Cuando llegaron al apartamento de Kanja, ella estaba absolutamente desesperada. Kare no había dado ninguna señal de mejoría. Estaba fijo, mirando a ninguna parte y sus movimientos eran absolutamente mecánicos. Había caminado cuando ella lo había cogido del brazo y se había parado cuando lo había retenido, pero no había hecho nada más. ¿Y si era verdad lo que le había dicho Kolje y lo había dejado inútil para siempre por las prisas de querer que él respondiera sus preguntas, como si hubiese estado normal? No podría soportar saber que le había hecho un daño irreparable, aunque solo hubiera sido por desconocimiento. Y, en el caso de que se recuperase, ¿cuánto iba a durar aquel tormento? No estaba segura de que pudiera resistir demasiado tiempo sin hundirse psicológicamente si esa situación se alargaba demasiado.
Lo dejó sentado en el sofá y se fue a su dormitorio, porque necesitaba estar sola para llorar sin que nadie la viese. Aquella tensión emocional la iba a destrozar si no mejoraban las cosas. Cuando logró desahogarse un poco, se decidió a hacer algo que mejorara su estado de ánimo y pensó que sería una buena idea ver a sus vecinas, Siluna y Kalima, a las que hacía cinco años que no veía y las había añorado mucho. Pero no quería dejar a Kare solo en el apartamento y prefirió contactar primero con alguna, para que fueran ellas las que viniesen. Se decidió por llamar a Kalima y enseguida apareció su imagen frente a ella.
–¡Kanja! ¡Cuánto me alegro de verte! ¿Ya estás mejor? Estaba preocupada porque no he podido contactar contigo desde hace un tiempo.
Kanja recordó que la última vez que se habían visto ella estaba muy deprimida, tras haber echado a Kare de su casa y, desde entonces, para la vecina solo habían pasado unas pocas semanas.
–Sí, es que tuve que salir de viaje y no podía contactar con nadie.
–Me alegro tanto de que ya estés más animada… Pero, ven enseguida y hablamos en persona. Porque, por lo que veo, estás en casa, ¿no?
–Sí, pero no puedo salir; es mejor que vengáis vosotras…
Entonces, notó que la expresión de Kalima se ensombrecía y miraba abajo.
–Bueno… Ahora voy, pero Siluna no está. Ahora te cuento.
Kanja se preocupó; ¿por qué esa expresión triste y esa ausencia de Siluna? Se impacientó un poco, hasta que su amiga apareció en la entrada. Al encontrarse frente a frente se abrazaron con fuerza. Y, entonces, Kanja notó que Kalima había empezado a temblar en sus brazos y se dio cuenta de que estaba llorando; y súbitamente se contagió, a pesar de que se acababa de desahogar hacía solo un poco. Así siguieron un buen rato; debía de estar pasando también algo grave con Kalima para llegar a esa situación. Entonces, cuando parecía que las dos se habían calmado un poco, se separaron y Kanja la cogió con las manos a los lados de la cara.
–¿Qué ha pasado, cariño? ¿Por qué estás tan triste?
–Es que… –comenzó Kalima, mirando abajo–. Siluna y yo nos hemos peleado y ella se ha marchado.
–¿Cómo? –Kanja no podía creer lo que estaba escuchando.
–No se ha ido para siempre, no te vayas a creer que es tan malo. Se ha marchado una temporada pero, es que me siento tan sola sin ella… Y, además, si tú hubieras estado aquí las cosas habrían sido muy diferentes. Pero no tenía a nadie con quien hablar, con quién consolarme. Ha sido horrible.
–¿Tan seria ha sido la discusión?
–¡Qué va! Eso es lo peor, que hemos discutido por una tontería; pero la cosa se desmandó y, ya ves…
–Y, si no es una indiscreción, ¿de qué discutisteis?
–Nada, contigo hay confianza. Solo fue que queríamos hacer un viaje de placer y yo quería ir a un sitio y ella a otro. ¡Ya ves qué tontería! Pero las dos nos pusimos cabezonas y ella me dijo que se iba a ir donde quería, me gustase o no. Y yo… –suspiró, otra vez al borde de las lágrimas–, le dije que se podía ir donde quisiera y, si no volvía, mejor. ¿Cómo pude ser tan burra? ¿Crees que se lo habrá tomado en serio?
–Seguro que no –dijo Kanja, sonriendo–. Al principio se habrá enfadado mucho, pero apuesto a que ella también te echa de menos y se dará cuenta de que solo lo dijiste en un momento de nervios.
–¿Tú crees? –preguntó esperanzada, mientras Kanja asentía con la cabeza–. Y tú… ¿por qué lloras también?
Kanja dudó, pero se dio cuenta de que tenía que contarle a su amiga su propia tragedia.
–Ven, vas a verlo tú misma… –le dijo, cogiéndola de la mano.
Llegaron hasta donde estaba Kare y la cara de Kalima cambió a una expresión de gran alegría.
–¡Kare! ¡Has vuelto!
Se fue rápidamente hacia él, que se puso de pie automáticamente y ella lo abrazó con fuerza. Él se limitó a dejarla que lo abrazase, pero no movió un músculo. Kalima se dio cuenta enseguida de que algo raro estaba pasando, ante la aparente frialdad del hombre, y se separó, mirándolo con cara de extrañeza. Luego, se volvió hacia Kanja, que observaba la escena con una expresión de infinita tristeza.
–Kanja, ¿qué está pasando? –preguntó Kalima–. ¿Se ha enfadado conmigo por algo?
–No, no es eso. Es que tiene un problema mental y momentáneamente se ha quedado así.
–Pero, ¿por qué?
–Es largo de explicar y hay ciertas cosas que no te puedo contar, ¿sabes?
–¡Qué pena! ¡Con lo majo que es! –dijo Kalima, acariciando la cara del hombre inmóvil.
Después, pasaron un buen rato contándose sus penas, mientras Kare volvía a mirar fijamente hacia delante, sin hacer ni decir nada. Pero, en ese mismo momento, ocurrió algo que ninguno de ellos supieron y que estaba a punto de cambiar el discurrir de los hechos…
En esos instantes, Venus, o Sra. Willendorf, según el grado de confianza que ella diera a quien se dirigiese a ella, avanzaba por un pasillo del sector Byta. Caminaba despacio y, al llegar delante de uno de los apartamentos, se detuvo y se quedó contemplando un rato la entrada. Entonces, sonrió de aquella manera que resultaba tan irresistible y, aunque en ese momento no había nadie que pudiera verla, era una mirada que traspasaba cualquier obstáculo sin dificultad. Después de aquello, muy satisfecha, continuó lentamente su tranquilo paseo.
Las dos chicas seguían conversando con aquel sentimiento melancólico en el aire y, de pronto, sin saber cómo, Kanja sintió una especie de calor que subía muy de dentro, que no podía explicar y que no se atrevía a comentarle a su amiga.
–¿Me harías un favor enorme? –preguntó súbitamente.
–Lo que quieras, cielo –respondió Kalima.
–Verás… Me da mucho corte pedírtelo, pero hace mucho que no veo a Niilja y me gustaría estar con ella un rato pero, con Kare en este estado, no me atrevo a dejarlo solo…
–¡Yo me puedo quedar con él, no te preocupes de nada! –Kalima no dejó que terminase de excusarse–. Entiendo que quieras verla y, además, aunque no hable nada, me quedaré muy contenta con Kare.
–Pero no quiero que te veas obligada a…
–¡No, de verdad! –sonrió pícaramente–. Así, tal como está, le puedo contar todas mis penas y no me va a decir que me calle. Y, bueno, si lo hace, a lo mejor es que lo he curado, ¿no?
Kanja sonrió ante la ocurrencia de su amiga y la abrazó de nuevo.
–Eres un cielo, Kalima. Ya verás cómo, dentro de poco, todo se soluciona y lo podemos celebrar todos juntos…
***
Se sentía un poco culpable, aunque había sentido una necesidad irrefrenable de hacerlo. Pero, ahora que estaba desnuda en la cama junto a Niilja, después de haber hecho el amor desenfrenadamente, pensaba que había sido muy egoísta por su parte dejar a Kalima con Kare, cuando la vecina también estaba de bajón y él estaba como una estatua.
–¿Qué estás rumiando, amor? –preguntó Niilja.
–Nada, es que hacía tanto que no lo hacíamos que estaba disfrutando del momento de estar otra vez contigo.
Niilja se rio ruidosamente ante aquella mentira colosal.
–Vamos, no me vengas con esas ahora. Nos conocemos demasiado bien y sé que hay algo que te preocupa.
–No… Bueno… Es que no quería comentártelo para no ahondar en la herida… Pero me da mucha pena que tengas que estar en este lugar horrible y yo…
–Kanja, corazón, no hace falta que me cuentes ningún cuento. No te sirve de nada conmigo y, además, me hace más daño que quieras ocultarme algo. Entre tú y yo no puede haber secretos, ¿recuerdas?
Entonces, por la mente de Kanja atravesó algo que casi había olvidado. ¿Sería cierto lo que le había contado Kolje sobre las torturas que Niilja le había hecho a Kare?
–No podemos fingir a estas alturas que las dos no tenemos secretos una para la otra, ¿no?
–¿A qué te refieres? –Niilja se incorporó sobre un codo, mirándola con expresión preocupada.
–No, que sé que me has ocultado algunas cosas y yo tampoco te he contado todo sobre mí, y también lo sabes.
Niilja se dejó caer de nuevo sobre la espalda y suspiró.
–Espero que después del magnífico rato que acabamos de pasar no vamos a acabar discutiendo ahora.
–Tienes razón, es mejor que no le demos más vueltas en este momento y que hoy solo disfrutemos de estar juntas otra vez –dijo Kanja, echándose encima de Niilja y besándola en la boca.
***
Cuando estaba llegando de nuevo al apartamento, todavía sentía remordimientos por su escapada sexual, habiendo dejado su responsabilidad respecto a Kare en manos de una amiga que tampoco lo estaba pasando demasiado bien. Por eso, le había pedido a Niilja si podía conseguirle un poco de ese licor tan delicioso que les había gustado tanto y que, en dosis moderadas, podía alegrarlas un poco de sus penas. Con su ilegal regalo, oculto lo mejor que podía, llegó a la entrada del apartamento con una sonrisa, al pensar en la sorpresa que se iba a llevar Kalima. Pero la verdaderamente sorprendida fue ella misma. Cuando entró, no los encontró en el saloncito donde los había dejado sino que, de pronto, escuchó unos sonidos que la alertaron enormemente. Eran unos sonidos de jadeos de carácter inconfundible que provenían de su dormitorio y se dirigió corriendo allí. Y lo que se encontró la terminó de destruir. Vio a Kalima desnuda frente a ella, de rodillas, con las manos en el suelo y, detrás, Kare la agarraba por las caderas mientras la penetraba frenéticamente.
–¡Qué coño estáis haciendo! –gritó, sin poder controlarse.
Kalima se dio un susto de muerte y la miró, muy pálida, mientras Kare seguía a lo suyo, resoplando. La muchacha se levantó de un salto y salió corriendo fuera mientras, instintivamente, se intentaba tapar con las manos. Al salir, tropezó con su hombro y, llorando, dejó el apartamento a toda prisa.
–¡Eh, rubita! ¿Dónde vas? –dijo Kare, muy confundido–. ¡No me dejes así ahora!
Kanja estaba que echaba humo y se puso delante del hombre con los brazos en jarras, mirándolo con un enfado extremo. Él frunció el ceño y, se señaló el miembro erecto.
–¡Mira lo que has hecho! Ahora tendrás que terminar tú el trabajo…
No le dio tiempo a decir nada más. Kanja le soltó un bofetón que le hizo girar bruscamente la cabeza y comenzó a sangrar por la comisura del labio. La miró con una expresión como nunca había visto en él.
–¡Eres una hija de puta! –dijo bajo y con voz torva–. ¡Te odio!
–¡Me alegro! –respondió ella amargamente.
El hombre salió del cuarto y también la empujó en el hombro al pasar. Se dirigió hacia el cuadrado de aseo y se dio una radiación de limpieza. Luego, con absoluta soltura, se puso una tira de ropa y se sentó enfurruscado en el sofá, mirando adelante fijamente.
Kanja se dio cuenta entonces de que seguía con la botellita en la mano y le dieron ganas de estamparla contra la pared, pero decidió dejarla dentro del dormitorio, para que no estuviese a la vista de Kare, porque no se fiaba de la reacción de él. Luego, se marchó y se fue a ver a Kalima, dispuesta a echarle una bronca monumental.
Entró sin dificultad en el apartamento de la vecina y se la encontró boca abajo llorando en el sofá. Kanja seguía muy enfadada pero, al verla de aquella manera, le dio una pena inmensa. Se acercó y se sentó, acariciándole el pelo. Kalima volvió la cabeza y se la quedó mirando entre un río de lágrimas.
–¡Lo siento, Kanja! ¡Lo siento tanto! ¡No sé cómo ha podido pasar esto…!
Kanja suspiró y ayudó a su amiga a sentarse junto a ella. Entonces, la abrazó y, sin decir nada, dejó que la otra terminara de desahogarse.
–Vamos a ver, Kalima –le dijo cuando los sollozos cesaron–, ¿te das cuenta de que lo que has hecho puede ser muy peligroso para tu futuro?
–Lo sé –dijo mirando al suelo, muy avergonzada–, pero te repito que no sé lo que pasó…
Kanja se sintió mal, pensando que ella misma había tenido relaciones sexuales con Kare, a sabiendas de que podía perjudicarla en su porvenir y no se sentía moralmente con fuerzas para echarle la bronca a su amiga.
–A ver, cuéntame lo que recuerdas, es mejor que lo saques de dentro.
–Fue muy extraño, lo siento tanto…
–Sigue, no me voy a enfadar.
–Estábamos tranquilamente hablando… bueno, solo hablaba yo, claro, porque Kare solo miraba al frente fijamente, como si no estuviese allí, como si yo estuviera hablando con una estatua, y me dio mucha pena de verlo así. Entonces, se me ocurrió que a lo mejor podría… Era una tontería, ahora lo sé, pero… No te enfades, por favor…
–No te preocupes. Ya te he dicho que no me voy a enfadar –dijo, llevándole una mano a la cara y acariciándola.
–Bueno, me acordé que todavía quedaba un poco de ese licor tan rico en la botella que bebimos en la fiesta y que, a lo mejor, si él bebía solo un poco, podría animarlo…, ya sabes y hacer que hablase un poco.
Kanja había prometido que no se iba a enfadar y tuvo que hacer un esfuerzo para contenerse.
–Y, entonces –prosiguió Kalima–, salí un momento para venir aquí a coger la botella y me encontré enfrente a una mujer muy extraña.
Las alarmas de Kanja se dispararon.
–¿Era una mujer baja, poco agraciada, muy ancha de caderas y con los pechos muy abultados?
Kalima se quedó boquiabierta.
–¿La conoces? –preguntó anonadada.
–Y, ¿te sonrió muy agradablemente y sentiste un calor intenso que te subía desde dentro?
–Pero… ¿cómo sabes todo eso? Yo tenía miedo de contártelo y que no me creyeras.
Ahora todo estaba muy claro, la Sra. Willendorf, o Venus, se había pasado por allí y, aunque no sabía cómo lo hacía, había vuelto a hacer de las suyas. Y eso también explicaba lo que ella había sentido justo antes de necesitar escaparse para ver a Niilja. ¿Quién era aquella mujer y cómo hacía para provocar aquellos desmanes, aquellos fuegos que hacían perder a la gente la cabeza, por la excitación irresistible que provocaban? Entonces, reflexionando, empezó a tener una sospecha que empezaba a formarse de manera clara en su mente. Pero no pudo concluir nada, porque sintió que Kalima la agitaba, cogiendo su antebrazo.
–¡Kanja, reacciona! –escuchó cuando volvió en sí.
–Sí, tranquila. Estaba pensando.
–¡Me has dado un susto enorme! Creí que te habías quedado fija, como Kare.
Y, en ese momento, tuvo un mal presentimiento; había dejado solo a Kare en el apartamento, sin supervisión y más loco que una cabra. Se puso de pie bruscamente, ante el susto de su vecina.
–Perdona, cielo, pero tengo que volver enseguida. He dejado solo a Kare y no me fio de él.
No dio tiempo a reaccionar a Kalima y se volvió corriendo a su apartamento. Y sus miedos tomaron cuerpo cuando descubrió que él ya no estaba en el sofá donde lo había dejado un poco antes.
–¿Kare? –preguntó, con la vaga esperanza de que él estuviese en el otro cuarto–. ¿Dónde te has metido?
Notó que la voz le temblaba de miedo y buscó por el pequeño lugar sin encontrar ni rastro de él.
–¡¡¡Mierda!!! –gritó–. ¿Cómo puedo ser tan estúpida? ¡Se me ha vuelto a escapar!
Escuchó ruido a la entrada y se volvió con algo de esperanza, pero se frustró al descubrir que se trataba de nuevo de Kalima.
–¿Qué pasa? –preguntó ésta.
–¡Que se me ha vuelto a escapar, el muy cabrón!
–Pero, ¿dónde ha ido?
–¡Y yo qué coño sé! –gritó Kanja ante la cara de susto de Kalima, que se volvió a echar a llorar.
Entonces, se dio cuenta de que no tenía que pagarlo con ella, aunque todavía estaba muy molesta por lo que había sucedido solo hacía un rato.
–Perdona, no quería gritarte. Es que estoy muy nerviosa –dijo, volviendo a abrazarla.
Estaba empezando a sentirse como una cuidadora de niños, con un Kare incontrolable y una Kalima que tenía un carácter bastante inmaduro, rozando lo infantil. Y una asociación de ideas apareció repentinamente en su mente, dándole una pista a la que podía agarrarse. Pero primero tenía que intentar asegurarse de que estaba en lo cierto. Aunque, ¿cómo podía hacerlo? Y se le ocurrió hacer lo que se solía utilizar en el GSU cuando se buscaba a alguien sin conexión a la Comunidad de Mentes. Se rastreaban los dispositivos tecnológicos que pudiera llevar la persona buscada y les proporcionaba su localización exacta. Y Kare llevaba el dispositivo de traducción detrás de su oído, el… ¿cómo lo llamaba él? Sí, el babelfish. Pero necesitaba permisos especiales para aquel rastreo y, para entonces, a Kare le podía suceder cualquier cosa mala en su estado descontrolado. Entonces, pensó que no podía entretenerse nada y contactó con Gennmid, para que le pudieran facilitar el permiso para su búsqueda.
Aquello fue un verdadero suplicio; primero tenía que llegar hasta la persona con la que quería conectar, salvando los filtros que se interponían inevitablemente con alguien de posición tan elevada; luego, tuvo que sufrir el incordio del retraso que se producía en la comunicación con alguien que se encontraba en la Luna; después, intentar convencerlo de que le proporcionase vía libre para buscar los dispositivos de alguien, cuya identidad no estaba autorizada a desvelar, etc. Pero, tras un gran esfuerzo y haciendo uso de todas las herramientas de persuasión de que disponía, recibió a regañadientes la autorización.
Entretanto, Kalima estaba sentada en el sofá del apartamento de Kanja, sin ser capaz de controlar sus sentimientos confusos y sin recibir la atención de su amiga y vecina. Kanja decidió que sería mejor que la llevara consigo en su búsqueda porque, si estaba en lo cierto, podría matar dos pájaros de un tiro.
She left him sitting on the couch and went to her bedroom, because she needed to be alone to cry without anyone seeing her. That emotional tension was going to destroy her if things did not improve. When she managed to let off some steam, she decided to do something to improve her mood and thought it would be a good idea to see her neighbors, Siluna and Kalima, whom she had not seen in five years and had missed so much. But she did not want to leave Kare alone in the apartment and decided to contact one of them first, so they would be the ones to come. She decided to call Kalima, and immediately her image appeared before her.
"I'm so glad you're feeling more cheerful now... But come right away and we'll talk in person. Because, as I see, you're at home, right?"
"Yes, but I can't go out; it's better if you two come..."
"It's just..." Kalima began, looking down. "Siluna and I had a quarrel, and she left."
"What?" Kanja could not believe what she was hearing.
"She's not gone forever, don't think it's that bad. She's gone for a while, but I just feel so alone without her... And besides, if you’d been here, things would’ve been very different. But I didn't have anyone to talk to, anyone to comfort me. It was horrible."
"Was the argument that serious?"
"Oh no! That's the worst part, we argued over something silly; but things got out of hand, and you see..."
"If it's not an indiscretion, what did you argue about?"
"Don’t worry, you're our close friend. It was just that we wanted to take a pleasure trip, and I wanted to go one place and she wanted to go another. You see how silly it is! But we both got stubborn, and she told me she was going to go wherever she wanted, whether I liked it or not. And I..." she sighed, again on the verge of tears, "told her she could go wherever she wanted, and if she didn't come back, so much the better. How could I have been so stupid? Do you think she took it seriously?"
"I'm sure not," Kanja said, smiling. "She'd be really mad at first, but I bet she misses you too and will realize you just said it in a moment of nervousness."
"Do you think so?" she asked hopefully, while Kanja nodded. "And you... why are you crying too?"
"No, it's not that. He just has a mental problem, and he's temporarily like that."
"But why?"
"It's a long explanation, and there are some things I can't tell you, you know?"
"How sad! He's so nice!" Kalima said, caressing the motionless man's face.
"Whatever you want, honey," Kalima replied.
"You see... I'm really embarrassed to ask you, but I haven't seen Niilja in a long time, and I'd like to spend some time with her, but with Kare in this state, I don't dare leave him alone..."
"I can stay with him, don't worry about anything!" Kalima did not let her finish her excuse. "I understand you want to see Niilja, and besides, even if he doesn't say anything, I'll stay here very happy with Kare."
"But I don't want you to feel forced to..."
"I mean it, really!" She smiled mischievously. "Just the way he is now, I can tell him all my troubles and he won't tell me to shut up. And, well, if he does, maybe I've cured him, right?"
"Nothing. It's just been so long since we've done this that I was just enjoying being with you
"No... Well... I just didn't want to tell you so as not to fuel the fire... But I'm so sorry you have to be in this horrible place, and I..."
"Kanja, sweetheart, you don't need to tell me any stories. It's no use to you with me, and besides, it hurts me even more if you try to hide something from me. There can be no secrets between you and me, remember?"
"What do you mean?" Niilja propped herself up on one elbow, looking at her with a worried expression.
"I know you've kept some things from me, and I haven't told you everything about myself, and you know that too."
"You're right, it's best if we don't dwell on it right now and just enjoy being together again today," Kanja said, throwing herself at Niilja and kissing her on the mouth.
"I'm glad of it!" Kanja replied bitterly.
"I know," Kalima said, looking at the floor, very ashamed, "but I repeat, I don't know what happened..."
"It was very strange, I'm so sorry..."
"Go on, I'm not going to get mad."
"We were just talking calmly... well, it was just me talking, of course, because Kare just stared straight ahead, as if he weren't there, as if I were talking to a statue, and it made me feel so sorry for him. Then it occurred to me that maybe I could... It was silly, I know now, but... Don't be mad, please..."
"Don't worry. I've already told you I won't be mad," Kanja said, bringing a hand up to Kalima's face and caressing it.
"And she smiled at you very pleasantly, and you felt an intense warmth rising from within you?"
"But... how do you know all this? I was afraid of telling you and you wouldn't believe me."
"Yes, calm down. I was thinking."
"You scared the hell out of me! I thought you'd frozen like Kare."
"He got away from me again, the bastard!"
"Where did he go?"
"How the hell do I know!" Kanja shouted, staring at Kalima's frightened face, who burst into tears again.
No hay comentarios:
Publicar un comentario