Kare se despertó sintiéndose muy extraño porque notaba que estaba completamente cuerdo por primera vez desde hacía mucho tiempo. Y allí estaba de nuevo, en lo que ahora consideraba su verdadero hogar. ¡Qué extraño había sido todo! No, ¡qué extraño seguía siendo! En la anterior ocasión que había pasado una temporada viviendo en aquel lugar, le había parecido espantoso; y, sin embargo, ahora era consciente de que era su sitio, que tenía que enderezar ese caótico entorno y esa época que, aunque había sido absolutamente ajena a cualquier cosa que nunca podría haber soñado antes, en ese momento se sentía como si fuese el hueco de un puzzle donde encajaba perfectamente. No se había sentido así nunca, ni en su tiempo, ni en ningún otro lugar de éste, por supuesto. Había vuelto a usar la misma desastrosa casucha que en la otra etapa y, a pesar de que se daba cuenta de lo miserable que era, se sentía muy a gusto en ella. También recordaba que había estado en otros lugares incómodos, cuando había pasado un año en aquella isla que, aunque el paisaje era maravilloso, tenía que reconocer que sus habilidades como constructor eran patéticas. Sin embargo, todo lo que rodeaba los recuerdos de sus últimas experiencias era muy borroso, como si se lo hubieran contado y le hubiese sucedido a otra persona, aunque ahora era completamente consciente de que realmente le habían ocurrido a él mismo.
El optimismo que respiraba en su nueva situación hizo que deseara ponerse manos a la obra cuanto antes. Se levantó muy pronto del camastro, desayunó un poco de los alimentos que Werimu se había empeñado en darle la noche anterior y salió a intentar limpiar alguno de los puntos de basura acumulada que había en la colonia. Ahora no podía detectarlos porque ya no disponía del inhibidor que le había proporcionado Lashkii, bueno, debería llamarle Züs, y solo veía lo que las IA permitían que cualquier humano viese para no verse dañado por la impresión. Era un maldito desastre, pero tendría que actuar por instinto y por los recuerdos que le quedaban de lo que había visto en la otra oportunidad. Se puso muy pronto a trabajar en ello y tenía que estimar a qué hora saldría Werimu a la calle; en ese momento tendría que dejarlo, porque sabía que le molestaba mucho que él se dedicase a hacer esas labores que ella no entendía, al no ser capaz de ver lo que había allí en realidad.
Después de ese ingrato trabajo, se marchó hacia el riachuelo en el que hacía sus abluciones diarias, con un punto de alegría adicional porque ahora sí disponía de jabón para lavarse adecuadamente. Sin embargo, se sintió muy raro porque llevaba aquella simulación de ropa en vez de la túnica que había llevado la otra temporada. Le parecía demasiado extraño meterse en el agua con esa apariencia de llevar ropa, aunque realmente era consciente de que no llevaba nada, pero tuvo que adaptarse a esa circunstancia. Se secó al sol, como acostumbraba, y luego volvió al poblado con una ilusión tremenda por volver a aquella actividad tan estimulante como era educar a unos niños que lo idolatraban y con los que él también disfrutaba como en ninguna otra actividad en sus experiencias anteriores.
Sin embargo, su alegría duró muy poco. Al dirigirse desde su casa hasta la terraza superior, donde vivían Werimu y los niños, escuchó unos sonidos que lo alarmaron muchísimo. Le pareció percibir que había una mujer que lloraba e intentaba quejarse desesperadamente mientras dos o más hombres se reían. Acudió corriendo al sitio del que le pareció que procedían esos ruidos y, cuando llegó, lo que se encontró hizo que el alma se le cayera a los pies y la indignación lo llenó de pleno. En una oscura calleja entre dos casas había dos tipos despreciables que estaban sujetando a una mujer y forcejeando con ella, que se debatía desesperadamente por quitárselos de encima. Uno de ellos había conseguido taparle la boca, para que no cundiese la alarma, y la sujetaba con fuerza, mientras el otro intentaba separarle las piernas con intenciones evidentes. Kare se lanzó sin pensarlo para embestir contra el tipo que intentaba forzar a la mujer y acabaron rodando los cuatro por el suelo. La mujer fue la primera en levantarse, con un instinto de protección que la salvó de las garras de sus atacantes y salió corriendo, sollozando e intentando recomponer sobre la marcha el vestido, que había sido desgarrado en el ataque. Kare levantó la cabeza, todavía un poco aturdido, y reconoció el vestido y, por supuesto, a la mujer que lo llevaba.
–¡Kalima! ¿Estás bien? –preguntó muy preocupado, pero ella no se detuvo a comprobar quién había sido su salvador y desapareció enseguida.
Los otros dos hombres se fueron levantando lentamente y, muy enfadados ante la irrupción de aquel maldito entrometido, intentaron tomarse venganza por aquella injerencia que había estropeado sus planes.
–Un momento –dijo Kare–, ¿no os dais cuenta del error que estabais a punto de cometer?
–Maldito Aspirante, nos has estropeado un buen rato y ahora vas a pagarlo muy caro.
Lo atacaron los dos, uno por cada flanco y se enzarzaron en una lucha desigual. Kare se defendió bien, como su instinto le fue permitiendo, pero tampoco había estado nunca en una situación tan comprometida y, a pesar de que los otros recibieron una buena dosis de golpes de todo tipo, finalmente se impusieron por la superioridad numérica y acabaron aprovechando esa ventaja. Uno de ellos lo agarró, mientras el otro le dio tal sesión de golpes y patadas, que temió que fuese su final definitivo. Ya era la segunda paliza que le daban en ese poblado, pero era consciente de que, en la anterior ocasión, se la habían dado profesionales que sabían cómo golpear para no causarle lesiones mortales y, ahora, los enfurecidos atacantes no iban a tener ninguna preocupación por no acabar con su vida.
Cuando estaba a punto de perder la consciencia, detectó una sombra que aparecía velozmente en la entrada del callejón y giró instintivamente la cabeza para ver si se trataba de alguien que pudiera ayudarlo en un momento tan difícil. Pero enseguida reconoció la silueta de aquella aparición y se sintió desfallecer aún más; Niilja lo observaba con una sonrisa malévola pintada en la cara y se quedó quieta, mientras los dos fulanos seguían machacándolo sin piedad. Y, sin embargo, estaba visto que su final tampoco tenía que ser allí, porque un nuevo personaje se sumó a la escena. Era Kalima de nuevo, que seguía llorando, pero se daba cuenta de la gravedad de lo que tenía delante.
–¡Niilja, por favor, para esto! –gritó desesperada–. ¡Lo van a matar!
–Vaya, vaya –dijo ésta muy calmada, sin hacer caso a su amiga–, pero, ¿qué tenemos aquí?
Los hombres dejaron de golpear a un Kare, que ya estaba al límite de sus fuerzas y se mantenía consciente a duras penas. Entonces, dejando a su víctima tirada en el suelo, intentaron huir por el otro extremo del callejón, pero éste no tenía salida e intentaron trepar por el muro de una de las casuchas. Sin embargo, no pudieron llegar muy lejos porque, antes de llegar a lo alto, cayeron al suelo fulminados. Kare no comprendía demasiado bien, pero supuso que Niilja los había bloqueado con algún dispositivo del que debía disponer, por pertenecer al GSU, parecido al que una vez había usado contra él y, al perder la movilidad de sus miembros, habían acabado rodando como si los hubiesen abatido con un arma. Luego, Niilja se acercó despacio y se paró justo al lado de Kare. Él no tenía demasiada fe en que ella se preocupara por su estado y vio sus sospechas confirmadas, aunque no se esperaba el alcance que tomó la situación. Ella se dio la vuelta y se dirigió a la muchacha.
–¡Kalima, cielo! Vuelve a la casa y espera a que yo llegue. Ahora me encargaré de esto y luego te atiendo.
La chica dudó un instante, pero al final obedeció y se marchó del lugar. Cuando Niilja se aseguró de que ya no estaba cerca, se volvió de nuevo hacia Kare y le dio una patada.
–Muy bien, hijos de puta, habéis cometido el peor error de vuestras vidas, pero no os preocupéis demasiado, éstas no van a durar mucho después de esto. El intento de violación de una Aspirante se paga con la ejecución, ¿lo sabíais, bastardos?
Entonces se agachó junto a Kare y le susurró:
–Especialmente tú, maldito cabrón. Por fin me lo has puesto en bandeja para acabar contigo de una vez.
Se volvió a incorporar y pareció esperar aunque lo que realmente estaba haciendo era llamar a un pelotón de agentes que se presentaron allí y se llevaron a los tres a una de aquellas cabañas de la fila inferior de casuchas donde recluían a los prisioneros pendientes de resolución de su caso. Y, con un destello de su maldad, ordenó a los guardias que metieran a los tres hombres en la misma caseta y sin supervisión, con la esperanza de que los otros dos terminasen el trabajo que habían comenzado.
***
Lo que sucedió entonces fue una nueva sorpresa para Kare; una sorpresa mayúscula. Los otros dos individuos estaban todavía tirados en el suelo de la choza, aunque él no sabía si era debido a que todavía padecían el efecto de la inmovilización a la que los había sometido Niilja o que simplemente estaban demasiado magullados para intentar moverse. Y aunque cuando Kare había entrado estaba machacado muy seriamente por todos los lados, poco a poco sus dolores habían empezado a ceder y notó cómo se iba recuperando a un ritmo incomprensible. Al cabo de unos pocos minutos estaba de nuevo en plena forma, como alguien que se ha dado una carrera agotadora y, tras un breve descanso, volvía a recuperar el ritmo respiratorio. No comprendía nada, pero así era. Intentó reflexionar sobre el tema pero sin encontrar una respuesta razonable. Y, mientras se debatía en este asunto, notó que uno de aquellos indeseables empezaba a dar signos de querer moverse lentamente. Se palpó los golpes recibidos y se dio la vuelta repentinamente, mirando a Kare, que estaba sentado en el suelo, con la espalda apoyada en una pared. Aquel fulano se incorporó y fue a despejar a su compinche, que reaccionó sin mucha tardanza. Notó que cuchicheaban y supuso de qué se trataba, preparándose para cualquier intentona de los otros. Se fueron acercando con sonrisas siniestras y, cuando estaban suficientemente cerca, Kare se levantó como un resorte y, ante las caras anonadas de aquellos desaprensivos, le sacudió un puñetazo a uno de ellos que lo dejó fuera de combate, mientras el otro huyó hacia el otro extremo de la minúscula estancia, acurrucándose contra una esquina, pidiendo clemencia. Kare sintió la tentación de machacar a ese hijo de perra, pero decidió que el miedo que tenía ya era bastante castigo y, además, si era cierto lo que les había dicho Niilja, su fatídico porvenir era tan horrible, que él no se sintió con ganas de ahondarlo más. También se sorprendió de nuevo al calmarse en breves instantes el dolor de la mano tras el puñetazo.
***
Pasado un buen rato, se abrió la puerta y entraron varios gorilas del GSU para llevárselos a otro lugar. Detrás apareció Niilja, que entró con una sonrisa confiada ante lo que creía que se podía encontrar. Pero, de pronto, esa sonrisa se congeló en su cara al ver a un Kare indemne, uno de los tipos en el suelo sin conocimiento y el otro acobardado en una esquina.
–¿Qué coño pasa aquí? –exclamó con rabia.
–Ya ves, estos muchachos te han salido rana; uno, un dormilón, y el otro, un acojonado…
–¡Sacadlos de aquí! –les gritó a sus secuaces.
Su cara era un poema, no era capaz de comprender cómo podía estar Kare aparentemente ileso, cuando ella había visto perfectamente que había entrado casi al borde de la muerte. Cuando los agentes pasaron al lado de ella, con Kare agarrado por los brazos, éste aprovechó la cercanía para susurrarle:
–Para tu tranquilidad, yo tampoco entiendo nada…
–¡Pues no te ufanes demasiado! ¡Ya acabarás lamentándolo dentro de muy poco!
Al salir al exterior, vio el poblado tomado por aquella banda de cuervos por todas partes. Dirigió instintivamente su mirada a lo más alto de la colonia y divisó a Werimu en la puerta de su casa-escuela, desafiando la presencia de aquellos matones. No pudo distinguir su expresión desde tan lejos pero se sintió reconfortado al comprobar que esta vez no la habían tomado también con ella, como en la otra ocasión en la que él también había salido arrestado de aquel peligroso lugar.
However, his joy was short-lived. As he walked from his house to the upper terrace where Werimu and the children lived, he heard sounds that alarmed him greatly. He thought he heard a woman crying and desperately trying to complain while two or more men laughed. He ran to the place where he thought the noises were coming from, and when he arrived, what he found made his heart sink and indignation filled him completely. In a dark alley between two houses, two despicable men were holding a woman and struggling with her, who was desperately writhing to get them off her. One of them had managed to cover her mouth, so as not to raise the alarm, and was holding her tightly, while the other one tried to spread her legs with obvious intentions. Without thinking twice, Kare lunged at the man who was trying to force himself on the woman, and all four of them ended up rolling on the ground. The woman was the first to rise, her protective instinct saving her from the clutches of her attackers. She ran away, sobbing and trying to mend the dress, which had been ripped in the attack. Kare raised his head, still a little dazed, and recognized the dress and, of course, the woman wearing it.
"Damn Aspirant, you've ruined our good time, and now you're going to pay dearly for it."
"Well, well," Niilja said very calmly, ignoring her friend, "what do we have here?"
Niilja sat back up and seemed to wait, although what she was really doing was calling a platoon of officers who showed up and took the three of them to one of the huts in the lower row of shacks where prisoners were held pending resolution of their cases. And, with a flash of her malice, she ordered the guards to put the three men in the same hut without supervision, hoping the other two would finish the job they had started.
What happened next was another surprise for Kare; a major surprise. The other two guys were still lying on the floor of the hut, though he did not know if it was because they were still suffering from the effects of the immobilization Niilja had subjected them to or because they were simply too bruised to try to move. And although when Kare had come in he was seriously battered all over, little by little his pain had begun to subside, and he noticed himself recovering at an incomprehensible pace. Within a few minutes he was back in top form, like someone who had just gone for a grueling run and, after a short rest, had regained his breathing rate. He did not understand anything, but that was the way it was. He tried to think it over, but could not find a reasonable answer. And while he was debating this, he noticed that one of those rotters was beginning to show signs of wanting to move slowly. The man felt the blows he had received and suddenly turned around, looking at Kare, who was sitting on the floor, his back against a wall. That bloke got up and went to revive his buddy, who reacted quickly. He noticed them whispering and guessed what it was about, preparing himself for any attempt from them. They approached with sinister smiles and, when they were close enough, Kare sprang up and, before the stunned faces of those unscrupulous people, threw a punch at one of them, knocking him out, while the other fled to the other end of the tiny room, huddled in a corner, begging for mercy. Kare was tempted to punch the son of a bitch, but decided that the fear he felt was punishment enough, and besides, if what Niilja had told them was true, his fateful future was so horrific that he did not feel like delving further into it. He was also surprised again when the pain in his hand after the punch subsided within a few moments.
After a while, the door opened and several USG bruisers entered to take the prisoners somewhere else. Behind them appeared Niilja, who entered with a confident smile at what she thought she might find. But suddenly, that smile froze on her face when she saw an unharmed Kare, one of the men unconscious on the floor, and the other cowering in a corner.
"What the hell is going on here?" she exclaimed angrily.
"You see, these guys have turned out to be a joke; one, a sleepyhead, and the other, a coward..."
"Get them out of here!" she shouted at her henchmen.
Her face was a picture of truth; she could not understand how Kare could be seemingly unharmed, when she had seen perfectly well that he had entered the room almost on the brink of death. When the officers passed by her, holding Kare by his arms, he took advantage of their proximity to whisper:
"For your peace of mind, I don't understand anything either..."
"Well, don't boast too much! You'll soon regret it!"
When he stepped outside, he saw the village overrun by that gang of ravens everywhere. He instinctively turned his gaze to the highest point of the colony and spotted Werimu standing at the door of her schoolhouse, defying the presence of those thugs. He could not make out her expression from so far away, but he felt comforted to see that this time they had not attacked her as well, as they had the other time when he, too, had been arrested from that dangerous place.
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