Cuando Kare se despertó estaba muy desorientado y con dolor de cabeza. No reconocía el lugar donde estaba, hasta que se dio cuenta de que, salvo por las sandalias que seguía llevando puestas, estaba desnudo en la cama de Kanja. Ella no estaba allí, se habría levantado antes que él. Sonrió muy feliz al recordar la noche anterior y no le importaban en absoluto los efectos de la resaca. Sintió que por fin había tocado el cielo. Se levantó con cuidado, intentando que no se le fuese la cabeza. No sabía si ella se habría marchado ya, como era su costumbre. Se dirigió al saloncito y se encontró con Kanja, sentada en el suelo con la cabeza entre las rodillas y las manos por encima de la cabeza. Antes de decir nada, Kare se apresuró a coger una tirita para protegerse de la desnudez.
–Buenos días, preciosa. ¿Estás pasando un mal momento por la resaca?
Kanja ni se inmutó y él se empezó a alarmar. Se acercó, se agachó frente a ella y le puso las manos sobre las suyas.
–¿Estás bien? –preguntó preocupado.
Ella le dio un manotazo, rechazando las manos de él.
–¡No me toques! –dijo ásperamente.
Kare se echó hacia atrás asustado por su reacción y vio los ojos de Kanja arrasados en lágrimas. No era que tuviera resaca, es que estaba llorando.
–Pero, ¿qué te pasa?
–¿Que qué me pasa? ¡Que has arruinado mi vida!
Kare no entendía nada.
–¿Por qué dices eso?
–¡Ah! ¿Es que no te acuerdas de lo que pasó anoche?
–Pues claro que me acuerdo, pero fuiste tú…
–Sí, pero sabías que eso podía pasar y no me detuviste.
–Sí que intenté detenerte, pero tú no querías. Te lo advertí varias veces y tú no quisiste razonar.
–No me dijiste que habiendo bebido se hacían cosas que no querías hacer.
–Sí os lo dije, os lo advertí desde el principio y no quisisteis creerme. Además, con el alcohol, lo que hacen las personas es desinhibirse, y hacen con frecuencia lo que desean y no se atreven, o se contienen en condiciones normales.
Solo se encontró con el silencio de Kanja, que había vuelto a ocultar su cara entre las rodillas.
–Pero no entiendo por qué dices que te he arruinado la vida.
–Porque se enterarán de esto y ya no podré ser una de ellos.
–¿Ellos, quiénes?
–¡Los Elegidos, idiota! Me he invalidado de cara a ellos.
–Perdona, querida, pero no entiendo nada. Y, de todas formas, no tiene por qué enterarse nadie, a no ser que te quedases embarazada, aunque creo que eso es poco probable.
–Eres un ingenuo –le dijo con rabia–. Ellos lo saben todo.
–Mira, no comprendo nada de vuestras normas, costumbres, ni nada. Pero te aseguro que no te forcé a nada. Casi fuiste tú la que me violaste. Estoy seguro de que en el fondo me quieres.
Ella se levantó bruscamente y lo empujó, haciéndolo perder el equilibrio.
–¡Sí! ¡Te quiero, maldito seas! –le gritó fuera de sí y se echó las manos a la cara, llorando desconsoladamente de nuevo.
Kare se levantó rápidamente y se dirigió a ella, aunque no sabía si reaccionaría mal si la tocaba. Por fin, decidió cogerla de los hombros y, al ver que no lo rechazaba, la abrazó para consolarla. Ella lloró en su hombro un buen rato, con pequeños espasmos de vez en cuando. Él le acariciaba la cabeza intentando que se calmase e intentando buscar desesperadamente una vía para que ella le contara de qué se trataba todo este nuevo enredo. Por fin ella pareció relajarse un poco y, cuando él creyó que ya estaría más calmada, la separó de él suavemente y la cogió por la barbilla para que lo mirase a los ojos. Pero lo que vio lo asustó tremendamente. Vio reflejado en sus ojos un odio como nunca había visto en nadie anteriormente. Ni siquiera en Neila, que le había dedicado muchas miradas de odio de gran magnitud.
–¡Márchate! –dijo ella en voz baja y fríamente–. No quiero volver a verte nunca más.
–Pero yo… –él no podía creer lo que estaba oyendo.
–¡Que te marches, cabrón! –le gritó desaforadamente.
Y, dándose la vuelta, se fue donde estaban los papeles de Kare con todos sus cálculos. Los cogió y se los tiró con rabia.
–¡Y llévate todas tus mierdas!
Él se quedó petrificado, viendo volar los papeles, que quedaron desperdigados por todo el suelo. No dijo nada, no hubiera podido. Solo se agachó y los fue recogiendo despacio y en silencio mientras sentía un puñal en el pecho. Al ser de tamaños irregulares, le costaba tenerlos controlados, sin tener en cuenta además los temblores que lo invadían. Necesitaba algo con lo que sujetarlos y no se le fueran cayendo. Entonces se acordó de la túnica, que estaba tirada en el suelo del dormitorio. Fue por ella, hizo un paquete con los papeles y cogió el camino de la entrada con la cabeza baja. Antes de salir, miró por última vez a Kanja, que estaba de espaldas a él y sintió que su universo se había ido definitivamente a pique.
***
Cuando salió a los pasillos-calles, caminó sin rumbo, con la mente bloqueada. Tras un rato vagando, se hizo consciente de su entorno. Sintió rechazo de aquellos colores falsos que solo eran un engaño producido por la conexión mental. Entonces, decidió desconectarse definitivamente. Después de todo, estaba usando una especie de licencia temporal asociada a los patrones mentales de Kanja y para ella todo había terminado con él, por lo que sintió que no tenía ningún derecho a usarla. Todo se convirtió en el blanco insulso de los primeros momentos en los que llegó allí. Se detuvo un rato y reflexionó sobre los siguientes pasos que tenía que dar. Lo más lógico, si es que podía acudir a la lógica en esos momentos, sería que se marchara de allí y volviese a su tiempo, a su vida. Pero no tenía ni la más remota idea de cómo hacerlo. Tendría que buscarse un transporte para llegar a lo que en su tiempo se llamaba Vertula, acceder de alguna forma a la máquina del tiempo e intentar regresar a su mundo. Luego, allí, volver a buscarse la vida para llegar, desde un lugar tan peligroso, hasta su casa. Y todo esto sin la ayuda imprescindible de Kanja. Se le antojó una tarea imposible. Se sintió atrapado en un mundo que lo rechazaba y al que él rechazaba. Su única vía de escape pasaba por volver a ver a Kanja y pedirle que lo ayudara a volver a su tiempo. Pero ella había dicho que no quería volver a verlo más. No sería muy recomendable acudir a ella en ese momento. ¿Qué podía hacer? Solo se le ocurrió que tendría que esperar unos días hasta que ella hubiera recapacitado un poco y tentar a la suerte para procurar convencerla de que se apiadara de él y lo ayudase. Solo se le ocurrió que tendría que esperar unos días hasta que ella hubiera recapacitado un poco y tentar aPero, mientras tanto, tendría que quedarse en algún sitio aunque, ¿dónde? No conocía a nadie allí que le pudiera dar cobijo hasta que las cosas se suavizasen un poco. Bueno, conocía a Ianh, aunque le pareció que podía poner en apuros al pobre anciano si acudía a él. ¿Cómo podía explicarle que necesitaba su ayuda hasta que las cosas se pudieran arreglar? Luego pensó que también conocía a Kalima y Siluna, pero inmediatamente descartó la opción, porque solo podría empeorar la situación con Kanja, si es que se podía llegar a empeorar más. Bueno, sí que empeoraría, porque entonces sí que podía dar por seguro que ella no se dignaría a ayudarlo. Y, por supuesto, la otra persona que conocía en ese tiempo era Niilja, o Neila para él, pero esa opción sí que era absolutamente inviable. La menos mala de las opciones era pues visitar a Ianh, por lo que se dirigió allí. Pero eso también era un nuevo problema, porque se había desconectado mentalmente de la Comunidad y ya no tenía información virtual que lo ayudara a encontrar su destino. Aun así, tenía que intentarlo como pudiese. Se dirigió al sistema de transporte y actuaría un poco por instinto.
Cuando llegó a la cola para acceder a la lanzadera notó que la gente de su alrededor lo miraba de manera extraña, pero al principio supuso que sería alguna pequeña paranoia suya. Sin embargo, se dio cuenta de que la gente se separaba de él y a su alrededor se iba haciendo el vacío; eso no podía ser solo producto de su imaginación. Entonces se dio cuenta: olía a demonios. La noche anterior había sudado mucho, entre los vapores etílicos, los malos ratos pasados con las incontrolables muchachas, la lucha física con ellas y, finalmente, al hacer el amor con Kanja. Y además aquella mañana no había tenido oportunidad de asearse; es decir, todo un completo desastre. Intentó pasar lo más desapercibido que pudo, evitando durante el trayecto la cercanía a otras personas. Procuró concentrarse en los grupos que entraban y salían del “pasillo” central del transporte para calcular mentalmente dónde debía apearse para localizar el barrio donde vivía Ianh. Y, aunque no acertó, no se desvió demasiado y finalmente pudo encontrar su destino tras dar alguna vuelta que otra de más, teniendo en cuenta además que la apariencia habitual de la zona también era distinta sin la conexión.
Una vez allí, delante de la puerta, sintió vergüenza, pero no veía ninguna alternativa viable. Calculó aproximadamente dónde podía estar el lugar donde se pedía el acceso porque, al no estar conectado, tampoco había nada que se lo indicase. Pero, tras varios intentos, la entrada no se abría como de costumbre. Imaginó que sin estar conectado se le podría considerar un elemento extraño y serían rechazadas todas las funcionalidades del sistema social. Estaba completamente deshecho; todo se ponía en su contra. Esperó bastante rato, hasta que por fin se abrió el acceso por donde apareció Ianh.
–¡Vaya, qué sorpresa verte aquí, Kare Os…! –dijo con un aspaviento–. Al ser tan tarde, pensé que ya no ibas a venir.
–Sí, disculpa, pero… No sé cómo decírtelo, pero estoy metido en un problema y no sabía a quién acudir…
–Sí, claro, por supuesto. Pasa dentro y hablemos –dijo el anciano haciéndole una señal con las manos.
Una vez dentro, Kare le explicó, sin entrar en detalles complicados, que necesitaba un lugar donde pasar unos días y que, no podía contarle los pormenores, pero estaba fuera de la Comunidad de Mentes, por lo que no disponía de ningún medio de ayuda. Ianh reflexionó con cara de preocupación y dio vueltas alrededor del desmoralizado Kare. Un poco después, torció un poco el gesto al percatarse aparentemente de la falta de higiene de su invitado.
–Bueno, me parece que lo primero que necesitas es asearte un poco, ¿no?
Kare se sonrojó intensamente.
–Sí, te agradecería infinitamente que me permitieses usar tu zona de aseo.
Entonces Ianh se rió estruendosamente, para perplejidad de Kare.
–¿Mi zona de aseo? ¡Cómo se nota que eres un Aspirante! Aquí no tenemos zonas de aseo particulares. Tendrás que ir al aseo público del sector.
Kare no sabía qué decir. ¡Estaba tan perdido sin la guía de Kanja! Ianh reflexionó brevemente y luego dijo:
–Ven, te llevaré al aseo, y luego te llevaré con alguien que te puede ayudar. Por desgracia, no puedo ofrecerte un sitio en mi hogar, aunque nada me haría más feliz que poder hacerlo, en agradecimiento a todo lo que has hecho por mí.
–Yo sí que te estaré agradecido si me das cualquier ayuda en esta situación, por pequeña que sea.
Caminaron unos minutos sin que Kare fuese capaz de poner sus pensamientos en orden. Llegaron a un lugar bastante concurrido e Ianh dijo que tenía que dejarlo un momento allí, porque tenía algo urgente que hacer y que no se preocupase, que cuando saliera, ya estaría allí esperándolo.
Kare entró bastante despistado y entonces un hombre lo retuvo. Parecía hacer la función de vigilante o algo así. Lo miró despectivamente y señaló el paquete que llevaba bajo el brazo.
–No puedes entrar con eso. Tienes que dejarlo aquí. Y ese calzado… parece real. También se queda aquí fuera.
Aunque aquello era una pequeña contrariedad, no tuvo más remedio que dejarlo todo allí. Entró en una zona con bastante gente que utilizaban abiertamente los servicios de aseo y donde no había ninguna intimidad. Aquello era enormemente ruidoso, con la gente hablando muy alto por encima del ruido de fondo y sin dar ninguna importancia a que se los viera desnudos junto a gentes de todas las edades y de ambos sexos. Se sintió un poco acobardado, pero si todos podían mostrarse en público sin pudor, sería una torpeza por su parte actuar de otra manera. Se colocó en una zona marcada para uso individual, imitando lo que veía a los demás, y se activó el sistema habitual de desinfección. Sintió un gran alivio, realmente lo necesitaba. Era la primera sensación agradable del día desde que se había puesto en pie. Como ya esperaba, la ropa virtual que lo cubría desapareció. Luego siguió a los que iban a recoger sus nuevas tiritas de simulación de ropa. Cogió una con bastante ansia y se la colocó enseguida, pero no hizo ningún efecto. Intentó concentrarse lo más que pudo pero aquello no funcionaba. Lo único que cambió fue el color de su piel al sonrojarse de vergüenza. Pensó que el problema era que estaba desconectado de la Comunidad de Mentes y tampoco esto funcionaba ahora. Pero lo que le extrañaba era que, antes de conectarse por primera vez, sí había hecho efecto. Pero imaginó que debía ser porque Kanja lo había hecho posible al estar con él. ¿Qué iba a hacer ahora? Entonces se le iluminó la mente. ¡La túnica y las sandalias! Menos mal que se había quedado con ellas, si no, estaría realmente perdido. Qué extraño era el destino; si no hubiera ido a aquella extraña fiesta el día anterior, ahora no tendría nada que ponerse. Claro que, si no hubiese sido por la fiesta, no habría acabado acostándose con Kanja y no lo hubiese echado con cajas destempladas. Y tampoco podía olvidar que, si hubiera tenido algo diferente con lo que recoger sus papeles, no habría cogido la túnica. Y las sandalias… no se las había quitado desde la noche anterior y por eso las conservaba todavía. Él no creía en absoluto en ese tipo de cosas, pero cualquiera hubiese pensado que todo aquello estaba premeditadamente calculado. De todas formas, se apresuró para ver si sus escasas y muy valiosas pertenencias no habían desaparecido. Pero al salir desnudo a la parte de fuera, notó un gran alboroto.
–¡Eh, tú, imbécil! ¿Pero qué coño haces? –le gritó el supuesto vigilante desde lejos.
Kare se quedó estupefacto. No sabía qué nueva torpeza podía haber cometido ahora. Se dirigió donde estaban sus cosas y agarró el paquete con prisas. Sintió las miradas de la gente de alrededor clavadas en él. Y antes de que le diese tiempo a nada, notó que llegaba el vigilante y le daba un empellón contra una pared y después le soltó un bofetón que lo dejó desorientado.
–¿Cómo te atreves a salir desnudo, bastardo? ¿Es que no tienes un mínimo de vergüenza y dignidad?
Kare no comprendía nada. A solo unos metros, al otro lado de aquella dura pared contra la que se había chocado dolorosamente, había una multitud en pelotas, sin darle ninguna importancia y, allí y ahora, era casi un crimen imperdonable hacer exactamente lo mismo. Estaban todos completamente locos. Tenía que volver a su tiempo lo antes posible. Todavía algo desorientado, deshizo el paquete con cuidado, cogió la túnica y se la vistió con algo de dificultad. Le escocía la cara, le explotaba la cabeza de dolor y tenía los ojos llenos de lágrimas por la humillación. Luego se ató las sandalias y recogió con cuidado sus papeles. El espectáculo había terminado y la gente siguió a lo suyo, como si no hubiera pasado nada.
Al salir, vio a Ianh esperándolo, como le había prometido. Éste se dio cuenta enseguida de que algo extraño había sucedido. Se acercó al lado donde la cara de Kare estaba hinchada y muy colorada y preguntó preocupado:
–Pero, ¿qué te ha pasado?
–Nada –Kare intentó quitarle importancia–, solo ha sido un pequeño tropezón.
En ese momento, se asomó el gorilón de la entrada, que le gritó:
–¡Y no se te ocurra volver por aquí, bastardo!
Ianh se quedó perplejo.
–Ya veo –comentó con una débil sonrisa–, has tenido un tropezón con la mano de ese pedazo de animal…
Por suerte, no hizo ningún comentario más sobre el tema, respetando el mutismo y el estado de tristeza, claramente visible, de Kare. Caminaron un rato entre las calles abarrotadas de gente y llegaron a un establecimiento, donde Ianh le hizo una señal para que esperase a la entrada. Habló con un tipo que tenía apariencia ser bastante bondadoso y, tras algunos gestos y aspavientos de ambos, que de vez en cuando miraban hacia la entrada, se acercaron finalmente donde Kare esperaba.
–Verás –dijo Ianh en voz baja–, este hombre se ocupa de ayudar a gente que se encuentra en situaciones delicadas como la tuya. Él prefiere que su nombre no se conozca, porque lo que hace está fuera de la ley. Tampoco es que sea ilegal, pero es mejor que no le pongamos las cosas difíciles, por si atrapan a alguien a quien ayuda. Te dejaré con él y te llevará al exterior. Allí hay una colonia no legal donde viven las personas que están fuera de la Comunidad. Te proporcionará un lugar donde cobijarte, aunque no tiene ninguna de las comodidades de la civilización. Lo sentimos mucho, pero no podemos lograrte algo mejor.
–Os estoy infinitamente agradecido por esto que estáis haciendo por mí. Cualquier sitio en el que pueda pasar unos días, hasta que logre resolver mi situación, será mucho para mí. Y, respecto de las comodidades, no me importa, sabré adaptarme. Gracias, amigo.
Notó que los ojos de Ianh se humedecían y se marchó sin decir nada más. Entonces, el hombre le hizo una señal para que lo siguiera. Caminaron sin hablar bastante trecho, hasta lo que debían ser las afueras. Allí, entraron en un solitario cuarto que Kare dedujo que debía ser un elevador. Un momento después, se abrió la salida del cuarto y la luz del sol inundó la estancia. Llevaba tantos días bajo la superficie, que tuvo que protegerse los ojos con las manos para evitar ser cegado con el resplandor. Salieron al aire libre a una zona con escasa vegetación. Kare se sintió algo reconfortado al sentir el viento y el sol; realmente los había echado de menos. Después, el hombre bonachón y silencioso echó a andar por el paraje, en el que no se distinguían caminos ni senderos, y caminaron bastante tiempo por aquel terreno inculto. Kare no disponía de reloj, ni referencias horarias de ningún tipo, pero calculó que tardarían sobre una hora, hasta que llegaron a una arboleda dentro de un pequeño valle. Sin dudar un momento, el hombre se internó entre los árboles y aparecieron en una zona en la que había una serie de casas de una sola planta, alineadas en tres terrazas, donde se veían unas pocas personas dispersas, y que aparentemente no tenían nada que hacer. Kare sintió algo de aprensión ante el panorama, pero supuso que no podía esperar nada mejor si se encontraba en un lugar que estaba fuera de la Comunidad. Se fijó que, cuando pasaban por delante de estas personas, se los quedaban mirando fijamente, pero saludaban con un gesto de la cabeza al guía de Kare. Era como si sintieran un gran respeto por este hombre.
Por fin, pararon delante de la casa más alta del grupo y el guía le hizo un gesto para que esperase allí mientras entraba en el edificio. Kare obedeció y se quedó allí, con algo de reparo ante las miradas serias de los desocupados. Intentó no entrar demasiado tiempo en contacto visual con toda esa gente, y su mirada vagó por el lugar, intentando distraer su mirada con el entorno; pero tampoco había mucho que ver. Por fin, salieron dos hombres; uno era el que lo había guiado hasta allí y el otro era un individuo muy alto y corpulento que llevaba un parche en un ojo. La visión de este tipo no fue muy tranquilizadora, pero no tenía mucho donde elegir. El tipo grande, que llevaba una varilla de madera en la mano, miró a Kare sin disimulo y lo rodeó, mirándolo de arriba abajo.
–Bueno, y tú, ¿qué tienes? –dijo con voz ronca.
–Yo… No tengo nada que darte.
–¡Ya! Y esto –indicó al fajo de papeles que llevaba–, ¿qué es?
–Papeles, cosas que he escrito.
–¡Ah!, parece que sabes escribir, ¿no? ¡Bah! Eso no sirve de mucho.
Le cogió, sin preguntar, una de las hojas plagadas de ecuaciones y le echó un vistazo por encima. Luego la dejó caer al suelo sin ninguna consideración.
–¡Garabatos! No tienen utilidad.
A Kare no le gustó nada esa actitud, pero prefirió no hacer ninguna demostración de lo que pensaba. Se agachó a recoger el papel y, antes de llegar a cogerlo, tuvo que levantarse precipitadamente, al notar que el individuo mal encarado le levantaba la túnica con la varilla.
–¡Vaya! Extraño ropaje; y parece de buena calidad. A lo mejor se puede sacar algo con ello.
Kare apretó las mandíbulas, indignado, pero logró contenerse a duras penas. Luego, el tipo dijo con su sonrisa torcida:
–Bueno, vamos, te diré dónde te puedes quedar. Y tal vez haya algo más para lo que puedas servir.
El hombre con cara de buena persona, que lo había acompañado, se dio la vuelta sin esperar a que Kare le diera las gracias y se marchó como había venido, sin decir una sola palabra. Recogió su hoja de papel y siguió al tipo inquietante, que se fue hasta el borde del grupo de casitas.
Casi en el extremo de la fila del medio, cerca del lugar por donde habían entrado en la colonia, una de las casitas tenía la puerta abierta. Era la primera vez desde que llegara a ese tiempo que veía una puerta de verdad, algo tosca, pero reconfortantemente sólida y real. Le llamó la atención que aquella colonia, a pesar de encontrarse en un lugar perdido, y estar fuera de la civilización, se veía curiosamente limpia y tenía un aspecto bastante agradable. También le sorprendió que por la zona circularan los pequeños robots limpiadores que ya había visto en otras partes de la ciudad, aunque por allí parecía haber bastantes más. Supuso que por eso tenía tan buena apariencia, pero era tan raro que sintió que había algo en todo aquello que no encajaba. El tipo que lo conducía a su nuevo cubículo le señaló la entrada y, mirándolo nuevamente con un descaro preocupante le dijo:
–Bueno, Aspirante, este es tu sitio. Pero no te creas que en este mundo hay nada a cambio de nada. Vendré más tarde y espero que sepas hacer algo que merezca la pena.
Kare se quedó sin habla, mientras veía cómo el otro se marchaba. ¿Qué quería ese hijo de la gran puta? ¿Acaso querría violarlo? Entró en el reducido espacio que tenía delante y descubrió que la puerta tenía un cerrojo por dentro, lo que lo hizo sentirse un poco más tranquilo, aunque pensó que, si ese animal se lo proponía, la endeble puerta no supondría un gran obstáculo para él. Aquel cuartucho estaba limpio, pero no tenía ventanas. Había un aparato en una pequeña repisa que tenía el aspecto de ser una lámpara. Se acercó, tocó la base e inmediatamente se iluminó, aunque la luz era puntual, como las de las lámparas de su tiempo, en lugar de la luz que no tenía un origen concreto a la que ya se había acostumbrado en los últimos días. Se sintió algo más reconfortado porque así podría cerrar la puerta sin quedarse a oscuras. Miró a su alrededor y encontró solamente un camastro y una mesa con un taburete al lado. No era demasiado, pero al menos podría aguantar allí durante los días que considerase necesarios hasta que tuviera claro el siguiente paso a seguir. Dejó sus papeles en la mesa y se fue hacia la puerta. Entonces, se dio un susto de muerte cuando un robot limpiador se cruzó por delante de él a toda velocidad. Le tiró una patada, sin lograr dar en el blanco, y la máquina escapó a la calle.
–¡Vete de aquí! –dijo con rabia–. Ya está todo suficientemente limpio.
Cerró la puerta con un cerrojo muy simple y débil y se dirigió al camastro. Se sentó en él y descubrió que no se trataba de esos inventos donde se flotaba, sino que era también sólido y real. Entonces, fue cuando el mecanismo de defensa, que había utilizado su subconsciente para mantenerlo alejado de la realidad, se desmoronó. Se recostó y se echó las manos a la cara. Tuvo unas tremendas ganas de llorar, pero decidió aguantar. Sabía que llorar lo liberaría de las tensiones acumuladas y, en contra de toda lógica, optó por castigarse y revolcarse en una compleja mezcla de autocompasión y flagelación. Aquella misma mañana, cuando se despertó, había sentido que había tocado el cielo y, ahora estaba justo en las antípodas de ese sentimiento. Pensó que había subido tan rápido que se había chocado con el cielo y había caído hasta lo más bajo de su existencia. Ahora veía que, si la noche anterior había tenido que hacer el papel de Paris, ahora se parecía más a Ícaro: se había acercado demasiado al sol y se había derretido la cera de sus alas, cayendo al suelo y muriendo en el intento. Y lo peor era que consideraba que no había hecho absolutamente nada para merecer ese castigo. Su único “delito” era haberse enamorado de Kanja, pero siempre había intentado ser lo más correcto posible. Ella lo había estado provocando, con sus desnudos delante de él, sus besos y abrazos, sabiendo perfectamente lo que él sentía por ella; con sus juegos con sus amigas, que habían buscado permanentemente su excitación sexual. Y, por fin, a pesar de que él buscó, en contra de sus instintos, que no llegasen hasta el final, estando en condiciones mentales comprometidas, ella se había empeñado en hacerlo. Entonces, ¿qué coño quería que hiciera él? Le había echado la culpa de lo que había pasado y decía que él le había arruinado la vida. No entendía absolutamente nada. Tenía que estar loca, no le cabía la menor duda. Y había dicho que no podría llegar a ser uno de los Elegidos. ¿Qué mierda era eso? ¿Cómo podía esperar que él supiera qué tenía que hacer, si no le habían explicado nada de esa loca sociedad de descerebrados, que solo pensaban en juegos sexuales y en disfrutar del esfuerzo de los antepasados, sin hacer nada práctico en la vida? ¡Maldita sociedad decadente! Luego le dio vueltas a lo que Kanja le había dicho cuando él intentó defenderse. ¡Ella reconoció que lo quería y lo culpaba por ello! Sí, loca del todo. Pero la necesitaba, aunque solo fuera para que lo ayudase a salir de allí. Entonces, a pesar de todo, inesperadamente se quedó dormido.
“Good morning, sweetie. Are you having a bad time because of the hangover?”
Kanja did not react and he began to get alarmed. He walked over, crouched in front of her, and put his hands on hers.
“Are you okay?” He asked worriedly.
She slapped on his hands, fending off them.
“Don't touch me!” She said harshly.
Kare stepped back frightened by her reaction and saw Kanja's eyes full of tears. It was not that she had a hangover, it was that she was crying.
“What's wrong with you?”
“What's wrong with me? You’ve ruined my life!”
Kare did not understand anything.
“Why do you say that?”
“Oh! Don’t you remember what happened last night?”
“Of course I remember, but it was you who...”
“Yes, but you knew that could happen and you didn't stop me.”
“Yes, I tried to stop you, but you didn't want to. I warned you several times and you didn't want to reason.”
“You didn't tell me that having drunk you do things that you didn't want to do.”
“Yes I told you, I warned you three from the beginning and you didn't want to believe me. Also, with alcohol, what people do is lose their inhibitions, and often do what they want and don’t dare, or refrain themselves under normal conditions.”
He only met the silence of Kanja, who had again hidden her face between her knees.
“But I don't understand why you say I've ruined your life.”
“Because they’ll find out about this and I can no longer be one of them.”
“Them, who?”
“The Chosen Ones, you idiot! I’ve invalidated myself in front of them.”
“Sorry, dear, but I don't understand anything. And, anyway, no one has to find out, unless you got pregnant, though I think that's unlikely.”
“You're naïve!” She said angrily. “They know everything.”
“Look, I don't understand anything about your rules, customs, or anything. But I assure you that I didn’t force you to anything. You were almost the one who raped me. I'm sure deep down you love me.”
She stood up abruptly and pushed him off balance.
“Yes! I love you, damn you!” She yelled, out of herself and threw up her hands to her face bawling her eyes out again.
Kare quickly got up and approached her, although he did not know if she would react badly if he touched her. Finally, he decided to grab her shoulders and, seeing that she did not reject him, he hugged her to comfort her. She cried on his shoulder for a long time, with small shakes from time to time. He was stroking her head trying to calm her down and desperately trying to find a way for her to tell him what all this new mess was about. At last she seemed to relax a little and, when he thought she would be calmer, he gently separated her from him and grabbed her by the chin so that she looked into his eyes. But what he saw scared the hell out of him. He saw reflected in her eyes a hatred like he had never seen in anyone before. Not even in Neila, who had given him many hateful looks of great magnitude.
“Go away!” She said quietly and coldly. ”I don't want to see you ever again.”
“But I...” He couldn't believe what he was hearing.
“Go away, scumbag!” She yelled wildly at him.
And, turning around, she went to where Kare's papers with all his calculations were. She took them and threw them at him furiously.
“And take away all your shit!”
He was petrified, watching the papers fly, which were scattered all over the floor. He did not say anything, he could not have. He just crouched down and picked them up slowly and silently while feeling a dagger in his chest. Being of irregular sizes, it was difficult for him to have them controlled, without also taking into account the tremors that invaded him. He needed something to hold them with and they would not fall off. Then he remembered the tunic, which was lying on the bedroom floor. He went for it, made a package with the papers and took the way out with his head down. Before leaving, he looked at Kanja for the last time, who had her back to him and he felt that his universe had definitely hit the bottom.
When he went out into the corridors-streets, he walked aimlessly, his mind blocked. After wandering for a while, he became aware of his surroundings. He felt rejection of those false colors that were only a deception produced by the mental link. So, he decided to disconnect for good. After all, he was using a kind of temporary license associated with Kanja's mental patterns and for her it was all over with him, so he felt he had no right to use it. Everything became the bland white of the first moments when he got there. He paused for a while and pondered the next steps he had to take. The most logical thing, if he could resort to logic in those moments, would be for him to leave there and return to his time, to his life. But he had no idea how to do it. He would have to find a transport to get to what in his time was called Vertula, somehow access the time machine and try to return to his world. Once there, he would have to fend for himself to get from such a dangerous place to his home. And all this without the essential help of Kanja. It seemed like an impossible task. He felt trapped in a world that rejected him and that he rejected. His only way out was to see Kanja again and ask her to help him to get back to his time. But she had said she did not want to see him again. It would not be highly recommended to go to her at that time. What could he do? It only occurred to him that he would have to wait a few days until she had come to her senses and push his luck to try to convince her to take pity and help him. But in the meantime, he would have to stay somewhere, though where? He did not know anyone there who could give him shelter until things smoothed out a bit. Well, he knew Ianh, although he thought he might put the poor old man in trouble if he went to him. How could he explain to Ianh that he needed his help until things could be fixed? Then he thought that he also knew Kalima and Siluna, but immediately ruled out the option, because it could only make the situation worse with Kanja, if it could get any worse. Well, it would get worse for sure, because then he could take for granted that Kanja would not deign to help him. And, of course, the other person he knew at that time was Niilja, or Neila to him, but that option was absolutely undoable. The least bad of the options then was to visit Ianh, so he decided to go there. But that was also a new problem, because he had mentally unlinked from the Community and no longer had any virtual information to help him find his destination. Still, he had to try however he could. He headed for the transportation system and would act on instinct.
When he reached the queue to access the shuttle he noticed that the people around him were looking at him strangely, but at first he assumed that it would be some paranoia of his. However, he realized that people were separated from him and around him was becoming void; that could not just be a figment of his imagination. Then he realized: he stinked. He had sweated a lot the night before, because of the drunk alcohol, the bad times spent with the uncontrollable girls, the physical struggle with them and, finally, when making love to Kanja. And besides that morning he had not had a chance to clean himself; that is to say, a complete disaster. He tried to go as unnoticed as he could, avoiding the proximity to other people along the way. He tried to concentrate on the groups entering and leaving the central ‘corridor’ to mentally calculate where he should get off to locate the neighborhood where Ianh lived. And, although he did not succeed, he did not deviate too much and finally could find his destination after going around a bit more than he expected, also taking into account that the usual appearance of the area was also different without the link.
Once there, in front of the door, he felt embarrassed, but he did not see any viable alternative. He calculated approximately where the place where access was requested could be because, not being linked, there was nothing to indicate it either. But, after several attempts, the entrance did not open as usual. He imagined that without being linked he could be considered a stranger and all the functionalities of the social system would be rejected.
He was completely shattered; everything was against him. He waited for quite a while, until finally the access where Ianh appeared was opened.
“Wow, what a surprise to see you here, Kare Os...!”He said gesticulating. “Being so late, I thought you weren't going to come.”
“Yes, excuse me, but... I don't know how to tell you, but I'm in trouble and I didn't know who to turn to...”
“Yes, of course, of course. Go inside and let's talk.” Said the old man, waving to him to enter.
Once inside, Kare explained, without going into complicated details, that he needed a place to spend a few days and that he could not tell him the particulars, but he was outside the Community of Minds, so he had no means of help. Ianh pondered with a worried face and circled around the demoralized Kare. A little later he frowned a bit, apparently noticing his guest's lack of hygiene.
“Well, I think the first thing you need is to clean yourself a bit, right?”
Kare blushed.
“Yes, I’d be infinitely grateful if you’d allow me to use your cleaning area.”
Then Ianh laughed loudly, much to Kare's bewilderment.
“My cleaning area? There’s no doubt you’re an Aspirant! Here we don’t have particular cleaning areas. You’ll have to go to the cleaning house of the sector.”
Kare did not know what to say. He was so lost without Kanja's guidance! Ianh reflected briefly, and then said:
“Come with me, I'll take you to the cleaning house, and then I'll take you with someone who can help you. Unfortunately, I can't offer you a place in my home, although nothing would make me happier than being able to do so, in gratitude for everything you've done for me.”
“I’ll be grateful if you give me any help in this situation, no matter how small it may be.”
They walked for a few minutes without Kare being able to put his thoughts in order. They arrived at a quite crowded place and Ianh said that he had to leave him there for a moment, because he had something urgent to do and not to worry, when Kare came out, he would already be there waiting for him.
Kare came in rather confused and then a man stopped him. He seemed to do the function of watchman or something. He looked at Kare contemptuously and pointed to the package under his arm.
“You can't go in with that. You have to leave it here. And that footwear... it looks real. It also stays out here.”
Although that was a small setback, he had no choice but to leave everything there. He entered an area with quite a few people who openly used the cleaning facilities and where there was no privacy. It was enormously noisy, with people talking very loudly above the background noise and not giving any importance to being seen naked together with people of all ages and of both sexes. He felt a little cowed, but if everyone could show themselves in public shamelessly, it would be clumsy on his part to act differently. He got to an area marked for individual use, imitating what he saw to others, and the usual disinfection system was activated. He felt a great relief, he really needed it. It was the first pleasant feeling of the day since he had gotten up. As he already expected, the virtual clothing that covered him disappeared. He then followed those who were going to pick up their new clothing simulation strips. He took one rather anxiously and put it on right away, but it did not have any effect. He tried to concentrate as much as he could but that did not work. The only thing that changed was the color of his skin as he blushed with embarrassment. He guessed the problem was that he was unlinked from the Community of Minds and this did not work now either. But what puzzled him was that before linking for the first time, it had worked. But he figured it must have been because Kanja had made it possible by being with him. What was he going to do now? Then his mind lit up. The tunic and sandals! Luckily he had kept them, otherwise he would be really lost. How strange fate was; if he had not gone to that strange party the day before, now he would have nothing to wear. Of course, if it had not been for the party, he would not have ended up sleeping with Kanja and she would not have send him packing. And he also could not forget that if he had had something different to pick up his papers with, he would not have taken the tunic. And the sandals... he had not taken them off since the night before and that is why he still kept them. He did not believe in that kind of thing at all, but anyone would have thought that it was all premeditated. Anyway, he hurried to see if his few and very valuable belongings were not missing. But as he went out naked to the outside, he noticed a big fuss.
“Hey, you, idiot! What the hell are you doing?” The alleged watchman shouted from afar.
Kare was stunned. He did not know what new blunder he could have made now. He went to where his things were and grabbed the package in a hurry. He felt the looks of the people around fixed on him. And before he had time to anything, he noticed that the watchman arrived and shoved him against a wall and then gave him a full hand slap that left him disoriented.
“How dare you go out naked, you bastard? Don’t you have a modicum of shame and dignity?”
Kare did not understand anything. Just a few meters away, on the other side of that hard wall against which he had collided painfully, there was a naked crowd, without giving it any importance; and there and now, it was almost an unforgivable crime to do exactly the same thing. They were all completely crazy. He had to get back to his time as soon as possible. Still somewhat disoriented, he undid the package carefully, took up the tunic and dressed it with some difficulty. His face was stinging, his head was pounding with pain, and his eyes were full of tears of humiliation. Then he tied his sandals and carefully picked up his papers. The show was over and people went about their business, as if nothing had happened.
On his way out he saw Ianh waiting for him, as he had promised. He realized right away that something strange had happened. He walked over to the side where Kare's face was swollen and very red and asked worriedly:
“What happened to you?”
“Nothing,” Kare tried to play it down, “it was just a small stumble.”
At that moment the gorilla of the entrance appeared and shouted at him:
“Don't dare coming back here, you bastard!”
Ianh was puzzled.
“I see,” he said with a faint smile, “you've stumbled with the hand of that thug...”
Luckily, he did not comment further on the subject, respecting Kare's mutism and state of sadness, clearly visible. They walked for a while through the crowded streets and came to an establishment, where Ianh told him to wait at the entrance. He spoke to a guy who appeared to be quite kind and, after some gestures and fuss from both of them, who from time to time looked towards the entrance, they finally approached where Kare was waiting.
“You see,” said Ianh quietly, “this man is in the business of helping people who are in delicate situations like yours. He prefers that his name not be known, because what he does is outside the law. It's not that it's illegal either, but it's better that we don't make things difficult for him, in case someone he helps gets caught. I’ll leave you with him and he’ll take you outside. There’s a non-legal colony where people who are outside the Community live. It’ll provide you with a place to shelter, though it doesn’t have any of the comforts of civilization. We're very sorry, but we can't get you anything better.”
“I’m infinitely grateful to you two for what you’re doing for me. Anywhere I can spend a few days until I manage to resolve my situation will be a lot for me. And as for the comforts, I don't care, I’ll know how to adapt. Thank you, my friend.”
He noticed Ianh's watery eyes, who left without saying anything else. Then, the other man signaled Kare to follow him. They walked quite a distance without speaking, to what should be the outskirts. There, they entered a lonely narrow room that Kare deduced must be an elevator. A moment later, the exit of the room was opened and the sunlight flooded the place. He had been below the surface for so many days that he had to shield his eyes with his hands to avoid being blinded by the glare. They went outdoors to an area with sparse vegetation. Kare was somewhat comforted to feel the wind and sun; he had really missed them. Later, the good-natured and silent man began to walk through the place, in which no paths or trails were distinguished, and they walked for a long time through that rough terrain. Kare had no clock, no time references of any kind, but he calculated that it would take about an hour, until they reached a grove within a small valley. Without a moment's hesitation, the man went into the trees and they appeared in an area where there were a series of single-storey houses, lined up on three terraces, where a few people were scattered, and who apparently had nothing to do. Kare felt some apprehension at the prospect, but assumed that he could not expect anything better if he was in a place that was outside the Community. He noticed that, when they passed in front of these people, they stared at them two, but nodded at Kare's guide. It was as if they felt great respect for this man.
Finally, they stopped in front of the tallest house in the group and the guide gestured for him to wait there while he entered the building. Kare obeyed and stood there with some qualms about the serious glances of the idlers. He tried not to get too long in eye contact with all those people, and his look wandered around the place, trying to distract his gaze with the surroundings; but there was not much to see either. At last two men came out; one was the one who had guided him there and the other was a very tall and burly man wearing an eye patch. This guy's vision was not very reassuring, but he did not have much of a choice. The big guy, carrying a wooden rod in his hand, looked at Kare without disguise and walked around him, looking him up and down.
"Well, what do you have?" He said in a hoarse voice.
"I... I have nothing to give you."
“Sure! And this,” he said pointing to the wad of papers Kare was carrying, “what’s it?”
“Papers, things I've written.”
“Ah, you seem to know how to write, doesn't you? Bah! That isn't much useful.”
Without asking, he took one of the sheets full of equations and took a look over it. Then he dropped it to the ground without any consideration.
“Doodles! They’re useless.”
Kare did not like that attitude at all, but he preferred not to show what he thought. He bent down to pick up the paper and, before reaching it, he had to get up hastily when he noticed that the ill-featured guy was lifting the back of Kare’s tunic with the rod.
"Wow! Strange clothing; and it looks good quality. Maybe something can be gotten out of it.”
Kare clenched his jaws in outrage, but barely managed to hold back. Then the guy said with his crooked smile:
“Well, follow me, I'll tell you where you can stay. And maybe there's something else you can be good for.”
The nice-guy faced man, who had accompanied him, turned around without waiting for Kare to thank him and left as he had come, without saying a single word. Kare picked up his piece of paper and followed the brooding guy, who went to the edge of the group of little houses.
Almost at the end of the middle row, near the place where they had entered the colony, one of the houses had its door open. It was the first time since he arrived at that era that he saw a real door, somewhat rough, but comfortingly solid and real. It struck him that this colony, despite being in a lost place, and being outside civilization, looked curiously clean and had a rather pleasant appearance. He was also surprised that the small cleaning robots that he had seen in other parts of the city circulated in the area, although there seemed to be quite a few more there. He guessed that was why it looked so clean, but it was so weird that he felt like there was something wrong with it all. The guy who was leading him to his new cubicle pointed to the entrance and, looking at him again with worrying impudence said:
“Well, Aspirant, this is your place. But don’t believe that in this world there’s anything for free. I’ll come later and I hope you know how to do something worthwhile.”
Kare was speechless, as he watched as the other one go. What did that son a bitch want? Would he want to rape him? He entered the small space in front of him and found that the door had a lock on the inside, which made him feel a little calmer, although he thought that, if that animal proposed it, the flimsy door would not be a great obstacle for him. That tatty little room was clean, but it had no windows. There was a device on a small ledge that looked like a lamp. He approached, touched the base and it immediately lit up, although the light was punctual, like those of the lamps of his time, instead of the light that had no particular source to which he had already become accustomed in recent days. He felt somewhat more comforted because then he could close the door without being left in the dark. He looked around and found only a rickety bed and a table with a stool next to it. It was not too much, but at least he could hold out there for as many days as he considered necessary until he was clear about the next step to take. He left his papers on the table and went to the door. Then he had a bad scare, when a cleaning robot hurtled past him. He kicked at it, missing the target, and the machine fled into the street.
“Get out of here!” He said angrily. “Everything’s clean enough.”
He closed the door with a very simple and weak latch and went to the rickety bed. He sat on it and discovered that it was not one of those inventions where he floated, but that it was also solid and real. That was when his defense mechanism, which had been used by his subconscious to keep him away from reality, fell apart. He leaned back and put his hands to his face. He had a tremendous urge to cry, but he decided to hold on. He knew that crying would free him from the accumulated tensions and, against all logic, he chose to punish himself and wallow in a complex mixture of self-pity and flogging. That very morning, when he woke up, he had felt that he had touched the sky and now he was just the opposite of that feeling. He thought he had risen so fast that he had collided with the sky and fallen to the bottom of his existence. Now he saw that, if the night before he had had to play the role of Paris, now he was more like Icarus: he had gotten too close to the sun and had melted the wax on his wings, falling to the ground and dying trying. And the worst thing was that he considered that he had done absolutely nothing to deserve that punishment. His only ‘crime’ was falling in love with Kanja, but he had always tried to be as correct as possible. She had been teasing him, with her nudes in front of him, her kisses and hugs, knowing perfectly well what he felt for her; with her games with her friends, who had permanently sought his sexual arousal. And finally, even though he sought, against his instincts, not to make it to the end, being in compromised mental conditions, she had insisted on doing it. So what the fuck did she want him to do? She had blamed him for what had happened and said that he had ruined her life. He understood absolutely nothing. She had to be crazy, Kare had no doubt. And she had said that she could not become one of the Chosen Ones. What the hell was that? How could she expect him to know what he had to do, if nobody had explained to him anything about that crazy society of brainless people, who only thought of sexual games and enjoying the effort of the ancestors, without doing anything practical in life? Damn decadent society! Then he mulled over what Kanja had told him when he tried to defend himself. She recognized that she loved him and blamed him for it! Yes, she was completely crazy. But he needed her, if only to help him get out of there. And then, despite everything, he unexpectedly fell asleep.
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