Al despertar al día siguiente, Kanja reflexionó que era aconsejable un pequeño cambio de planes. En principio había considerado que podían pasar unos días en su apartamento, para que Kare fuera poco a poco acostumbrándose de nuevo a aquel entorno, pero, al haberse dado cuenta de los padecimientos físicos del hombre, reconsideró el tema y decidió que era mejor ir directamente a Lïmpa, donde podían intentar curarlo de sus dolencias, tanto físicas como mentales. Él parecía estar tranquilo, pero aquel asomo de cordura que tuvo antes de acostarse se había disipado de nuevo y volvía a hacer y decir las chorradas de costumbre en los últimos días. Por su parte, ella estaba absolutamente desmoralizada con lo que había percibido la noche anterior. No había ni asomo de los sentimientos tan intensos que él había mostrado por ella cuando se conocieron. El Kare que ella había conocido ya no estaba allí ni por asomo y estaba aterrorizada con la posibilidad de que nunca volviese.
No se demoraron mucho en partir hacia la red de gravitúneles y no sucedió nada reseñable hasta que llegaron al nodo de entrada más cercano. Recordaba que, en la anterior oportunidad, Kare se asustó muchísimo pensando que se iban a estrellar y se agarró a ella con fuerza. Según se acercaban esta vez, ella lo miró de reojo pero parecía estar muy tranquilo. Y, en el momento crítico, él reaccionó de la manera más impensable. De repente, para asombro de Kanja, se echó a reír a mandíbula batiente.
–¿Creías que íbamos a estrellarnos? –dijo él, casi llegando a las lágrimas de la risa–. Perdona, creí que después de haber visto varias de estas entradas ya te habrías dado cuenta... Para ti es fácil… Anda, no seas gruñón. Estando a mi lado no tienes que preocuparte.
Era deprimente, solo era un papagayo que repetía todo lo que había escuchado, sin la más mínima idea de lo que había detrás de las palabras que rememoraba. Si a ella antes le había dado esperanzas el hecho de que su memoria evocara todo con tal fidelidad, ahora no estaba nada segura de que ese síntoma fuera bueno. Tenía sentimientos contradictorios; por un lado estaba impaciente por llegar a Lïmpa para ver si era posible solucionar el grave problema pero, a la vez, si no tenía éxito, casi preferiría que el fatídico momento no llegase nunca.
El vehículo tomó el túnel que los llevaría a las cercanías del ascensor espacial y, cuando comenzaron a notar una disminución en su peso, Kare comenzó a murmurar por lo bajo sin que fuese fácil entender lo que decía.
–42,2 minutos. Claro, eso es cuando las condiciones son ideales pero, aun así, el gasto de energía se reduce muchísimo. Mucho mejor que los aviones, desde luego. ¿Lo habéis conseguido? ¡Vaya obra de ingeniería! La verdad es que hubiera preferido ir al 24. Seis siglos y parece nuevo. 42,2 minutos, en condiciones ideales, eso sí…
Era una letanía que repetía una y otra vez sin ningún tipo de orden. Los nervios de Kanja estaban a punto de desquiciarse y le dieron ganas de taparse los oídos pero consideró que, si lo hacía, él se daría cuenta y podía reaccionar de nuevo de manera imprevisible y prefirió aguantar porque, aunque era molesto, al menos no tenía pinta de convertirse en algo inmanejable.
Llegaron a la base del ascensor espacial y tuvieron que esperar un rato, por las inevitables colas que siempre se formaban para subir. Ella no perdía ojo de las reacciones de Kare y se dio cuenta de que se estaba poniendo nervioso. Miraba a todos los lados y resoplaba, a la vez que murmuraba algo que ella no fue capaz de captar. Le dio miedo de que fuera a montar cualquier espectáculo y, aunque se resistía a hacerlo, no le quedó más remedio que manipular con cuidado su mente para calmarlo un poco. Sabía que era peligroso y que hubiera sido preferible haber conversado con él para que pensase en otras cosas no relacionadas con lo que le inquietaba pero, con la inestabilidad que sufría el hombre, quizás solo empeoraría las cosas y, faltando tan poco para llegar, no quería que el asunto se desmandase. Inicialmente parecía que aquella manipulación había funcionado pero sabía que no debía bajar la guardia ni un solo segundo.
Por fin, les llegó el turno, subiendo con un grupo nutrido de pasajeros y Kare comenzó a hacer una serie de muecas extrañas que hicieron que la atención de los demás se centrara en ellos. Kanja no sabía cómo hacer para que él dejase de “dar la nota” y se arriesgó a proponerle que mirara aquel paisaje espectacular. Pareció dar resultado y él volvió a murmurar por lo bajo.
–Claro, la órbita de Clarke está a 35.786 kilómetros y, desde allí, se puede coger un transbordador al punto L1, con lo que el gasto energético sería mínimo… El problema es que hay que esperar al momento óptimo para que las dos estaciones estén en la alineación idónea. Y, ¿qué hacemos mientras tanto? Pero, ¿no me la puedo poner mientras esperamos? Pero, ¿qué os pasa a todas? ¿No se suponía que tendríais que ser homosexuales?
Kanja estaba preocupada, aunque esperaba que aquello solo lo escuchara ella. No quería ni imaginar qué podría pensar cualquier otro pasajero que no supiese de qué iba el asunto. Ni siquiera ella misma entendía algunos de aquellos pasajes que él recitaba, pero se daba cuenta de que ella nunca lo acompañó en sus anteriores viajes en el ascensor y podía rememorar cualquier cosa disparatada, al menos bajo el punto de vista de ella.
Al llegar a la estación superior, se sintió algo aliviada, aunque sabía que todavía quedaban el recorrido en el transbordador y la bajada en el ascensor lunar. Pero no era consciente de lo que se le estaba viniendo encima. Iban flotando por los pasillos que los conducirían a la sala de espera del transbordador cuando escuchó la voz imperativa de una mujer.
–¡Eh! ¡Vosotros dos! ¡Deteneos inmediatamente!
Todos los que circulaban por allí se volvieron a mirar hacia el lugar de donde procedía aquella orden tajante. Kanja también se volvió, deseando que no se refiriera a ellos. Pero en esta ocasión no tuvo suerte. Vio avanzar hacia ellos a una mujer muy alta de rasgos asiáticos y con cara de enfado. Ya la había visto en anteriores ocasiones, pero nunca había tenido ningún percance con ella; se trataba de la comandante Issanka Krott, que dirigía las operaciones del ascensor de la Tierra y estaba claro que su enojo iba destinado a ella. Se detuvo a su lado y, dirigiéndose al resto de personas que había alrededor, hizo que entendieran muy claro que siguiesen circulando y que allí no había nada que mirar. Entonces, sin ningún tipo de miramientos, agarró fuerte de un brazo a Kanja y al otro lado hizo lo mismo con Kare, aunque con él fue mucho más cuidadosa. Los llevó fuera del pasillo y entraron los tres en una sala vacía.
–¿Qué demonios significa esto? –preguntó a Kanja, con cara de pocos amigos.
–No sé a qué te refieres…
–¡No me vengas con tonterías, maldito cuervo! ¡Te he reconocido! ¿Qué habéis hecho con este pobre hombre? –y, volviéndose hacia él–. ¿Estás bien, Kare?
–¿Lo conoces? –preguntó Kanja, confundida.
–¡Por supuesto que lo conozco! –gritó–. ¡Esta vez sí que no voy a permitir más atropellos! Desde este mismo momento este hombre está bajo mi jurisdicción, aunque tenga que vérmelas con la mismísima Hiira.
–Pero no lo entiendes, no es… –intentó replicar Kanja.
–¿Cómo que no lo entiendo? Hace unos días este hombre había recibido una paliza terrible y tuve que curarlo, pero se marchó de aquí en perfecto estado. Y, ¡míralo ahora! Está en los huesos y terriblemente avejentado. ¿Cómo podéis haberlo torturado así en tan poco tiempo? ¡Sois unos auténticos monstruos!
–Pero no…
–¡¡¡Pero nada!!! –Issanka estaba fuera de sí–. Sal inmediatamente de aquí o haré que te encierren hasta que este sucio asunto se aclare.
Y, con una evidente superioridad física, la empujó fuera de la sala.
Kanja se quedó absolutamente bloqueada; nunca hubiera esperado verse en una situación semejante y no sabía qué podía hacer ahora. Lo primero que pensó fue en contactar con su superior inmediato, Gennmid, pero se dio cuenta de que él no estaba informado, por decisión expresa del Consejo, de la misión que le habían encomendado a Kanja. De hecho, no podía recurrir a absolutamente nadie que no fueran las tres componentes del Consejo. Pero le dio un pánico súbito contactar con ellas; si se enteraban de que había regresado con Kare, tal vez ellas decidieran retenerlo para lo que fuera que pretendiesen de él desde que le encomendaron la misión y Kanja no tenía ni idea de lo que habían planeado al respecto. Y, aunque la propia Hiira le había asegurado que no deseaban que él volviese a esa era para ser castigado, había algo turbio que hacía que no se fiara de sus supuestas buenas intenciones. Estaba sin salida; enfrentarse a Issanka se le hacía también impensable porque, aunque intentase convencerla razonando, lo que veía ya difícil de por sí, no podía confiar de ninguna manera que Kare apoyara sus tesis y hasta podía volver el asunto todavía más enredado, con la incontrolable volatilidad de su cabeza. Aquellos minutos, en medio de un pasillo en el que se había quedado sola, fue uno de los momentos más tensos y desesperantes que había vivido nunca. Pero sabía que no se podía quedar sin hacer nada, por lo que acabó decidiendo que la posibilidad menos mala a la que podía acudir era intentar contactar con Freditt. Dentro del Consejo era la única que parecía tener una visión diferente de las prioridades y apreciaba mucho a Kare. Además, había dejado caer que le agradaba mucho la circunstancia de que Kanja estuviese enamorada de él. No la conocía bien, porque solo había tratado con ella en una ocasión pero, si quería lograr algo positivo, no tenía otra salida, aunque estuviera aterrorizada por la imprevisible reacción que podría mostrar también alguien que estaba en la cima del poder.
Pero, como era lógico, no era tan fácil conectar mentalmente con alguien del Consejo; no se podía tener acceso directo de abajo a tan arriba y, en el momento que lo intentó, saltaron los filtros que lo impedían. Tuvo que echar mano de multitud de recursos, invocando algunas directivas especiales que se podían usar solo en caso de emergencia extrema, y ella había sido autorizada, por el hecho de estar en una misión especial del Consejo, a hacer uso de aquellas directivas. Lo que era irregular era acudir solo a Freditt, en lugar de hacerlo al Consejo en conjunto, o a Azëna, de la que en realidad dependía más directamente por pertenecer al Grupo de Seguridad Unificado. Por ello, tardó mucho más en llegar a instancias cercanas a su objetivo pero finalmente le dijeron que, si quería hablar con Freditt, tenía que personarse en Lïmpa y solicitar audiencia con ella, asegurándole que, como invocaba la directiva especial, tendría algún tipo de preferencia a la hora de ser recibida, aunque aquella indicación le pareció un poco vaga e imprecisa.
Se dirigió hacia la sala de espera y vio que estaba vacía, lo cual era lógico porque faltaban casi seis horas para que la alineación de la estación con la Luna permitiese la salida del transbordador. Entonces, decidió hacer lo que hacía todo el mundo en esa situación, alojarse en el hotel de la estación. Y, mientras tanto, ¿qué podía hacer en aquellas horas de espera? Entonces, se acordó de Niilja a la que, por ser su pareja, debería haber prestado atención desde el primer momento en el que había regresado a aquella época. Pero, sin saber por qué, sintió que no deseaba contactar con ella en ese momento, a pesar de que llevaba cinco años sin verla y que, durante todo ese tiempo, en muchas ocasiones la había echado mucho de menos. Pero ahora… Se intentó auto convencer de que la situación desesperada que estaba atravesando con el tema de Kare hacía que no estuviera preparada emocionalmente para hablar con ella, teniendo en cuenta además que ellos dos no se llevaban nada bien. Y se dio cuenta también de algo que la extrañó sobremanera. A esas alturas, Niilja ya tenía que haberse dado cuenta de que Kanja había regresado y tampoco había conectado con ella. ¿Qué les estaba pasando? ¿Estaría resentida por tener que estar en el poblado de los bastardos mientras que a ella la habían promocionado a la categoría de los Elegidos? No lo creía posible, porque suponía que entre ellas no tenía que haber ese tipo de tensiones. Y, sin embargo... Y se dio cuenta de otra circunstancia grave: ¡no habían podido hablar desde aquella ocasión en la que sus destinos divergieron tan enormemente! Cuando le encomendaron la misión actual, no le había dado tiempo a nada desde aquel episodio y, aunque para ella habían pasado cinco años, Niilja solo había experimentado unos pocos días y todavía tenía que tener reciente la herida, por lo que sí era posible que tuviese sentimientos encontrados respecto a Kanja. Pero, a pesar de haber pensado en todo esto, siguió sin establecer contacto con ella; tenía una especie de miedo irracional a una reacción desagradable de Niilja y no se sentía con fuerzas para tener una escena con ella.
Procuró cambiar la línea de sus pensamientos pero, si pasaba de pensar en Niilja a pensar en Kare, la situación la hacía sentirse aún peor. Estaba en un punto de su vida demasiado complicado y tenía que enfrentarse a demasiados obstáculos a la vez para que todo volviera a donde tenía que estar. Entonces, en medio de una situación desesperada, pensó que podía intentar una vía que no sabía si le daría algún resultado, pero la misma desesperación le inducía a considerar que cualquier posibilidad, por pequeña que fuese, merecía ser considerada. Pensó que podía intentar hablar con Milenka, la coordinadora del ascensor espacial de la Luna, y pareja de Issanka. Tal vez, si apelaba a ella y la trataba de convencer de que hiciese que Issanka entrara en razón, podría ahorrarse muchos disgustos y esfuerzos. Razonó que era probable que la mujer que retenía a Kare escuchase a su pareja antes que a cualquier otra persona. Por lo menos, era lo que ella esperaría en una situación semejante que pudiese ocurrirles, bien a ella, bien a Niilja.
Así pues, tenía que explicarle a Milenka que la situación de Kare no había sido provocada por un maltrato de ella, ni de nadie del Grupo de Seguridad Unificado, sino que se debía a una enfermedad del hombre y que ella solo trataba de buscar la cura de sus males y su bienestar. Y, durante las horas que quedaban para la salida del transbordador tenía tiempo para concretar los argumentos que tenía que utilizar ante aquella mujer.
***
Cuando llegó a la estación superior del ascensor espacial de la Luna, tenía la intención de buscar a Milenka, la comandante de la misma, aunque tenía la esperanza de no tener demasiadas dificultades para verla, porque a menudo estaba atenta a los pasajeros que llegaban en los transbordadores y tenía una presencia que era realmente fácil de distinguir. Pero, al salir a la sala de llegadas, no fue capaz de divisarla. Mirando hacia todos los lados, se encontró con un grupo de personas que acababan de subir en el ascensor lunar y que se dirigían al hotel de aquella estación para esperar la salida del próximo transbordador, cuando la disposición fuese la adecuada para ir a la Tierra. Entre toda esa gente, su mirada fue a posarse en una persona cuyas características físicas eran muy diferentes a las de los demás del grupo. Se trataba de una mujer poco agraciada y de corta estatura, lo que era poco frecuente en la gente que iba y venía de Lïmpa, porque normalmente los más interesados en estos viajes solían ser preferentemente Elegidos o Aspirantes, de facciones muy hermosas y cuerpos esculturales; también llamaba poderosamente la atención que sus caderas eran muy anchas, incluso para los estándares de los Ciudadanos, y el pecho también era abundante. Aquella curiosa y llamativa mujer también fijó su mirada en ella y le sonrió de una manera que a Kanja le resultó muy agradable. Correspondió a aquella sonrisa y entonces se dio cuenta de que, a pesar de su aspecto poco atractivo, tenía algo, no sabía qué, que encontró extremadamente sensual. Le subió una especie de calor desde dentro que la llevó casi a sofocarse. “¡Qué extraño!”, pensó; pero enseguida se volvió a centrar en el objetivo que tenía marcado. Siguió buscando a Milenka sin éxito y, después de algunas averiguaciones, se enteró de que en aquel momento la comandante no se encontraba en la estación porque había surgido algo importante que requería su presencia en el puesto equivalente de la Tierra y había recorrido el camino inverso a Kanja. ¡También era mala suerte aquello! Estuvo tentada de conectar mentalmente con ella pero se dio cuenta de que aquella no era una buena idea. Por un lado, el tema que quería hablar con ella era mejor tratarlo en persona y, por otro, existía la posibilidad de que su partida fuese debida a que tenía que solucionar algo muy importante con su pareja Issanka, tan importante de hecho, que tampoco podía hacerlo mediante la conexión mental. Algo le dijo que no podía descartar la posibilidad de que ese asunto tan apremiante también estuviera relacionado con Kare y no le gustó nada cómo se estaban desarrollando los acontecimientos. Muy desanimada pues, decidió que allí no tenía nada que hacer y se resignó a descender a Lïmpa, aunque no quería hacer unos planes demasiado concretos porque, al parecer, cada posibilidad que tanteaba estaba destinada a fracasar miserablemente. Entonces, pensó que lo más aconsejable era descansar un poco, si le resultaba posible, y esperar a que Freditt le concediera la audiencia prevista sin demorarse demasiado y que lo que pretendía de ella tampoco se torciese.
Al llegar a Lïmpa y alojarse en el lugar donde solía pasar sus estancias, sintió que necesitaba presionar un poco para intentar acelerar el proceso y poder reunirse con Freditt cuanto antes, pero se volvió a llevar de nuevo un jarro de agua fría. Le dijeron, de malas maneras, que tampoco se hallaba en Lïmpa, ya que había salido de viaje y no se sabía cuándo volvería; o tal vez no se lo querían decir, para que dejase de incordiar. ¿Es que no había una sola cosa que le pudiera salir bien?
Empezó a dar vueltas en el cuarto en el que estaba como si fuese un león enjaulado. No podía quedarse quieta con la situación tan complicada como estaba. Pero casi todos los frentes estaban atascados y se había quedado sin recursos. Antes de llegar, había pensado que necesitaba relajarse y, sin embargo, le resultaba imposible. Entonces, pensó que no debía demorar más la conexión con Niilja y, aunque no se encontraba en la mejor situación emocional, dejarlo para otro momento no era nada bueno, solo conseguiría empeorar las cosas.
La conexión directa entre Lïmpa y la Tierra era un poco complicada, porque la velocidad de comunicación entre los dos astros estaba relacionada con lo que permitía la velocidad de la luz, aunque había unos lugares especiales donde se podía eludir ese retardo mediante una comunicación especial sin demoras que permitía la tecnología del primer siglo. Sin embargo, eso exigía que ambas partes en comunicación se encontraran en unas cabinas determinadas y ahora Kanja casi prefería que su comunicación llevase algo de retardo para poder tener un tiempo de reacción, por si la actitud de Niilja se volvía desagradable. Y no fue desagradable del todo, pero sí notó una frialdad desacostumbrada en la relación entre ellas. Kanja la puso al día, comentándole solo someramente que había recibido órdenes para una misión altamente secreta y que había tenido que ausentarse sin poder avisar a nadie. Se dio cuenta de que estaba dando excesivas explicaciones innecesarias, haciendo que pareciera demasiado a la defensiva y que Niilja también lo notaba. Pero, aunque la actitud de ésta última aparentaba no dar demasiada importancia a las escusas de Kanja, ellas se conocían demasiado bien para darse cuenta de que tenían que verse en persona para limar las asperezas que podían haber surgido con todo lo que les había ocurrido en los últimos tiempos.
Al finalizar la conexión, aunque pensaba que se había quitado un peso de encima, no se sintió reconfortada. Entonces, volvió a subirle esa sensación de acaloramiento que había experimentado al cruzarse con aquella extraña mujer en lo alto del ascensor lunar y lo achacó a haber vuelto a ver a su pareja. En su cabeza empezó a surgir una obsesión molesta y no pudo evitar ceder a la tentación de recuperar una instantánea en forma de holograma de su reciente conversación con Niilja y, con esa visión delante, hizo un uso hábil de los dedos que la ayudara a descargase un poco de la tensión acumulada.
"Don't give me that nonsense, you damn crow! I recognized you! What did you do to this poor man?" She turned to him. "Are you all right, Kare?"
"Do you know him?" Kanja asked, confused.
"Of course I know him!" she shouted. "This time I'm not going to allow any more abuse! From this moment on, this man is under my jurisdiction, even if I have to deal with Hiira herself."
"But you don't understand, it's not..." Kanja tried to retort.
"What do you mean I don't understand? A few days ago this man had received a terrible beating, and I had to treat him, but he left here in perfect condition. And look at him now! He's skin and bones and terribly aged. How could you have tortured him like that in such a short time? You’re real monsters!"
"But no..."
"Nothing at all!" Issanka was beside herself. "Get out of here immediately, or I'll have you locked up until this dirty business is cleared up."
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