud que había tenido antes. Tenía el mismo color rojo vivo de siempre, todo él, aunque ahora estaba alborotado, despeinado. Él se quedó boquiabierto sin ser capaz de mover un músculo. Kanja sonrió, recuperando el embrujo habitual, y colocó en el pecho de Kare la otra tira que llevaba. Él notó cierto cosquilleo en todas las zonas donde iba creciendo el pelo y al cabo de un rato corto volvía a sentir que había recuperado su aspecto habitual. Bueno, casi. Se echó la mano a la cara y se dio cuenta que le había crecido una barba espesa, larga y revuelta. Su cara debía ser un poema, de lo confundido que estaba, y Kanja volvió a reírse.

–Vaya, no te sienta mal esa barbaza, pero me temo que en esta época no se lleva ese aspecto. Tendrás que quitártela. Espera un poco.

   Como si estuviera alucinado la vio volver hacia la pared y trajo, de uno de los habituales agujeros fantasmas, un aparato que tenía una forma parecida a un casco. Se la tendió a Kare, que la miró sin saber qué tenía que hacer con ella.

–Póntela, y te eliminará el pelo que no desees.

   Sintiéndose muy torpe con todo aquello, Kare se fue a poner el aparato en la cabeza, cuando Kanja se abalanzó sobre él y se lo quitó de las manos con los ojos espantados.

–Pero, ¿qué haces? –le gritó.

–¿No es así?

–Bueno, si quieres tener la bocha como una bombilla y la barba hasta el pecho… ¡Anda, déjame que te enseñe! Pues sí que vas a tener que aprender cosas.

   Ella le colocó el aparato en la cara, con cuidado para que tapase solo la zona donde debía desaparecer el pelo y, casi enseguida, se lo retiró. Él no vio ningún pelo dentro del hueco del aparato, pero al tocarse la cara descubrió que la tenía sumamente lisa, el mejor apurado que había tenido nunca. Kanja sonrió aprobatoriamente y dijo:

–Antes te había dicho que la barba no te sentaba mal, pero ahora sí que estás casi guapo.

–¡Esto es impresionante! ¿Cómo es posible? ¿Dónde va el pelo? ¿Hay que vaciar algún contenedor de desperdicios?

–Nada, el pelo se volatiliza sin ningún residuo.

–Con la de horas que he dedicado a afeitarme. ¡Esto es un invento de verdad!

–Pues aún no has visto nada…

  Cuando se le pasó la impresión de lo que había experimentado, él fue de nuevo consciente de la desnudez de ambos e instintivamente volvió a tapar sus genitales. Kanja puso cara de reproche y se volvió de nuevo hacia la pared y volvió con otras dos tiras transparentes parecidas a las que antes habían hecho crecer el pelo.

–Anda, que te va a dar algo. No entiendo por qué tanta vergüenza, la desnudez no es mala en absoluto.

–Y ahora, ¿qué es eso? ¿Nos va a crecer algo además del pelo?

–Mmmm. En cierto modo... No, olvida eso, que lo vas a interpretar mal. Ponte esto y te enseño a usarlo.

–¿Y por qué no me consigues algo de ropa en vez de experimentar con cosas raras? La verdad es que estaría más cómodo antes de hacer lo que sea si antes estoy vestido. Bueno, y tú también. Esto resulta bastante perturbador, ¿sabes?

–¡Qué pesadito eres! Si me hicieras caso, para variar, te sentirías mejor mucho antes. Venga, ponte esto.

–Pero… ¿qué es?

–Vale, lo haré yo primero. ¡Hay que ver qué desconfiado eres!

   Kanja se puso la tira sobre la piel e inmediatamente apareció extrañamente vestida del cuello a los tobillos.  Él se quedó boquiabierto mirándola. Se acercó a mirar de cerca y descubrió que, lo que había tomado como un traje muy ceñido, parecido a un mono de cuerpo entero, en realidad era algo como el body painting; no había ropa en absoluto, pero solo era detectable desde muy cerca. Había un efecto curioso, de forma que, desde cierta distancia, no se distinguían las prominencias que sobresalían de la superficie, ni siquiera vistas de perfil. Era como un camuflaje perfecto.

–¿Puedo tocar? –dijo él con precaución.

–Sí, claro. Pero tal vez prefieras usar esto antes… –respondió Kanja mostrándole la otra tira.

   Kare se volvió a sobresaltar al ser de nuevo consciente de que seguía desnudo. Le arrebató la tira tan aprisa que se le escurrió y se cayó al suelo. Se agachó nervioso y la cogió, poniéndosela enseguida. Pero se miró y vio que no había funcionado.

–¿La he roto al tirarla al suelo? –preguntó preocupado.

   Kanja se rio, negando con la cabeza.

–No. Es que todavía no sabes usarla. Solo tienes que concentrarte un poco en el diseño que quieres que te cubra y aparecerá sobre tu piel. Mira.

   El aspecto exterior que cubría a Kanja cambió, como si se hubiera cambiado de ropa instantáneamente.

–¿Ves? Puedes cambiar en cualquier momento de apariencia con solo pensarlo. Solo estás limitado por tu imaginación.

–Pero, ¿cómo lo hago? Estoy pensando en mi ropa habitual y esto no cambia.

–Tal vez tengas que empezar con algo más sencillo. Piensa solo en ropa de un color.

   Con bastante esfuerzo, Kare consiguió que su cuerpo apareciese completamente negro.

–¡Joder! –se rio Kanja–. Pareces un submarinista con un traje de neopreno. Pues sí que tienes imaginación…

–Me has dicho que pensara en un color, Y me pareció que el negro sería elegante.

–Para tu época tal vez, pero ahora tendrás que acostumbrarte a algo más alegre. Mira.

   Kanja empezó a modificar su aspecto con varios diseños muy coloridos con pocos segundos de intervalo.

–También puedes escoger patrones animados –prosiguió–. O puedes dejar de cubrir áreas de la piel que quieras dejar a la vista.

   Comenzó con un diseño de manga corta, luego cambió a algo como una minifalda, después eligió algo como una túnica con los hombros desnudos. Kare se asombró al ver que no se limitaba a lo que parecía pintado, sino que, sin saber cómo, aparentaba ondulaciones como las de tela con pliegues, es decir, como si llevase una túnica auténtica. Daba la sensación incluso que sobresalía de los límites del cuerpo. Y de pronto, Kanja adoptó una expresión traviesa.

–También se puede escoger algo más atrevido…

   Y entonces apareció con un patrón hecho de rombos, donde se alternaba lo que parecía ropa con otros que dejaban ver la piel desnuda. Kare no pudo evitar que su vista se quedase clavada en los pezones, que casualmente no estaban cubiertos.

–¡Joder! ¡No hagas eso! Vas a conseguir que se me note el efecto de tus bromas pesadas.

   Kanja soltó una carcajada y cambió el diseño a algo más pudoroso.

–Vamos, si este modelo causa sensación en las fiestas. Además con este invento, si no quieres, esas reacciones tuyas no se notan.

–Habría que ver a qué fiestas vas tú… –dijo Kare malhumorado–. Y ahora, ¿harás el favor de enseñarme a usar esto bien? No querría que, por un despiste, de repente aparezca en público en pelota picada. O mejor aún, si me consigues ropa de verdad me sentiría infinitamente más tranquilo.

–Ni hablar. En este tiempo tienes que adaptarte a las costumbres de la época. ¿Sabes lo que me costó acostumbrarme a la ropa de tu siglo? ¿Y qué habría pasado si yo hubiera usado este invento maravilloso en tu tiempo por no querer cambiar mis costumbres?

–No me lo quiero ni imaginar –admitió Kare.

–Aunque probablemente ni os habríais dado cuenta. Pero, de todas formas, me tuve que adaptar, como tendrás que adaptarte también tú a esto. Y a otras cosas… Espera, que te ayudo.

   Se acercó a él y le puso las manos a ambos lados de la cara. Instantáneamente se apareció ante la vista de Kare una representación del diseño que llevaba en ese momento. Kanja tomó, por así decirlo, el control de la imagen y eligió una textura de escamas de pez con irisaciones. Kare se miró y se vio vestido de esa guisa.

–¡No me jodas, que van a confundirme con una trucha!

–Pues está bastante de moda… Un momento, solo es para que veas cómo hacerlo.

  Le fue aconsejando cómo podía controlar sus elecciones, empezando con diseños sencillos y le fue cediendo el control poco a poco. Cuando parecía que lo iba dominando, le quitó las manos de la cara y le dijo:

–Mientras practicas un poco, voy a buscar algo para peinarnos…

   Se dirigió, como de costumbre, a la pared y volvió con una especie de varita de unos treinta centímetros. Cuando regresó, se encontró a Kare con cara de satisfacción y con un diseño de camiseta y pantalones vaqueros. Meneó la cabeza desaprobatoriamente.

–Con eso parece que vas a ir a una fiesta de disfraces vestido de hombre primitivo.

   Kare se sintió un poco decepcionado con el comentario y cambió el modelo por el de un vestido de pieles de animal.

–Esto sí que es ir de primitivo –dijo molesto–. Pero, ¿no ibas por un peine? No sé cómo quieres peinarte. Eso que llevas no tiene púas.

–Ni falta que hacen. Solo hay que pasarlo por el pelo dos veces y ya está –dijo acompañando la explicación con los movimientos correspondientes.

   Kare no era capaz de salir de su asombro. El pelo de Kanja, que hacía un segundo estaba muy alborotado, apareció perfectamente liso, como si se hubiera estado peinando durante horas. Después de que él también se peinase, Kanja recordó que anteriormente había interrumpido una pregunta de Kare.

–Antes me preguntaste si podías tocarme. Puedes intentarlo ahora.

–Bueno, en realidad ya no hace falta, ¿no? Yo me sigo notando desnudo con esto.

–Intenta pellizcarme.

–¿Qué?

–Que me pellizques. Solo inténtalo, a ver qué percibes.

–Yo… Estoo… No sé… –dudó él.

   Acercó tímidamente los dedos al brazo de Kanja y ella dio un paso atrás.

–Qué tímido eres… ¡Vamos! ¿No te gustaría pellizcarme en otro sitio?

   Kare estaba colorado como un tomate.

–Anda, intenta pellizcarme en el culo –dijo ella, dándose la vuelta.

–No. No puedo…

–No sabía que fueras tan pacato –le picó.

–Bueno, solo porque me lo pides… Pero luego no me sueltes un bofetón, ¿eh?

   Acercó la mano temblorosa al trasero de ella e intentó pellizcar pero le resultó imposible. Los dedos no conseguían acercarse a menos de un centímetro de ella. Lo intentó varias veces pero sin éxito.

–¿Y esto? –preguntó.

–También se pueden controlar las sensaciones táctiles; las que tú percibes y las que los demás perciben de ti. Ya te iré enseñando.

   Y seguidamente ella le dio un cachetazo en las nalgas.

–¡Ay! Pero, ¿qué haces? –se quejó él.

–¿Ves? Es bueno aprovechar todos los recursos que te ofrece la tecnología. Nunca sabes quién te puede intentar atacar por sorpresa. ¡Ojalá hubiera tenido esto cuando estuve en tu tiempo!

–¿Qué? ¡No me digas que te han tocado!

–Ni te puedes imaginar cuánto pulpo hay por ahí. Y algunos que conoces. En tu tiempo hay muy pocos hombres que sean tan tímidos como tú –hizo una pequeña pausa estudiada y añadió–. Y también mujeres…

–¿Qué? ¿Cómo? –él encontraba difícil de creer las confidencias que le estaba contando.

–Pero no perdamos más el tiempo –ella cambió de tema–. Ahora hay que ocuparse del calzado.

   De nuevo se fue a buscar dos nuevas tiras y le tendió una a Kare.

–Ya te imaginas cómo se usa esto, ¿no? –dijo ella.

–Supongo –dijo él tomando una de las tiras y pegándosela en el pie–. ¿Solo se usa una, o se necesita una para cada pie?

   Kanja no llegó a responder porque de pronto él se tuvo que agarrar a ella, por miedo a caerse. Ella se rio con esa reacción tan ridícula.

–¡No te vas a caer, hombre! Tus pies no tocan el suelo, pero te puedes mantener en pie como si llevaras un calzado normal.

–Perdona –dijo él azorado–,  me dio una sensación como si me hubiesen puesto unos patines y yo nunca he sido muy habilidoso con ellos, ¿sabes?

   En ese momento se dio cuenta que sentía el cuerpo de ella exactamente igual que si hubiera llevado una ropa convencional, como a la que estaba acostumbrado. Pero, al contrario que cuando se agarró a ella, cuando creía que se iban a caer el día anterior antes de entrar en el refugio, ella no lo instó a soltarla. Estuvieron unos segundos agarrados, mirándose fijamente, hasta que Kare por fin se soltó.

–Lo siento –dijo en voz baja.

–No te preocupes tanto –respondió ella sonriendo–. No es fácil acostumbrarse a tantas experiencias nuevas en tan poco tiempo.

–No, yo no me refería…

–Ya lo sé, tonto –cortó ella–. No le des más vueltas, anda.

  Después de una serie de instrucciones adicionales para que Kare aprendiese a usar correctamente la simulación de calzado, fueron recorriendo el lugar en dirección a la salida, en sentido inverso al que habían usado para entrar. Él se sentía muy raro con las nuevas adquisiciones; a pesar de haber conseguido controlar tanto el aspecto exterior como las sensaciones de tacto que hacían que la experiencia fuese muy parecida a haber llevado ropas y calzado convencionales, en el fondo era consciente de que realmente estaban desnudos y eso le provocaba una incomodidad bastante desagradable. Al llegar por fin a la superficie, vio que era más tarde de lo que había pensado. Intentó orientarse y le pareció que al sol no le faltaba mucho para ponerse, mientras que, con el rato que habían pasado dentro del lugar, ¿cuánto tiempo podía haber sido?, ¿una hora si acaso?, no debería ser tan tarde. Además, cuando habían llegado, debía ser casi mediodía… No le cuadraba para nada la hora. Tampoco podía ser ya el día siguiente, ni le parecía que hubiera tomado este por oeste y estuviese amaneciendo realmente… Estaba sumido en estas reflexiones cuando Kanja se fijó en que estaba muy pensativo y parecía que algo no iba bien en sus razonamientos.

–¿Qué te pasa ahora? –preguntó ella.

–El oeste está por allí, ¿no? –indicó con el dedo.

–Claro, por donde se está poniendo el sol. ¿No lo ves?

–Entonces… ¿Cuánto tiempo hemos estado ahí dentro?

   Kanja se quedó bastante perpleja con la pregunta.

–Hombre, casi 950 años –respondió temiendo una nueva crisis.

–Venga, no me vaciles.

–Si te refieres a la hora de destino respecto a la de salida, también puedes escoger el momento del día que te convenga. Yo elegí media tarde; así descansaremos en el refugio para que mañana podamos salir pronto.

–No te comprendo –siguió en su línea testaruda.

–A ver, Kare, céntrate, por favor –Kanja se temía que iban a discutir de nuevo–. ¿No te das cuenta de que estamos en tu futuro?

–¿Otra vez con eso? Ya me estoy cansando de tonterías, ¿sabes?

–¡Cómo que tonterías! –no pudo evitar gritarle– ¿Es que, con todo lo que has visto, no te das cuenta de que todo lo que te he estado diciendo es verdad?

   Un indicio de lágrimas asomándose a los ojos de Kanja hizo que él se alarmase. Pero siguió en sus trece.

–Porque me hayas traído a este sitio tan raro y me hayas enseñado cuatro juguetes de una tecnología a la que todavía no he pillado el truco, no te creerás que me voy a tragar esa bola…

–Pero, ¿qué bola, gilipollas? –la expresión de Kanja mostraba que estaba realmente desesperada por la cerrazón de mente de él–. ¿Es que ni aunque la realidad te esté mordiendo el culo vas a ser capaz de reconocerla?

   Kare se sintió algo dolido por los gritos y las expresiones de ella y, a la vez, tremendamente confundido. No comprendía cómo podía estar tan convencida de una falacia tan disparatada.

–Vamos, cálmate un poco –intentó pacificarla en vano.

–¿Qué coño tienes que ver para que me creas de una vez? ¡Jamás vi a nadie tan obtuso!

–No sé… –dijo dubitativo–. Algo medianamente creíble, no esto…

–¡Y con todo lo que hemos pasado, no le parece creíble al capullo éste! –dijo Kanja para sí misma, aunque en voz alta–. Vale, tú lo has querido. Ya te caerás alguna vez del guindo…

   Con cara indignada, Kanja comenzó a caminar por la plataforma a grandes pasos. Cuando Kare quiso reaccionar tuvo que dar una pequeña carrera para que no le cogiera demasiada distancia. Cuando se internaron entre los matorrales, él tuvo la extraña sensación que la vegetación le parecía algo cambiada. No recordaba que estuviese exactamente igual que cuando habían llegado, pero tal vez se debiera a que en aquel momento estaba desconcertado por no saber qué le esperaba y no se había  fijado bien en el entorno o quizás el cambio de iluminación hacía que pareciese diferente. También tuvo la impresión de que el camino que estaba cogiendo Kanja tampoco era el mismo que cuando llegaron; le pareció que habían venido desde más hacia el este de lo que iban ahora, pero confiaba que ella supiera bien dónde estaba el todoterreno. Pero, antes de que terminase de pensar en todo esto, se dieron de frente con algo que él no esperaba. Delante de ellos apareció un extraño objeto cuya función desconocía. Era como un elipsoide de un color blanco brillante, sin ninguna señal externa, de unos cinco metros de largo por dos metros  de ancho y un metro y medio de altura, aunque la parte inferior parecía plana. Por las dimensiones, a Kare le recordó un vehículo, pero enseguida lo descartó al no ver puertas ni ventanas y además carecía de ruedas. Kanja se detuvo junto al objeto y él preguntó mordaz:

–¿Otro juguete?

   Kanja no contestó. Solo lo miró con una cara de desprecio intenso, rozando el odio, que hizo que el corazón de Kare diera un vuelco. De pronto, apareció una abertura en un lateral y vio que, en efecto, debía ser un vehículo. Eso sí, el vehículo más extraño que había visto en su vida. Ella se subió y se sentó en el único asiento, que iba de lado a lado a lo ancho del habitáculo. Él se quedó fuera, pasmado, sin ser capaz de creer nada de lo que tenía ante los ojos. En cierto modo esperaba una indicación de ella para que también se subiese, pero Kanja miraba hacia delante con el rostro ceñudo; de verdad parecía muy enfadada y eso lo preocupaba mucho. Por fin se decidió a subir y se sentó a su lado. Como en las ocasiones anteriores, al sentarse notó cómo flotaba sin llegar a tocar la superficie del asiento. Tendría que acostumbrarse, supuso. En el interior todo era de un blanco impecable, extremadamente limpio; no había mandos, ni indicadores, ni nada por el estilo. La miró interrogativamente pero ella lo ignoró completamente. “Vaya rebote más tonto que se ha cogido”, pensó para sí. Y entonces se cerró el acceso por donde habían pasado y el interior se iluminó con esa luminosidad fantasma que lo llenaba todo sin una fuente de luz detectable. Y casi al mismo tiempo notó que el vehículo se levantaba del suelo al tiempo que la parte superior se hacía transparente, permitiéndoles ver por dónde se desplazaban.  Avanzaron a poca velocidad inicialmente, lo cual era lógico por lo agreste del lugar y porque, más adelante, los árboles no permitirían alcanzar grandes velocidades.

–¿Lo estas conduciendo tú? ¿Sin mandos? –preguntó Kare intrigado–. ¿No debería tener esto cinturones de seguridad? No quisiera caerme encima de ti en una curva...

   Kanja no respondió. Ni siquiera lo miró. Siguió con los labios apretados y la mandíbula claramente en tensión, mirando fijamente hacia delante como si él no estuviera allí con ella.

–Mujer, no te pongas así –dijo Kare sin convicción–. Yo no sé qué mosca te ha picado…

   Aunque no apreció ningún cambio en su semblante, de alguna manera detectó que, según iba hablando, el enfado de ella no hacía más que crecer. “Mejor quédate calladito un rato, ¿vale?”, decidió para sí mismo.
 

  El aparato volaba bajo, sin hacer ningún ruido. Kare no pudo encontrar ni rastro del camino de piedras que habían seguido con el todoterreno cuando llegaron allí. Era todo tan extraño que él empezaba a sospechar que aquello no podía ser real. Solo podía ser un sueño muy largo y con mucho detalle. Pero parecía tan real que también le costaba aceptar completamente esa hipótesis. Aquel vehículo volador, aquellos inventos que le había estado enseñando Kanja, esa situación tan condenadamente molesta, nada tenía sentido. ¿De dónde habría salido toda esa tecnología tan avanzada? ¿Era cosa de una agencia secreta? Pero, ¿con qué intención? Y, ¿qué demonios pintaba él en todo aquel enredo? Seguramente tendría que ser una terrible equivocación, aunque ya le había advertido Lashkii que no confiase en nadie. Y lo peor es que Kanja parecía haber perdido completamente el juicio. Tal vez le habían lavado el cerebro y ya temía que, aunque le presentara evidencias irrefutables, ella no sería capaz de aceptar lo evidente. Estaba muy preocupado por ella; él no sabía cómo debía afrontarlo. Tenía que ayudarla, intentar convencerla para que acudiera a un psiquiatra, tal vez tendría que ingresar en alguna institución donde la ayudasen de forma profesional. Pero tenía que haber alguien más detrás de ese tinglado que probablemente no le permitiría hacer lo que se proponía, alguien poderoso, con acceso a tecnología muy avanzada… ¿Podrían huir juntos a algún lugar donde no los encontrasen? No tenía información suficiente para empezar a hacer planes serios. Pero lo que sí tenía claro era que no la dejaría nunca sola; la ayudaría como fuera para salir de esa pesadilla.

   Estaba tan ensimismado con todas esas reflexiones, que no se percató de que habían llegado al llano y el vehículo iba circulando a pocos centímetros por encima del suelo. Era una maravilla ir en ese tipo de transporte, sin ningún bache, vibración, ruido, nada. Comparado con el viaje de ida, que había sido un martirio, esto era una bendición, incluso teniendo en cuenta que ahora no iban siguiendo ninguna carretera o camino. Lo único que impedía que disfrutase del viaje era el monumental enfado de Kanja, que no se había dignado a dirigirle la palabra en ningún momento; ni siquiera lo había mirado. Pensar que solo un poco antes de la discusión ella estaba tan radiante, lo hacía sentirse muy triste y desanimado.

  Según el terreno se fue haciendo más plano, el vehículo fue tomando una velocidad increíble. Además la luz en el exterior disminuía rápidamente y Kare se sentía bastante tenso porque tampoco llevaban luces que iluminaran el terreno por el que circulaban. Él habría deseado preguntarle los detalles que no comprendía de esa tecnología, pero con el enfado de Kanja, que no tenía pinta de disminuir, no se atrevió ni a abrir la boca. Aunque no circulaban por ninguno de los caminos y carreteras que habían transitado a la ida, se fue haciendo una idea acerca de la distancia que les faltaba para el refugio. Era impresionante; lo que les había llevado varias horas la mañana anterior, ahora a esa velocidad no tardarían mucho en llegar. De hecho, se sorprendió bastante cuando la velocidad disminuyó y al final el vehículo se detuvo al lado de un bosquecillo.

  No era demasiado parecido al que habían estado la otra vez, pero no cabía duda que debía estar cerca de allí, a juzgar por la distancia que habían recorrido, aunque el cálculo en esas condiciones era muy difícil de realizar. Se abrieron dos entradas, una a cada lado, y Kanja descendió sin decir ni una palabra; seguía enfurruscada. Kare salió por el otro lado y se apresuró a seguir sus pasos rápidos, para no perderla de vista en el bosque. No, definitivamente ese bosque no se parecía al otro. ¿Es que había varios refugios de ese estilo en la zona? Y, de pronto, se quedó verdaderamente confundido. Estaban en el claro donde el afloramiento de rocas ocultaba el refugio. No podía ser. Era el mismo, pero el entorno estaba tan cambiado… No tuvo mucho tiempo para pensar porque Kanja ya había entrado en el refugio, en cuyo interior aparentemente nada había cambiado. La siguió adentro y vio cómo ella se limitaba a sentarse en uno de los bancos pegados a la mesa. Su cara tenía una expresión pétrea, con la mirada perdida en ninguna parte. Kare no sabía qué hacer; ella no hablaba y él no se atrevía a decir nada para no empeorar la situación. Se sentó en el otro banco, al otro lado de la mesa y solo se dedicó a observarla. Le rompía el alma verla tan disgustada y no tener ni idea cómo podía hacer para cambiar todo. Esa situación tan incómoda duró más de lo que hubiera sido soportable, pero finalmente Kanja se levantó, se fue hacia una de las paredes, y él no supo exactamente qué estaba haciendo. Solo pudo espiar sus movimientos sin moverse de su sitio, aunque no sabía qué se traía entre manos. Un rato después, ella volvió hacia la mesa con unos objetos que posó en la mesa. Eran algo parecido a un par de tortas y otros dos objetos cilíndricos más pequeños, pero más altos. Con un seco “Come”, le dio una de las tortas y uno de los cilindros, que supuso sería un vaso o una lata de bebida. Era todo lo que había oído de ella desde la bronca que habían tenido. Kanja se puso a comer, al parecer sin demasiadas ganas. Él tampoco estaba con demasiados ánimos para comer, pero la curiosidad sobre lo que tenía delante podía más que el desánimo. Lo cogió, le dio varias vueltas, mirándolo desde todos los lados, lo olió, pero no obtuvo demasiadas pistas. Pensó que si la situación hubiese sido distendida entre ellos, ella habría disfrutado de lo lindo con su torpeza pero, dadas las circunstancias, él no se atrevió a hacer preguntas y ella ni siquiera se dignaba a mirarlo. Decidió dar un bocado, imitando a Kanja y, aunque la textura no se parecía a nada que hubiera probado antes, no resultaba desagradable; incluso el sabor, también muy diferente a experiencias previas, era bastante rico. Cenaron en un silencio deprimente y luego siguieron sentados, sin hacer ni decir nada. Kare no lo soportaba más y se levantó desesperado, caminando hacia donde debía estar la entrada. Y, antes de que terminase de pensar cómo haría para abrir el hueco de la entrada, éste apareció automáticamente. Salió hacia la oscuridad de la noche, absolutamente deprimido.

  Afuera hacía frío, pero a Kare le daba igual. Caminó unos metros y miró al cielo estrellado. Era espectacular; sin Luna y, sin ninguna contaminación lumínica artificial, se veían tantas estrellas que era difícil reconocer las constelaciones. Además, los ojos empezaron a empañarse por la tristeza que tenía por haberla fastidiado con Kanja. No sabía si alguna vez sería capaz de darle la vuelta a la situación y eso lo hacía temblar de desesperación. ¿O era de frío? No, la punzada en el pecho y las incipientes lágrimas eran ciertamente de pena. Se limpió los ojos con el dorso de la mano, sin dejar de mirar al cielo. Hacia el este, vio por encima de los árboles la constelación de Orión, el cazador, pero notó algo muy raro en ella. Donde debería haber estado Betelgeuse, una estrella roja brillante en el hombro izquierdo del cazador, no se veía más que una mancha muy débil. ¿Habría una nube tenue que difuminaría la luz de la estrella? Eso era algo extraño, porque debía ser absolutamente la única nube en todo el cielo que tenía a la vista en ese momento. Claro que, dentro del bosque no tenía una visión demasiado extensa. Muy intrigado y sin pensar demasiado, decidió irse hacia el borde del bosquecillo a ver si era capaz de tener una perspectiva más amplia del firmamento. En una situación normal no se habría alejado del refugio, por miedo a perderse, a ser atacado por animales salvajes, a poder accidentarse en la oscuridad, etcétera. Pero estaba tan absorto por no poder distinguir bien la estrella, que no prestó atención a las precauciones que solía adoptar. Al llegar al borde, vio que no había errado demasiado la dirección, cuando apareció cerca del vehículo en el que habían llegado. Se alejó de los árboles y se intentó concentrar en el cielo. “¡Qué raro!”, pensó de pronto. Observó de nuevo la constelación con atención y se empezó a alarmar.

–¿Me estoy volviendo gilipollas? ¡Esto no es posible! –dijo en voz alta, a pesar de estar completamente solo.

   Miró a los cuatro puntos cardinales y, de pronto, se sobresaltó como nunca le había pasado en toda su vida.

–Pero, ¿qué cojones es esto…?

   Y entonces cayó en la cuenta. Salió corriendo hacia el bosque a toda la velocidad que podían imprimir sus piernas. Se cayó varias veces, se arañó la cara, se chocó con varios árboles en la oscuridad, pero siguió adelante sin pensar en nada más que volver al refugio. Tras un rato, en el que casi consigue perderse, llegó finalmente al claro. Corrió sin resuello hacia el afloramiento de rocas y automáticamente se abrió la entrada.

What was supposed to be the machine, at least it was not white, although before, when seen from the window, it had seemed so. Now, standing in front of it, Kare realized that it had a completely reflective surface when he saw their naked bodies reflected, somewhat warped by the non-flat surfaces of the machine. Kanja went determined to the side of the machine and he followed her holding her hand. There was an opening through which they entered a not very large space, where they stood, facing each other, holding both hands. Kare had not the slightest idea what was going to happen, but he saw that she was very calm, almost radiant, as if she were intensely enjoying the situation.

“Where are we now?” Kare could not help the question.
“This is the machine, what else could it be?”
“I don't know. I thought there would be some seats, control panels, I guess something like that would have to be in a machine worthy of its name.”

Kanja laughed at the witticism and said:

“What strange ideas you have! No seats are needed, it's only going to last a few seconds. And the controls aren’t necessary.”
“But then, how does the machine know what moment it has to take you to?” It seemed to Kare that Kanja's mental state must be worse than he had imagined.
“You don't have to worry. I tell it mentally what time it has to go. But first, wait a bit here, I’ve got to do something.”

She let go of Kare's hands, stepped out of the machine for a moment, and came back with something like a small glass tube with black powder inside. Kanja sighed deeply and inserted the tube into an opening in the wall where they were standing.

“What was that?” Kare asked intrigued.
“A very valuable load of Iridium 192. It’s necessary to make the travel. I hope you’ll help us so that it isn’t necessary to use it anymore, because there isn’t much left...”

She stood in front of him and held his hands again.

“Is it also an essential requirement to hold hands?” Kare asked jokingly.
“No, but I like it that way." She replied, smiling. “But if you don't want to, I let you go.”
“No, no, no... That's perfect.”

Through Kare's mind crossed the idea that Kanja's smile did not seem so electrifying, now that she did not have a hair, but things were as they were. And he was thinking about this when he felt a strange sensation, as if he was a little dizzy, but not in the usual way. It was a feeling he had never experienced. He looked into Kanja's eyes, but did not detect anything strange, so he thought that she did not perceive it. And, just as he was going to tell her what he was sensing, stopped feeling it.

“Well, here we are.” Kanja said beamingly.
“We are, what? Or where?” Kare asked very confused.
“Nor what, nor where, but when. We have arrived.”
“What do you mean with ‘we have arrived’?”
”Sometimes you seem silly.” She reproached. “We’re in the 2966 of your era!”
“But nothing’s happened, has it?”
“Do you believe? Haven't you felt anything weird a while ago?”
“Yes, but... What does that have to do with it?”
“We were going through the elevator shaft, so you understand.”
“I don't understand anything.”
“Moving faster than your natural time produces that strange sensation you’ve experienced. But that's nothing. Going backwards is much worse. It takes a lot more energy to make the jump...”
“You're kidding me.” Kare said very confused.
“No kidding. Let's go out and you'll see it with your own eyes!”

Kanja let go of his hands and walked out where they had entered. Kare followed her intrigued without accepting anything that was happening. They headed for the wall where they had accessed from the disinfection room; she stopped and said:

“It may seem unnecessary, but we’ve got to go through the cleaning process again. Do you want to go first?”

Kare shrugged and saw one of those mysterious openings appear on the white wall and headed there, a bit like an automaton. What had happened before was repeated step by step again, only this time Kare followed the instructions without hesitation and almost before they were given to him. He walked out the other end of the room and into the benches room. But this time the garments that had been deposited before were not there. Kare was thinking where their clothes might be and, and if some mocker would have taken them and they were going to stay there naked without being able to do anything, when the hole opened through which Kanja came out smiling.

“They've stolen our clothes.” Kare said, pointing a finger at a bench.

Kanja let out a laugh.

“Did you think it was going to be there almost a millennium later?”

Kare grimaced, but before he could reply, Kanja raised a finger and said:

“Wait, before we take care of the clothes there’s something that I guess you’ll like.”

She went to one of the walls, took something from a hole that opened momentarily and returned to him handing him a piece of something flat, similar to a band-aid, but made of transparent material. Seeing Kare hesitate, she reconsidered the issue and said:

“One moment. Since I see you don't trust me, I'll do it first.”

She took one of the two band-aids, or whatever they were, and put it on the skin of her left arm. Then Kare could not believe his eyes. The strip appeared to melt into the skin, and within a few seconds, Kanja's hair began to grow to about the length it had been before. It was the same bright red color as always, all of it, although now it was tousled, disheveled. He gaped, unable to move a muscle. Kanja smiled, recovering her usual charm, and placed on Kare's chest the other strip she was holding. He noticed a certain tingling in all the areas where the hair was growing and after a short time he felt again that he had recovered his usual appearance. Well, almost. He put his hand to his face and realized that he had grown a thick, long, scruffy beard. His face must have told it all, how confused he was, and Kanja laughed again.

“Wow, you don’t look too bad with that long beard, but I'm afraid that this look isn’t in fashion at this time. You'll have to take it off. Wait a bit.”

As if he were hallucinating, he saw her go back to the wall and brought, from one of the usual ghost holes, a device that had a helmet-like shape. She laid it to Kare, who looked at her not knowing what he had to do with it.

“Put it on, and it’ll remove the hair you don’t desire.”

Feeling very clumsy with all that, Kare was going to put the device on his head, when Kanja leaped on him and grabbed it from his hands with wide eyes.

“What are you doing?” She yelled at him.
“Isn't it like this?”
“Well, if you want to have a roundhead and the beard up to your chest... Come on, let me teach you! You’re going to have to learn a few things!”

She placed the device on his face, carefully so that it covered only the area where the hair should disappear and, almost immediately, removed it. He did not see any hair inside the hollow of the device, but when he touched his face he discovered that it was extremely smooth, the best close-shave he had ever had. Kanja smiled approvingly and said:

“I told you before that the beard didn't look bad on you, but now you look almost handsome.”
“This is impressive! How’s this possible? Where does the hair go? Do I need to empty any waste container?”
“Nothing, the hair’s volatilized without any residue.”
“All the hours I've spent shaving. This is a real invention!”
“Well, you haven't seen anything yet...”

When the impression of what he had experienced was gone, he was again aware of the nakedness of both of them and instinctively covered his genitals again. Kanja made a reproachful face, turned back to the wall and came back with two other transparent strips similar to those that had previously made the hair grow.

“Come on, you’re going to suffer an attack. I don't understand why so much shame, nudity isn’t bad at all.”
“And now, what’s that? Is something going to grow on us besides hair?” 
“Mmmm. In a way... No, forget that, you're going to misinterpret it. Put this on and I'll teach you how to use it.”
“And why don't you get me some clothes instead of experimenting with weird things? The truth is that I’d be more comfortable before doing anything if I’m dressed first. Well, and you too. This is quite disturbing, you know?”
“How annoying you are! If you listened to me, for a change, you’d feel better much sooner. Come on, put this on.”
“But what is it?”
“Okay, I'll do it first. How distrustful you are!”

Kanja put the strip on her skin and immediately appeared strangely dressed from neck to ankles. He gaped looking at her. He came over to take a closer look and found that, what he had taken as a very tight suit, similar to a full body jumpsuit, was actually something like body painting; there were no clothes at all, but it was only detectable from very close. There was a curious effect, so that, from a distance, the prominences that protruded from the surface could not be distinguished, even seen from the side. It was like perfect camouflage.

“May I touch?” He said cautiously.
“Yes, of course. But maybe you'd rather use this first.” Kanja replied, showing him the other strip.

Kare was startled again as he was again aware that he was still naked. He snatched the strip from her so quickly that it slipped out and fell to the ground. He crouched down nervously and picked it up, putting it on right away. But he looked at himself and saw that it hadn't worked.

“Did I break it when I let it fall to the ground?” He asked concerned.

Kanja laughed, shaking her head.

“No. You still don't know how to use it. You just have to focus a little on the design you want to cover you and it’ll appear on your skin. Look.”

The outer appearance covering Kanja changed, as if she had changed her clothes instantly. 

“See? You can change your appearance at any time just by thinking about it. You’re only limited by your imagination.”
"But how can I do it? I'm thinking about my usual clothes and this doesn't change.”
"Maybe you have to start with something simpler. Think only of clothes of just one color.”

With quite a bit of effort, Kare managed to make his body appear completely black.

“Fuck!” Kanja laughed. “You look like a scuba diver in a wetsuit. Well, you do have imagination...”
“You told me to think of a color, and I thought black would look elegant.”
“For your time perhaps, but now you’ll have to get used to something more cheerful. Look.”

Kanja began to modify her appearance with several very colorful designs with a few seconds of interval.

“You can also choose animated patterns.” She continued. “Or you can leave uncovered areas of skin that you want to show.”

She started with a short-sleeved design, then switched to something like a miniskirt, then chose something like a robe with bare shoulders. Kare was astonished to see that it was not limited to what appeared to be painted, but somehow it appeared to ripple like pleated cloth, that is, as if wearing a real robe. It even gave the feeling that it protruded from the limits of the body. And suddenly, Kanja adopted a mischievous expression.

“You can also choose something bolder...”

And then she chose a pattern made of rhombuses, where what looked like clothing alternated with others that showed the bare skin. Kare could not help but gaze at her nipples, which happened to be uncovered.

“Fuck! Don't do that! The effect of your pranks is going to provoke a clearly noticeable reaction on me.”

Kanja laughed out loud and changed the design to something more discreet.

“Come on, this model drawns a lot of attention at parties. Also with this invention, if you don’t want to, those reactions of yours aren’t noticeable.”
“We'd have to see what parties you go to…" Kare said grumpily. “And now, will you please teach me how to use this properly? I wouldn't want to suddenly appear in public in the buff because of a mistake. Or better yet, if you get me real clothes I’d feel infinitely calmer.”
“No way. In this era you’ve got to adapt to the customs of the time. Do you know what it took me to get used to the clothes of your century? And what would’ve happened if I’d used this wonderful invention in your time because I didn't want to change my ways?”
“I don't even want to imagine it." Kare admitted.
“Though you probably wouldn't have even noticed. But, anyway, I had to adapt, as you’ll have to adapt to this too. And to other things... Wait, let me help you.”

She came to him and put her hands on both sides of his face. Instantly a representation of the design he was wearing at the time appeared before Kare's sight. Kanja took, so to speak, control of the image and chose a texture of fish scales with iridescence. Kare looked at himself and saw himself dressed in that fashion.

“Don't screw me, they're going to mistake me for a trout!”
“Well, it's quite fashionable... A moment, it's just so you can see how to do it.”

She advised him how he could control his choices, starting with simple designs and gradually let him control. When it seemed that he was mastering it, she took her hands off his face and said:

"While you practice a little, I'm going to find something to comb our hair...”

She went, as usual, to the wall and returned with a kind of wand about a foot long. When she returned, she found Kare with a satisfied face, wearing a T-shirt and jeans design. She shook her head disapprovingly.

“Wearing that it seems that you’re going to go to a costume party dressed as a prehistoric man.”

Kare was a little disappointed with the comment and changed the pattern to that of an animal fur dress.

“This is looking like a prehistoric man!” He said annoyed. “But weren't you going for a comb? I don't know how you want to do your hair. That thing you're carrying doesn't have spikes.”
“They don't even need them. You just have to pass it through your hair twice and that's it.” She said, accompanying the explanation with the corresponding movements.

Kare was not able to get out of his amazement. Kanja's hair, which a second ago was completely disheveled, now appeared perfectly smooth, as if she had been combing her hair for hours. After he also combed his hair, Kanja remembered that she had earlier interrupted a question from Kare.

“You asked me before if you could touch me. You can try now.”
“Well, it isn’t really necessary anymore, is it? I still feel naked with this.”
“Try to pinch me.”
“What?”
“Pinch me. Just give it a try and see what you feel.”
“I... Errrr... I don't know...” He hesitated.

He shyly took his fingers on Kanja's arm and she took a step back.

“How shy you are... Come on! Wouldn't you like to pinch me somewhere else?”

Kare turned red like a beetroot.

“Come on, try to pinch my ass.” She said, turning around.
“Nope. I can't...”
“I didn't know you were so prudish." She needled.
“Well, just because you ask me... But then don't slap me, huh?”

He took his hand to her bottom and tried to pinch it but was not able to do it. His fingers could not get nearer than one inch to her. He tried several times without success.

“And this?” He asked.
“You can also control tactile feelings; those you perceive and what others perceive from you. I’ll show you later.”

And then she slapped him hard on the buttocks.

“Oh! But what are you doing?” He complained.
“You see? It’s good to take advantage of all the resources that technology offers you. You never know who might try to attack you by surprise. I wish I had this when I was in your time!”
“What? Don't tell me they touched you!”
“You can't even imagine how many octopuses there are out there. And some people you know. There are very few men in your time who are as shy as you.” She made a small studied pause and added: “And also women...”
“What? How?” He found it hard to believe the confidences she was telling him.
“But let's not waste any more time.” She changed the subject. “Now we have to take care of the footwear.”

Again she went to get two new strips and laid one to Kare.

“You can imagine how this is used, right?” She said.
“I guess.” He said, taking one of the strips and sticking it to his foot. “Is only one used, or do you need one for each foot?”

Kanja did not get to answer because suddenly he had to hold on to her, for fear of falling. She laughed at that ridiculous reaction.

“You're not going to fall, man! Your feet don't touch the ground, but you can stand as if you were wearing normal shoes.”
“Sorry.” He said embarrassed. “I had the feeling as if they had put skates on me and I’ve never been very skilled with them, you know?”

At that moment he realized that he felt her body exactly the same as if she had worn conventional clothes, like the ones he was used to. But, unlike the day before, when he grabbed hold of her thinking they were going to fall, before entering the shelter, she did not urge him to let her go. They were holding on for a few seconds, staring at each other, until Kare finally let her go.

“I'm sorry.” He said quietly.
“Don't worry so much.” She replied, smiling. “It isn’t easy to get used to so many new experiences in such a short time.”
“No, I didn't mean...”
“I know, you fool.” She cut. “Don't give it any more thought, come on.”



After a series of additional instructions for Kare to learn how to use the footwear simulation correctly, they went through the place in the direction of the exit, in the opposite direction to the one they had used to enter. He felt very weird about the new acquisitions; despite having managed to control both the external appearance and the sensations of touch that made the experience very similar to having worn conventional clothes and shoes, deep down he was aware that they were really naked and that caused him a rather unpleasant discomfort. Reaching the surface at last, he saw that it was later than he had thought. He tried to orient himself and it seemed to him that the sun was not far from setting, while, with the time they had spent inside the place, how long could it have been? An hour maybe? It should not be so late. Besides, when they had arrived, it must have been almost noon... The time did not add up at all. Nor could it be the next day, nor did it seem to him that he had taken east by west and it was really dawn... No, that would be even worse. He was lost in these reflections when Kanja noticed that he was very thoughtful and it seemed that something was not right in his reasoning.

“What's wrong with you now?” She asked.
“The west is over there, isn't it?” He indicated with his finger.
“Of course, where the sun’s setting. Can't you see it?”
“So… How long have we been in there?”

Kanja was quite puzzled by the question.

“Well, almost 950 years.” She answered, fearing a new crisis.
“Come on, don't pull my leg.”
“If you mean to the time of destination compared to the departure time, you can also choose the time of day that suits you. I chose mid-afternoon; so we’ll rest in the shelter and we can leave soon tomorrow.”
“I don't understand you.” He continued in his stubborn way.
“Let's see, Kare, focus, please.” Kanja was afraid that they were going to argue again. “Don't you realize we're in your future?”
“Again with that? I'm getting tired of nonsense, you know?”
“What nonsense?” She could not help but shout at him. “With everything you've seen, don't you realize that everything I've been telling you is true?”

A hint of tears in Kanja's eyes made him alarmed. But he stuck to his guns.

“Because you’ve brought me to this strange place and you’ve shown me some toys of a technology that I haven’t yet got the hang of, you won’t believe that I’m going to buy that whopper...”
“What whopper, asshole?” Kanja's expression showed that she was really desperate for his closed-mindedness. “Even though reality is biting your ass you won’t be able to recognize it?”

Kare was somewhat hurt by her screams and expressions and, at the same time, tremendously confused. He did not understand how she could be so convinced of such a crazy fallacy.

“Come on, calm down a bit.” He tried to pacify her in vain.
“What the fuck do you have to see for you to believe me once and for all? I’ve never seen anyone so dim!”
“I don't know...,” he said hesitantly, “something fairly believable, not this...”
“With all that we’ve been through, it doesn’t seem believable to this prick!” Kanja said to herself, albeit out loud. “Ok, you wanted it. At some point you’ll wake up and smell the coffee...”

With an outraged face, Kanja began to walk across the platform in long strides. When Kare wanted to react he had to give a small run so that she would not take too much distance. When they went into the bushes, he had the strange feeling that the vegetation seemed to him somewhat changed. He did not remember that it was exactly the same as when they had arrived, but perhaps it was because at that time he was puzzled by not knowing what awaited him and he had not paid attention to the environment, or perhaps the change in lighting made it look different. He also had the impression that the path Kanja was taking was not the same as when they arrived; it seemed to him that they had come from further east than they were going now, but he trusted that she knew exactly where the SUV was. But, before he finished thinking about all this, they came face to face with something he did not expect. In front of them appeared a strange object whose function he did not know. It was like an ellipsoid of a bright white color, without any external markings, about five meters long by two meters wide and one and a half meters high, although the bottom seemed flat. Because of its dimensions, it reminded Kare of a vehicle, but quickly dismissed it when he saw no doors or windows and also lacked wheels. Kanja stopped by the object and he asked scathingly:

“Another toy?”

Kanja did not answer. She just looked at him with a face of intense contempt, bordering on hate, which made Kare's heart skip a beat. Suddenly, an opening appeared on one side and he saw that it must indeed be a vehicle. Of course, the strangest vehicle he had ever seen. She climbed up and sat in the only seat, which went from side to side all across the cabin. He stood outside, stunned, unable to believe anything before his eyes. He was kind of waiting for her to tell him to get on too, but Kanja was staring ahead with a frown; she really seemed very angry and that worried him a lot. He finally decided to get into the car and sat next to her. As on previous occasions, when sitting he noticed how he floated without touching the surface of the seat. He would have to get used to it, he guessed. Inside everything was spotless white, extremely clean; there were no controls, no indicators, or anything like that. He looked at her questioningly but she completely ignored him. ‘She’s gone ballistic about nothing’ he thought to himself. And then the access where they had passed was closed and the interior lit up with that ghostly light that filled everything without a detectable light source. And around the same time he noticed the vehicle lift off the ground while the top became transparent, allowing them to see where they were moving. They moved slowly initially, which was logical because of the ruggedness of the place and because, later, the trees would not allow them to reach high speeds.

“Are you driving it? Without controls?” Kare asked intrigued. “Shouldn't this have seat belts? I wouldn't want to fall on top of you on a turn...”

Kanja did not answer. She did not even look at him. She kept her lips tight and jaw clearly set, staring straight ahead as if he was not there with her.

“Woman, don't be like that.” Kare said without conviction. “I don't know what’s eating you...”

Although he did not see any change in her countenance, somehow he detected that, as he was speaking, her anger was only growing. ‘You better keep quiet for a while, okay?’ He decided to himself.



The vehicle flew low, without making any noise. Kare could not find a trace of the stony path they had followed with the SUV when they got there. It was all so strange that he was beginning to suspect that it could not be real. It could only be a very long and detailed dream. But it seemed so real that he also had a hard time fully accepting that hypothesis. That flying vehicle, those inventions that Kanja had been showing him, that situation so damn annoying, nothing made sense. Where would all that advanced technology have come from? Was it a secret agency thing? But with what intention? And what the hell did that mess had to do with him? Surely it had to be a terrible mistake, although Lashkii had already warned him not to trust anyone. And the worst part was that Kanja seemed to have completely lost her mind. Perhaps she had been brainwashed and he was fearing that, even if he presented her with irrefutable evidence, she would not be able to accept the obvious. He was very worried about her; he did not know how to deal with it. He had to help her, try to convince her to see a psychiatrist, maybe she would have to enter some institution where she were helped professionally. But there had to be someone else behind that farce who probably would not allow him to do what he wanted, someone powerful, with access to very advanced technology... Could they run away together somewhere where they would not be found? He did not have enough information to start making serious plans. But what was crystal clear for him was that he would never leave her alone; he would help her in any way to get out of that nightmare. 

He was so absorbed with all these reflections, that he did not realize that they had reached the plain and the vehicle was circulating a few inches above the ground. It was wonderful to go on that kind of transport, without any potholes, vibrations, noises, nothing. Compared to the outward journey, which had been an ordeal, this was a blessing, even considering that now they were not following any road or path.  The only thing that prevented him from enjoying the trip was Kanja's monumental anger, who had not deigned to speak to him at any time; she had not even looked at him. Just thinking that just a little before the argument she was so radiant, made him feel very sad and discouraged. 



As the terrain became flatter, the vehicle was reaching an incredible speed. In addition, the light outside was dimming rapidly and Kare felt quite tense because they did not have lights to illuminate the ground through which they circulated. He would have liked to ask her the details he did not understand about that technology, but with Kanja's annoyance, which did not seem to decline, he did not dare to open his mouth. Although they were not traveling on any of the paths and roads they had taken on the way out, he began to get an idea about the distance they needed to reach the shelter. It was impressive; what had taken them several hours the previous morning, now at that speed it would not take them long to arrive. In fact, he was quite surprised when the speed slowed down and finally the vehicle stopped next to a grove.



It was not exactly like to the one they had been in the last time, but there was no doubt that it must be close to there, judging by the distance they had traveled, although the calculation in those conditions was very difficult to make. Two entrances were opened, one on each side, and Kanja descended without saying a word; she was still in a sulk. Kare came out on the other side and hurried to follow her quick footsteps, so as not to lose sight of her in the woods. No, that forest definitely didn't look like the other one. Were there several shelters of that style in the area? And suddenly, he was truly confused. They were in the clearing where the outcrop of rocks hid the shelter. It could not be. It was the same, but the environment was so changed... He did not have much time to think because Kanja had already entered the shelter, inside of which apparently nothing had changed. He followed her inside and watched as she just sat on one of the benches attached to the table. Her face had a stony expression, staring into nowhere. Kare did not know what to do; she did not speak and he did not dare say anything so as not to make the situation worse. He sat on the other bench, on the other side of the table, and just watched her. It broke his soul to see her so upset and have no idea how he could change everything. That awkward situation lasted longer than would have been bearable, but finally Kanja got up, went to one of the walls, and he did not know exactly what she was doing. He could only spy on her movements without moving from his place, although he did not know what she was up to. A while later, she returned to the table with some objects that she placed on the table. They were something like a pair of cakes and two other smaller, but taller cylindrical objects. With a curt "Eat", she gave him one of the cakes and one of the cylinders, which he guessed would be a glass or a beverage can. It was all he had heard from her since the quarrel they had. Kanja began to eat, apparently without much hungry. He was not in much of a mood to eat either, but curiosity about what was in front of him was stronger than discouragement. He picked it up, turned it over several times, looking at it from all sides, smelled it, but did not get much of a clue. He thought that if the situation were relaxed between them, she would have enjoyed a lot his clumsiness but, given the circumstances, he did not dare to ask questions and she did not even lower herself to look at him. He decided to take a bite, imitating Kanja and, though the texture was unlike anything he had ever tasted before, it was not unpleasant; even the taste, also very different from previous experiences, was quite luscious. They dined in a depressing silence and then sat on, doing or saying nothing. Kare could not stand it anymore and got up hopeless, walking towards where the entrance should be. And, before he finished thinking about how he would open the entrance hole, it appeared automatically. He walked out into the dead of night, feeling absolutely miserable.



It was cold outside, but Kare did not care. He walked a few steps and looked at the starry sky. It was spectacular; without a Moon and no artificial light pollution, so many stars were seen that it was difficult to tell the constellations apart. Also, his eyes began to mist over from the sadness he had for having messed it up with Kanja. He did not know if he would ever be able to turn the situation around and that made him tremble with despair. Or was it cold? No, the pang in his chest and the incipient tears were certainly of sorrow. He wiped his eyes with the back of his hand, still looking up at the sky. To the east, he saw above the trees the constellation of Orion, the hunter, but noticed something very strange in it. Where Betelgeuse should have been, a bright red star on the hunter's left shoulder, there was no more than a very faint smudge. Would there be a faint cloud that would diffuse the light from the star? That was kind of weird, because it must have been absolutely the only cloud in the entire sky that was in sight at the time. Of course, inside the forest he did not have a very wide view. Very intrigued and without thinking too much, he decided to go to the edge of the grove to see if he was able to get a broader perspective of the sky. In a normal situation he would not have left the shelter, for fear of getting lost, of being attacked by wild animals, of having an accident in the dark, etc. But he was so engrossed by not being able to distinguish the star well, that he did not pay attention to the precautions he used to take. Arriving at the edge, he saw that he had not gone too far off course, when he appeared near the vehicle they had arrived in. He moved away from the trees and tried to concentrate on the sky. ‘How weird!’ he thought suddenly. He observed the constellation carefully again and began to be alarmed. 

“Am I becoming an asshole? This isn’t possible!” He said out loud, despite being completely alone.

He looked at the four cardinal points and, suddenly, he was startled as he had never been in his entire life.

“What the fuck’s this...?”

And then it dawned on him. He ran off into the woods as fast as his legs could go. He fell several times, scratched his face, bumped into several trees in the dark, but kept going thinking of nothing but getting back to the shelter. After a while, in which he almost got lost, he finally reached the clearing. He ran breathlessly to the rock outcrop and the entrance opened automatically.